La sal de la tierra
Jesús dice a sus seguidores: “Ustedes son la sal de la tierra”. No dice que seamos el alimento, sino la sal. La gente no come sal, pero ésta es indispensable para la vida y para que no se pudran los alimentos.
El mundo necesita comida, las sociedades desarrollan la economía, producen bienes de consumo, relaciones sociales, bienes culturales. La gente trabaja lucha, sueña, se divierte, sufre y muere. Sin eso no hay vida, pero todo ello sin la sal del amor no es vida. Tal vez nunca antes la humanidad, o la parte próspera de ella, ha tenido tantos éxitos económicos, tecnológicos como ahora y tampoco tantos fracasos en sentido y defensa de la vida.
Estamos leyendo un sugerente libro “El Síndrome de Epimeteo” de Diego Quintana de Uña. Tomamos de él algunas pinceladas sobre la sociedad posmoderna:
– “La visión fáustica de la cultura occidental ha sobredimensionado una forma de vida esquizofrénica volcada en la conquista del mundo, su posesión, su transformación. El consumo de bienes manufacturados gracias al desarrollo de la ciencia y de la tecnología está convirtiendo nuestro planeta en mitad almacén mitad basurero, sin que el hombre se percate de cuál es el propósito final de ese desatino”.
– “… los occidentales modernos hemos perdido el hilo del sentido que ligaba al ser humano con la vida y con el mundo, y los fundamentos de la razón con los que hemos intentado apuntalar nuestras creencias se están revelando cada vez más insuficientes y endebles.”
– “Hoy más que nunca, el hombre posmoderno se ha olvidado de lo que es importante para el hombre. Sumido en un frenesí transformador de su realidad, el hombre fáustico trabaja y fabrica objetos, sin detenerse a recordar que su vida puede tener algún propósito distinto al consumo y a la acumulación de bienes y dinero”.
– “ Hoy la heurística del miedo ha desplazado al principio esperanza, a los metarrelatos, a los milenarismos y a las utopías […]y quizás por el carácter narcicista del hombre posmoderno-, el temor a la enfermedad, al dolor, a la vejez y a la muerte han aumentado sensiblemente, en la medida en que la esperanza religiosa ha disminuido en nuestras sociedades, depositando el hombre en el cuerpo y en el placer casi todos los anhelos de su vida” [ …]el amor y el deber se han convertido en ideas obsoletas”.
– “El otro, el que está próximo (prójimo) a nosotros, se nos antoja frecuentemente un peligro potencial y las más de las veces una carga. La vida moderna nos recluye en nuestras soledades […] El hombre posmoderno se encierra en su habitáculo y, como han dicho los sociólogos de la comunicación,’amuebla sus silencio’ encendiendo la radio o la televisión, o enchufándose a Internet en busca de un teleprójimo que no le reconozca y con el que establece relaciones virtuales, en las que ´epimeteicamente´ se olvida la parte más importante: el contacto, el calor, la empatía, la compasión y el amor”[ …] Afortunadamente ni la compasión ni la solidaridad han muerto pero las circunstancias sociales y técnicas propias de la vida de hoy parecen empujarnos a que las proyectemos lejos de lo que nos es cercano”.
– “La civilización occidental está volcada en una oferta interminable y absurda de bienes y servicios, en un hedonismo que trata de alargar la vida, optimizar el cuerpo y procurarle todos los goces imaginables.[ …] Que nadie hable de obligaciones y deberes. Las mínimas exigencias que se impone esta sociedad la sostienen al borde del caos. Alguien dijo que había que haber erigido la estatua de la responsabilidad al lado de la estatua de la libertad, y no le faltaba razón.”
– “Si Dios ha muerto, todo está permitido, había proclamado en Alemania el grupo Die Freien en 1840. […]Sin valores aceptados- no por las formulaciones que contienen, sino por el sentido y coherencia que le dan al mundo y a la vida- la sociedad tiende a desarticularse sin remedio, porque lo que une a los hombres no es otra cosas que el amor, los valores y las creencias con el horizonte de fondo de un propósito o ideal superior”.
Esta dimensión posmoderna occidental también es buscada hoy con avidez exitosa por cientos de millones de chinos e indios encandilados. Los latinoamericanos, sin habernos librado de los demonios de la pobreza, la exclusión y el enfrentamiento social, bailamos sin claridad de rumbo, con la riqueza y la miseria, la modernización y lo posmoderno juntos, una danza macabra al borde del cementerio social.
¿Qué significa Navidad en este cuadro? La sociedad posmoderna tiene mucha comida, pero carece de sal, le falta alma. Se pudre en la abundancia y en la soledad. En la Navidad, más allá del mercado y del jolgorio, celebramos la sal de la tierra que es el amor, la única que nos permite usar el mercado sin convertirnos en esclavos de su zanahoria siempre inalcanzable. La Navidad nos dice que la primera y última palabra la tiene el Amor. El Verbo se hizo carne, se hizo hermano en un niño, en todos los niños. En el principio era el Amor, en el camino de la vida nos refrescamos en los oasis del amor y al caer de la tarde final cosechamos el amor que pervive.
Hoy, en la Venezuela de rico Estado petrolero y gente pobre nos falta la sal del Espíritu para que, con voluntad e inteligencia, sazonemos la comida y pongamos la mesa entre todos para todos. Celebramos en el nacimiento de Jesús el sabor y la alegría de Dios “con nosotros” y «en nosotros”.
(*): Rector UCAB