Opinión Nacional

Juan Rufo Gutiérrez

“Una dama hermosa y sin señal de corta vista,
traía un antojo a la cual dijo: otras le traen por ver más
y vuestra merced por ser más vista.”
Juan Rufo Gutiérrez.

LA VOZ DEL ALIENTO EPICO

El grado de calidad que había alcanzado la épica en manos de un Ariosto, o de un Taso, así como el papel desempeñado por el imperio español en el mundo, lanzan a un buen número de poetas por la senda de la épica culta. Las condiciones históricas son óptimas para renovar el género; como telón de fondo; un imperio inmenso recién salido de un pasado oscuro y descubridor de un mundo nuevo. No tenía necesidad de inventar temas ni recurrir a préstamos clásicos ni mitológicos: la realidad de aquellos hechos era épica y colindaba con lo fantástico. Sin embargo, faltó el poeta que supiese conjugar aquellos hechos con el talento y el dominio formal. Sin embargo, hay poemas, que pese a los muchos defectos de nuestra épica, donde vibra la poesía, episodios comparables a otros de Homero y Virgilio que han quedado ocultos bajo una espesa greña de excesos y monotonía. Entre los poemas que destacan por su calidad respecto a los demás se hallan La Austriada del cordobés Juan Rufo y La Araucana, de Alonso de Ercilla, que ha sido llamado el poema nacional de Chile, porque lo único que tiene de español es el autor.

Juan Rufo Gutiérrez nació en Córdoba hacia 1547. Hijo de un tintorero, su vida fue bastante agitada; tuvo que marcharse del hogar familiar; viajando a Portugal para esconderse por ciertas irregularidades administrativas. Vivió en Toledo, Sevilla y Madrid. Estudió con escaso aprovechamiento en Salamanca, donde se dedicó más a la vida jaranera que al trabajo intelectual. Visitó Italia y residió en Nápoles. Participó con Don Juan de Austria, el héroe de su canto, en la guerra contra los moriscos durante la campaña de las Alpujarras y en la batalla de Lepanto, en la que estuvo en la galera del famoso general. Tras la muerte de su padre, volvió a Córdoba, haciéndose cargo de la tintorería familiar y recuperando su auténtico apellido, Gutiérrez, que había cambiado por el de Rufo, con el que se le conoce en la Historia de la Literatura.

La obra que le dio más fama fue un poema épico, La Austriada , publicada en 1584, y que inmediatamente fue objeto de sucesivas ediciones, y por el que fue llamado el “nuevo Homero”. Se trata de un poema, en veinticuatro cantos, compuesto de veinte mil versos, que tiene como protagonista a don Juan de Austria, que dirigió la guerra de las Alpujarras y, sobre todo, obtuvo la victoria de Lepanto. Ambos acontecimientos constituyen el eje narrativo, aunque ello implica una cierta falta de unidad. El mérito principal del poema es el vigoroso aliento épico que alcanza en determinados momentos, aunque no siempre consigue mantener el mismo tono. Por todas partes resuena el halago constante del autor a la monarquía y al imperio, aunque Rufo no altere el rigor histórico. En su estilo se advierten influencias de Garcilaso, Juan de Mena, Virgilio y Lucano. La Austriada fue elogiada por Luis de Góngora y Miguel de Cervantes.

Como prosista, Juan Rufo, alcanzó asimismo notorio éxito con Las seiscientas apotegmas, colección de sentencias, en las que domina el ingenio y la concisión como notas fundamentales. Son dichos o frases en las que se condena la experiencia alcanzada por su autor; en unas predomina la ingeniosidad irónica o humorística; en otras, la reflexión más o menos moralizante. En todo caso, este amplio conjunto de apotegmas constituye un documento valioso para conocer determinados aspectos de la vida española en aquella época e incluye poesías como Carta a su hijo y el romance Los comendadores de Córdoba, así como sonetos y elegías. La agudeza y la condensación expresivas de estas sentencias han permitido considerar a Rufo como precursor de Baltasar Gracián. Sin embargo, el ingenio de Rufo está más cerca de la experiencia picaresca que de la reflexión intelectual que encierra el concepto gracianesco. Y como dice el primer cuarteto del soneto en honor de Juan Rufo de Miguel de Cervantes, que figura como otro soneto de Góngora, al frente de La Austriada: “¡O venturosa, leuantada pluma, / que en la empressa mas alta te ocupaste / que el mundo pudo dar, y al fin mostraste / al recibo y al gasto igual la suma!”

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