Opinión Nacional

Viento del Sur

“Viento del Sur,
moreno, ardiente,
llegas sobre mi carne”

Federico García Lorca

EL VIENTO NO CALLA NUNCA

“El aire es aire en el aire / y el viento, viento en el viento”, nos dice el poeta gaditano Miguel Martínez del Cerro, y con el donaire del poeta granadino Hurtado de Mendoza, podría decirse: El Sur, con su buen aire, todo es viento. Y este donaire o don de aire, de gracia, de garbo, tradicional de lo andaluz, si, por una parte, es todo claridad, transparencia luminosa, sosiego, quietud, calma… por otra es arrebato, ímpetu desatado; y ventolera que tiene su expresión extremada en la pintura de Picasso, como el aire en la de Velázquez. Expresión extremada y contradictoria de nuestra realidad nacional andaluza. ¿Del viento contra el aire?

A Velázquez se le dijo justamente el pintor del aire. Como si portara en sus maravillosos silencios, una callada música inaudita. Los lienzos velazqueños callan, enmudecen la pintura, como el buen aire quieto, sosegado, pasmosamente inmóvil.

Pero el viento no calla nunca. Es un escandaloso “buscarruidos”. Grita o se queja, canta, silba, parlotea… García Lorca exclama: “¡Chist silencio! / ¡La noche oscila en el viento!” El viento habla a grandes voces, con voz baja murmura, susurra, entredice apenas alguna cosa. Es fuerte, poderoso, impetuoso… o delicado, acariciador, sutilísimo… Es totalizador y exclusivo; violento y caprichoso, valeroso y temeroso a la vez, como si se asustase de sí mismo. Alberti nos grita: “¡A la mar si no duermes / que viene el viento!” El viento es colérico o finge serlo. Se enfurece por todo. No para un momento, no se está quieto. Lo revuelve todo y todo lo vacía. Cuenta cuentos de miedo; si de pronto sonríe es para prolongarse en mueca dolorosa, amarga… No sé si estoy hablando del viento o de su tremendo lenguaje aprisionado en las pinturas de Picasso. “Un veloz torbellino que nos ciega”, que dijera Rafael Alberti.

¿El Sur, con su bien aire, todo es mal viento? Es ese –este- Sur, con el andar del tiempo claras estampas velazqueñas y oscuras, claroscuras visiones picassianas. El viento, los vientos han roto mil veces el aire puro del Sur; han turbado su sosiego, su calma, su finísima transparente luminosidad. Pero no pudo nunca, no puede el viento, vencer el aire quieto, la luminosidad extática de un aire que aposenta maravillosos silencios y claridades en su transparencia. Estos aires, aquellos vientos. En sucesión constante. En permanente pugna. Y su historia viva se teje en estas vivas oposición, contradicción.

El Sur con su buen aire y con su mal viento vive, revive en todo. Desde que lo dejó en el aire para siempre peleando su propio decir español –desde Hurtado de Mendoza a Alberti, desde Velázquez a Picasso-: un decir, un pintar tan andaluz, como español. Y como nos había dicho Alberti: “Que he sido viento. / Viento quizás, solo viento”. Y Lorca nos dejó dicho: “Cuando yo me muera / enterradme si queréis / en una veleta”.

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