De la iglesia a la escuela maradoniana
“No vine a Alemania para ver a Pelé y Beckenbauer, sino para disfrutar del buen fútbol que se verá”
Diego Armando Maradona
Había confirmado su asistencia a la inauguración del Mundial para participar en una ceremonia especial y – lo más importante – para desfilar humildemente, como Pelé, Bobby Charlton, Kempes y otros grandes del fútbol lo hicieron – con jugadores emblemáticos las selecciones ganadoras de campeonatos mundiales de sus países, pero Maradona, fiel a su egolatría, llegó tarde y dejó plantados a organizadores y admiradores por igual.
En 1988 algunos fanáticos del astro del fútbol fundaron, con gran sentido del humor, La Iglesia Maradoniana que hoy tiene miles de “feligreses” en el mundo, entre los cuales no falta quienes se tomen muy en serio idolatrar a Maradona aunque hace un tiempo él proclamara a Fidel Castro como el verdadero “dios”. En todo caso, la “deidad caribeña” y sus creyentes son coherentes en adorar a hombres talentosos, megalómanos y de comportamientos arbitrarios y hasta sádicos, para con sus ordenados.
“Fidel es nuestro dios y Maradona su profeta” parece ser el lema de una escuela ideológica de caudillos y aspirantes a serlo que prolifera en Latinoamérica y cuyos estilos se asemejan al del elegido. Así como Maradona escoge cuando la compañía de Pelé es conveniente – como en su programa de TV, para rating y dinero – y cuando distanciarse del gran caballero del fútbol – ofensas incluidas – igual se comportan mandamases regionales que asisten a cumbres y contra-cumbres por igual para disfrutar los dos mundos – el de príncipes y plebeyos – y que luego insultan a sus colegas presidentes mantener una conveniente relación que le permita hacer fluir petrodólares, elemento esencial del poderío de unos cuantos.
Aquel cliché de “dime con quién andas” parece cumplirse a cabalidad con el megalómano y mesiánico deportista que se da el lujo de llegar tarde a un evento en donde era participante principal, como si se tratase del ex candidato Humala en el debate presidencial en Lima.
El, ellos, siempre serán admirados – por sus idólatras – por patear pelotas o tableros.
