Opinión Nacional

¿Cuánta duda puede soportar un ciudadano?

Pudieran ser tres los elementos cruciales en los que radica la crisis de la actual sociedad venezolana. Y cuando digo sociedad me refiero a todo el conjunto. Esta síntesis exploratoria es el resultado de un esfuerzo por explicar la situación del país e intentar una salida próspera porque en general, se escribe mucha letra pero se expresan pocas ideas atractivas. Siento en verdad que un esfuerzo de esta naturaleza es más que necesario para lograr, en consecuencia, más reflexión y acción que aspaviento. Para incidir en el debate y romper con el vicio hipnótico que impone la cotidianidad.

El primero de esos elementos es de carácter existencial o dramático. Se expresa como una falta de sentido del conjunto y del cada quien. Feudalización del presente. No sólo porque las partes que constituyen la realidad estén pulverizadas sino además, porque cada instancia se cierra sobre sí misma. Y como la Democracia es un tipo específico de dignidad colectiva, más que magnitud estadística, pierde significación al convertirse en forma de vida ensimismada. Abstenida del otro en el que no encuentra referencia confiable.

El segundo es de gramática. Se extravió el diccionario común en el que se establecen las reglas mínimas del diálogo. El pan es ahora piedra y el vino otra cosa. La capacidad de decir, oír y entender se ha opacado. Sentimos dudas, muchas e inexpresadas. Tenemos el espejo para decirlas; y ni así. La brújula que representa el lenguaje está distanciada del nosotros. La Torre de Babel se convirtió en rascacielos y mezquita.

El tercero es pragmático. “¿Qué hacer, cómo, con quién y cuándo, si atravesamos una precariedad. De qué nos sostenemos, a quién acudimos, cómo trasciendo más allá de mí y me involucro con los demás en la casa común, sin desconfianza?”. La política sería una vía posible y acertada ya que el problema en Venezuela es político y es allí dónde debieran resolverse los contrarios. Y los partidos políticos podrían ser amortiguadores de las rivalidades internas e impulsores de los proyectos para así convertir a las individualidades que hoy enseñamos en un nosotros-yo.

Hoy la política se ha convertido en un asunto del corazón y del despecho. ¡Cuándo no! Pero hoy más que nunca. Es, ha sido, una relación y una necesidad sentimental e instrumental entre ciudadanos y organizaciones políticas pero que hoy es mayor, porque los peligros que actúan son más grandes y nos tomaron, inexcusablemente, por sorpresa. Y la sorpresa es muda.

Entonces, ¿cuánta duda puede soportar un ciudadano? La abstención no fue indecisa; tuvo vida y voz. No fue silencio sino clamor colectivo. Fue un ultimátum transitorio que la sociedad dio a lo que hemos llegado a ser pero no queremos seguir siendo. ¿Contradicciones? Claro que las hay. Pero cómo no haberlas si dependemos casi exclusivamente de una prótesis mediática con la cual suponemos romper esa distancia que se ha instalado entre el país y nosotros.

Pienso que al descubrir estas contradicciones, dramáticas, gramáticas y pragmáticas, estaremos dando un paso importante para resolver nuestras dudas y convertirlas, en el caso particular de Venezuela, en acción política confiable, porque todo lo demás es accesorio. La política es el barco de nuestro destino.

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