El vaticano creó un problema sexual y ahora lo empeora
Las relaciones sexuales no son una enfermedad ni física, ni mental y menos aún algo pecaminoso. Es simple y llanamente, la forma como la naturaleza evita que los descendientes de los seres vivos sean genéticamente idénticos—y en consecuencia altamente vulnerables a drásticos cambios en las condiciones ambientales; a las malformaciones genéticas y a la extinción.
Si todos los individuos de la misma especie poseyesen una estructura genética idéntica, una bacteria, un virus, un cambio climático, la desaparición de una de sus principales fuentes de alimento, u otros factores o eventos parecidos a éstos, pondrían en serio peligro la existencia de esa forma de vida.
Y es por ello que la sexualidad hermafrodita y la reproducción asexual o vegetativa (reproducirse duplicándose a sí mismo), están restringidas a formas de vida cuyos individuos están extremadamente aislados unos de otros; o que son minúsculas y se reproducen a una velocidad pasmosa—cómo la bacteria Escherichia coli, que se divide a si misma cada dos horas—lo que significa que en tan sólo una semana, produce 84 generaciones de su especie (algo que a los humanos les tomaría 924 años si todas las hembras pariesen a los once años de edad), proporcionándole a las mutaciones y a la selección natural, enormes oportunidades de crear muy rápidamente, individuos con estructuras genéticas diferentes, y en consecuencia aumentar los chances de supervivencia de la especie.
Así que el Vaticano, al prohibirle a sus sacerdotes y religiosos que tengan sexo, creó un mayúsculo problema dentro de la iglesia católica: sometió a todos esos hombres y mujeres a una tortura física y mental permanente, durante toda su vida: intentar desobedecer el mandato de sus cerebros, de sus hormonas y de sus genes—que constantemente le exigen que tengan sexo y se reproduzcan; además de forzarlos a pervertirse (desde el punto de vista católico), al obligarlos a ocultar permanentemente ¡hasta los—muy normales y naturales—pensamientos libidinosos que tienen constantemente!.
Es decir: el Vaticano conformó una secta religiosa integrada exclusivamente por masoquistas: personas que se sienten felices cuando son maltratadas o humilladas.
Cualquier adolescente que ve frustradas sus muy normales y naturales ansias de relaciones sexuales, sabe a la tortura a la que el Vaticano somete—de por vida—a todos sus sacerdotes y religiosos; quienes, si permanecen como miembros de la iglesia católica, son sin duda masoquistas—lo nieguen o no.
Como lo demuestra todos los días la hipnosis; el poder de la sugestión es enorme. Por ello, es posible que los sacerdotes y religiosos se hipnoticen a sí mismos—se autosugestionen—para “apagar” su natural instinto sexual, y así librarse de la eterna tortura a la que son sometidos por su secta religiosa.
Y todo lo que acabo de escribir incluye a los sacerdotes y religiosos homosexuales de nacimiento—que son homosexuales, no por perversión , sino debido a que, como acaba de comprobar la ciencia en junio de 2005—a un error genético.
Ahora el Vaticano acaba de empeorar el problema sexual que causó, porque Benedicto Décimo Sexto, le acaba de anunciar a todos los homosexuales del planeta, que si pensaban que podrían aliviar el horrible sufrimiento que les produce el general rechazo de los seres humanos heterosexuales; buscando refugio en la espiritualidad y en el servicio piadoso hacia otros seres humanos, dentro de la iglesia católica; pueden irse olvidando de eso; ya que desde ahora en adelante, serán apartados de la iglesia y de la sociedad en general—en pleno siglo 21—como en el siglo 1, se apartaba a quienes tenían la desgracia de contraer la enfermedad de la lepra.
El Vaticano le acaba de anunciar al mundo, que está bien que los humanos heterosexuales vean a los homosexuales, “como unos bichos raros” que no deberían existir—sólo porque un error genético los hizo así—les acaba de decir, que ni siquiera el Dios católico los soporta.
El Vaticano acaba de extender el problema sexual interno de su secta religiosa, a todas las sociedades laicas del planeta.
Así lo acaba de registrar la historia—como registrará también—como obra de la iglesia católica, las “locuras y barbaridades” que cometerán muchos homosexuales, a quienes el Vaticano les acaba de negar el último refugio de dignidad que les quedaba.
¿Son éstas la “ética” y la “moral” que deben guiar a la humanidad en este siglo 21?
Unas “ética” y “moral” de una secta religiosa tan cínica y absurda, que se “rasga las vestiduras” pegando alaridos para que se “defienda a la familia como célula fundamental de la sociedad”; mientras impone el ejemplo a seguir: prohibiéndole tajantemente a sus sacerdotes y religiosos constituir sus propias familias.
¿Cuánto más medieval se puede ser?.
Benedicto: la Edad Media finalizó hace más de 500 años.
Venezolanos: abran los ojos y corran espantados de estos fanáticos religiosos.
Venezolanos: No se conviertan en cómplices de esta barbaridad que es sólo el producto de la intolerancia que ha caracterizado a la iglesia católica en toda su historia (antes quemaba vivos y torturaba hasta matar a los «herejes»); y a su deliberada ignorancia: porque al igual que en el siglo 17 se negó a reconocer los hallazgos científicos de Galileo Galilei; ahora se niega a reconocer la ciencia desarrollada por los doctores Ebru Demir y Barry J. Dickson, del Instituto de Biotecnología Molecular de la Academia de Ciencias de Austria, Suiza, que demostró que las personas que son homosexuales son seres humanos completamente normales y saludables; excepto que un error genético los obliga desde que alcanzan su madurez sexual a sentirse atraídos por las personas de su mismo sexo.