Verdades para militares (II)
No pienso escribirle más al general Vladimir Padrino López. Siempre lo hice creyendo que era capaz de entender el inmenso reto histórico que tiene actualmente la Fuerza Armada Nacional y de actuar en consecuencia. Lamentablemente, sus últimas declaraciones nos demuestran que no es capaz de dar una respuesta suficientemente coherente y cónsona con la inmensa crisis que vive Venezuela. Es inaceptable que el general Padrino interprete, de una manera tan ligera, el llamado que le hace a la Fuerza Armada Nacional una abrumadora mayoría de ciudadanos que rechazan el totalitarismo, el desastre nacional y la fraudulenta convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente Comunal realizada por Nicolás Maduro. Ningún venezolano desea que haya una insurrección militar que conduzca a un golpe de Estado, como tampoco quiere una dictadura que lo subyugue por medio de la fuerza y la arbitrariedad. De allí que sean incomprensibles sus declaraciones: “Fiscal militar, tome nota: instigación a la rebelión, no vamos a permitir aquí que al que le dé la gana de estar ofendiendo, menospreciando, injuriando a la Fuerza Armada, llamando a la rebelión, quede impune”. “Le digo a los politiqueros de la oposición, nada van a hacer con la Fuerza Armada, la Fuerza Armada está firme, convencida”. Definitivamente, el general Padrino no ha logrado entender lo que ocurre en Venezuela y mucho menos, lo que sus obligaciones constitucionales le exigen. En verdad, lo que le demanda nuestro pueblo a la Institución Armada es que cumpla lo pautado en la Constitución Nacional de 1999, con especial énfasis en sus artículos 328 y 333. Ojalá, que los nuevos responsables del mando así lo entiendan, como había empezado a ocurrir con sus antecesores. Esa fue la causa de su injusta destitución.
Los miembros activos de la Fuerza Armada Nacional deben reflexionar profunda y serenamente sobre la debacle nacional. Cada día la tragedia de nuestro pueblo se hace más grave motivada por los errores y arbitrariedades cometidos voluntariamente por Nicolás Maduro y su camarilla con el único fin de mantenerse indefinidamente en el poder. Una vez realizada esa reflexión podrán decidir qué hacer en base a su conciencia y a sus valores militares y patrióticos. Es por todos conocida la forma irresponsable, corrupta y autoritaria empleada por Maduro y su camarilla en la conducción del Estado, sometiendo a los venezolanos a las penurias que hoy padecemos, sin que, jamás, haya demostrado la menor intención y disposición para rectificar y avocarse a la solución de esta terrible situación. La única respuesta que se le ha ocurrido es la decisión de convocar, de manera inconstitucional, a una Asamblea Nacional Constituyente Comunal, ampliamente rechazada por todos los sectores de la vida nacional que ven en ella su aviesa intención de impedir toda posibilidad de medirse en unas elecciones realmente libres, directas, universales y secretas. Esta nueva arbitrariedad ha provocado la actual crisis política y militar. Si en verdad, como él afirma, se pensaba buscar un camino para la paz, era imprescindible someter las bases comiciales a la aprobación del pueblo, quien en definitiva es el depositario del poder constituyente originario. No lo hizo, por conocer perfectamente bien que perdería cualquier elección. Además, al proceder de esta manera, lo que persigue es poder controlar esa hipotética Asamblea Nacional Constituyente, para poder disolver, inmediatamente después de su elección, a la Asamblea Nacional y destituir a la Fiscal General de la Republica, imponiendo un sistema político de orientación totalitaria que elimine “el Estado democrático y social de Derecho y de Justicia”, establecido en la Constitución de 1999.
Esta realidad nos ha conducido a esta gran protesta nacional, la cual tiene más de ochenta días de duración con un saldo doloroso de 80 muertos y más de 1000 heridos. De manera sorprendente, tan grave situación ha sido considerada por Nicolás Maduro y su camarilla como algo posible de controlar imponiendo una brutal represión. Realmente, no parece que eso pueda ocurrir. Por el contrario, la inconformidad y la protesta siguen creciendo, a pesar de la criminal violencia oficial, la cual compromete cada vez más la seguridad de las personas y de sus bienes. Los lamentables hechos ocurridos en Maracay esta semana así lo demuestran. Además, Venezuela está absolutamente paralizada en medio del hambre y el desespero de nuestro pueblo. Las manifestaciones convocadas por la oposición son orientadas por los principios de la no violencia, pero lamentablemente la absurda represión de la Guardia Nacional, la Policía Nacional y las bandas paramilitares armadas del oficialismo, conducen a los enfrentamientos y a los asesinatos. Esta inconveniente actuación ha comprometido de tal manera el prestigio de la Fuerza Armada Nacional que he llegado a pensar que esa manera tan absurda de reprimir tiene una intencionalidad política: debilitar cualquier capacidad de acción de la Institución Armada que busque contribuir a la solución de la crisis nacional. En verdad, no se observa posibilidad alguna de poder construir una alternativa pacífica al creciente enfrentamiento nacional. Nicolás Maduro y su camarilla la impiden por todos los medios.
Buenos ejemplos del rechazo de Nicolás Maduro a negociar acuerdos que permitan superar las naturales diferencias políticas que surgen en una sociedad democrática de pensamiento y cultura pluralista, como es la venezolana, son sus graves e injustificados enfrentamientos ocurridos con la Asamblea Nacional y la Fiscal General de la República. En el primer caso, en lugar de negociar un acuerdo político con la oposición, decidió en complicidad con el írrito TSJ desconocer, mediante un permanente boicot, las actuaciones de la Asamblea Nacional, representante de la voluntad soberana del pueblo venezolano. Ahora, han decidido someter a un antejuicio de mérito a la fiscal Ortega sólo por haberse atrevido a rechazar el contenido de las sentencias 155 y 156, que pretendían despojar de sus funciones a la Asamblea Nacional y considerar inconstitucional la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente Comunal, sin solicitar al pueblo venezolano la aprobación de las bases comiciales para su elección. En los dos casos, la Fiscal Ortega, con un acertado sentido jurídico y un trascendente sentido de responsabilidad ciudadana, ha mantenido que dichas acciones comprometen el marco constitucional del Estado venezolano y ha exhortado a nuestro pueblo, en cumplimiento de los artículos 333 y 350, a la defensa de la Constitución Nacional de 1999.
Nuestro pueblo se pregunta, todavía con alguna esperanza, si en la Fuerza Armada Nacional existe el suficiente patriotismo y conciencia ciudadana para transformarse en el factor fundamental de un gran acuerdo nacional que permita superar la compleja situación política, económica y social que enfrenta Venezuela. El tiempo empieza a ser corto. El mes de julio va a ser decisivo para el futuro de Venezuela. El delicado enfrentamiento entre los poderes públicos y la concreción del golpe de Estado que significa la instauración de una Asamblea Nacional Constituyente Comunal, como la propuesta por Nicolás Maduro, violando flagrantemente los principios fundamentales de la Constitución de 1999, amenaza la existencia misma de nuestro Estado democrático y social de Derecho y de Justicia proclamado en la Carta Magna. Esta circunstancia, comprometería su permanencia como presidente de la República y demandaría la formación de un nuevo gobierno constituido por la Asamblea Nacional. En ese difícil momento, les corresponderá a los miembros activos de la Fuerza Armada Nacional reconocer en cuál de los dos gobiernos existe una verdadera legitimidad de origen y de ejercicio para poder gobernar a Venezuela y enfrentar la creciente crisis nacional. No tengo duda en afirmar que esa legitimidad la tiene la Asamblea Nacional, electa en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015 por una determinante mayoría de electores, la cual va a ser reconocida por la comunidad internacional y los venezolanos. Ante tan grave situación, ¿cuál va a ser la posición de la Fuerza Armada Nacional? Reflexionen. Ustedes tendrán la última palabra.