¿Qué quedó del “socialismo real”?
El socialismo tiene diferentes enfoques. Entre los más conocidos están los del “socialismo democrático” y el “socialismo cristiano”, que se han desarrollado junto con diferentes variaciones del mercado del sistema capitalista; el “nacional-socialismo” del régimen criminal nazi; y el “socialismo real” con el cual el régimen soviético trataba de disimular, y a veces lo conseguía, su régimen totalitario que logró imponerse durante más de 70 años en la Unión Soviética, unas cuatro décadas en los países satélites de Europa y aún perdura en Cuba y en Corea del Norte. Además, en los últimos años se ha propuesto el “socialismo del siglo XXI”, que no es más que el socialismo totalitario enmascarado y presentado como algo nuevo y diferente de los socialismos ya desaparecidos o vigentes y desacreditados por sus fracasos contundentes.
Ante esa posibilidad es interesante divulgar algunos aspectos de lo planteado por Leszek Kolakowski, distinguido filósofo, historiador y escritor excomunista polaco, en su ensayo ¿Qué quedó del socialismo?, publicado en 1995 y recientemente incluido en la recopilación de sus más importantes trabajos (Kolakowski, Leszek. My Correct Views on Everything. Sr. Augustine´s Press, 2005), quien quizás es más conocido por su obra “Las principales corrientes del marxismo”, publicada en inglés en 1978.
Al referirse al marxismo, el intelectual polaco presenta a Carlos Marx (1818-1883) como “una poderosa mente, un sabio, un buen escritor alemán” y señala que lo interesante es preguntar si su teoría realmente explica algo del mundo actual y si sirve de base para hacer predicciones, a lo que él responde con un no y a la pregunta sobre si sus teorías fueron útiles su respuesta es si, porque actuaron como una serie de eslogans que sirvieron para justificar y glorificar al comunismo. Recomienda que cuando los marxistas se pregunten qué explican sus teorías o qué fue lo que descubrió Marx, no olviden que él dejó bien claro que no pretendió haber descubierto la lucha de clases sino que había probado que ella conducía a la “dictadura del proletariado”, la cual llevaría, a su vez, a la abolición de las clases.
Por otra parte las profecías de Marx resultaron falsas. La primera era el crecimiento de la polarización de clases y la desaparición de la clase media en las sociedades capitalistas. La segunda se refería al empobrecimiento absoluto de la clase trabajadora, profecía que ya resultó errada durante su vida cuando se publicaron datos que él no usó, que mostraban lo contrario. La tercera y más importante de las profecías fue la inevitabilidad de la revolución del proletariado, la cual nunca ha ocurrido porque inclusive la revolución bolchevique no tuvo nada que ver con la profecía marxista. En su lugar lo que se realizó fue una revolución con eslogans de Paz y Tierra para los campesinos. Kolakowski señala que más sentido socialista tuvo lo sucedido en Polonia entre 1980 y 1981, cuando se produjo un movimiento revolucionario de los obreros industriales bajo el eslogan Solidaridad, contra el explotador que era, nada menos, que el Estado Socialista polaco y que fue llevado a cabo bajo el signo de la cruz y con la bendición del Papa. En relación con la cuarta, que se refiere a que el libre mercado dificultaría el progreso tecnológico, ocurrió todo lo contrario, especialmente durante el siglo XX y, ahora, en China la tendencia de las reformas económicas se dirigen a una restauración parcial del mercado, es decir, del capitalismo.
Muchos de los que criticaron la teoría marxista desde el siglo XIX, predijeron, de una u otra manera, que el socialismo basado en sus principios conduciría a un estado totalitario y que la explotación y la opresión sería la peor conocida. Kolakowski aclara que ésta no fue la intención de Marx y que ciertamente el marxismo no fue la causa del comunismo del siglo XX.
Kolakowski destaca que mientras el capitalismo se desarrolló espontánea y orgánicamente a partir del desarrollo del comercio y no necesitó de una ideología, el socialismo es el producto de una ideología que intenta institucionalizar una fraternidad forzada que requiere de medios totalitarios y desconoce la igualdad porque al concentrarse el poder en la oligarquía del partido, el acceso a la información, al poder y a los bienes materiales es desigual.
Sin embargo, mientras los términos “socialista” e “izquierdista” fueron monopolizados por el comunismo totalitario leninista y estalinista, la mayoría de los verdaderos ideales socialistas como educación para todos, regulación del trabajo, libertad de prensa y sistema de seguridad social, entre otros, se han logrado progresivamente, en la mayoría de los países europeos, con economías de mercado y partidos socialistas democráticos que se alternan en el poder por medios electorales transparentes.