Opinión Nacional

Control de precios –vs- Calidad

Todos los gobiernos que ha tenido Venezuela han sido ilusos y han practicado, de una u otra manera, los controles de los precios.

Hemos resaltado la paradójica situación de que contábamos con un Ministerio de Fomento que no fomentaba nada, por el contrario, era la alcabala indeseable que le ponía trabas infinitas al desarrollo del país y que siempre estaba atento a controlar los precios de los bienes y servicios.

Hoy, ante la avalancha de ministerios, no sabemos como se llama la burocracia que se ocupa del control de los precios pues conocemos que dichos dictados vienen del palacio de Misia Jacinta.

Si a un productor de bienes o a un suministrador de servicios le controlan el precio de su actividad, los mecanismos de defensa empiezan a funcionar de inmediato.

• Disminución y luego desaparición de gastos que vayan dirigidos a objetivos no directamente relacionados con la producción y/o distribución del bien.
• Disminución a la mínima expresión de la promoción y publicidad del producto.
• Despido de los trabajadores que no colaboran directamente con la prestación del servicio o con la producción y mercadeo del bien.
• Disminución de la calidad y de la cantidad del bien producido.
• Disminución y pronta eliminación de cualquier actividad de investigación que pudiera, en un futuro cercano, mejorar el producto o el servicio prestado.
• Cierre de la empresa o quiebra.

Estos son algunos de los pasos a que están sometidos y obligados los empresarios para defender, en la medida de sus posibilidades, la supervivencia de la empresa, hasta que llega el último de los narrados.

Tampoco creemos que en un mercado tan pequeño como el nuestro pueda imperar la libre competencia absoluta.

Esta es imposible pues los componentes de la sociedad desconocen las enseñanzas de Benito Juárez e irrespetan el derecho ajeno en todas las oportunidades posibles.

Tampoco el camino del Estado productor de bienes y suministrador de servicios es el adecuado.

Esta vía está plagada de barbaridades.

Vivimos tiempos extremos en el control de la economía. El Estado no entiende sus funciones y abusa al copar áreas que no son de su competencia.

El Estado como suministrador de bienes y servicios es un competidor desleal. Se reserva ventajas inaccesibles para los particulares. Utiliza su poder para exonerarse de tributos, accede groseramente a prebendas como la actual disposición de dólares a precio preferencial para comprar equipos y para importar productos y para llegar al colmo, se da el lujo de vender a pérdidas pues sus dineros salen de esa hucha mágica que pertenece a todos y no le duele a nadie. Aparentemente.

La función del Estado en la economía de un país es la misma que tiene el árbitro en una competencia deportiva.

La función del Estado es la de garantizarle a los miembros de la comunidad el libre acceso al mercado dentro de las condiciones óptimas para la sociedad. Y ese acceso tiene que ser a cualquiera de los dos lados de la mesa del mercado, es decir, bien como oferente o bien como demandante.

La justicia, tan mermada y sesgada en estos tiempos, tiene que llenar una función de la mayor importancia. Pero ella, si funcionara adecuadamente, también tendría que regular y definir los campos de acción del gobierno.

Estas son líneas que aspiran a lo utópico.

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