Opinión Nacional

Si la tierra fuera un balón y no un planeta…

…entonces el organismo internacional que le intentaría poner orden al mundo sería la FIFA y no la tan desvirtuada ONU que recientemente creó un Consejo de Derechos Humanos incluyendo a China, Cuba, Arabia Saudita – entre otros países – que no están para dar consejo en esa cuestión.

Entonces los bloques afiliados a la FIFA sustituirían a la OEA en su ineficiencia para resolver las crisis que dividen a Latinoamérica en ejes político-energéticos; a la Unión Europea (UE) que no llega a un consenso para una constitución e integrar a Turquía a su asociación; y a los organismos asiáticos y africanos, impotentes ante conflictos regionales de larga data como los de Sri Lanka, Taiwán, Sudán y el Congo, etc.

La Federación Internacional de Asociaciones de Fútbol, FIFA, tiene sus problemas internos y ha sobrevivido a más de un escándalo – algunos graves – pero es incuestionable que desde su fundación en 1904 ha sido una eficaz, severa y organizada institución planetaria con logros geográficos como, por ejemplo, colocar a Israel, Turquía y Azerbaiyán en el “mapa” de la Confederación Europea de Fútbol (UEFA); mediando con países sin relaciones diplomáticas como Irán y Estados Unidos en torneos mundiales – logrando que se reconozcan frente a un balón – e incluso; forjando alianzas como las de Corea del Sur y Japón en la organización del Mundial de 2002.

El Mundo según la FIFA

Todas las naciones miembros de la ONU están también afiliadas a la FIFA con excepción de dos que compiten en canchas mundiales como representantes de sus países, aunque no tengan plena membresía en los edificios de Nueva York y Ginebra: Palestina y Taiwán, cuyos equipos juegan en las eliminatorias para Mundiales de Fútbol sin el estatus de ser estados independientes.

La FIFA no se enreda, como la UE, en integrar a países que geográficamente – en los mapas – están en Asia, y por eso, los asocian a la UEFA, incluyendo a Rusia que tajantemente -en el ámbito político – se opone al ingreso de ex republicas soviéticas como Ucrania, Bielorrusia y Armenia al organismo europeo. Tampoco hay problemas de que naciones de mayoría islámica como Turquía, Azerbaiján y Kazajstán pertenezcan a la UEFA – al igual que Israel, aislada del bloque asiático – por oposición de algunas naciones musulmanas empeñadas en negar su derecho a existir.

En la geografía de la FIFA países con atávicos conflictos como los surgidos de la extinta Yugoslavia, se encuentran a jugar con respeto, como también lo hacen la protestante Inglaterra con la católica Irlanda y la divida Irlanda del Norte y los armenios con Turquía – país al cual le exigen reconocer el genocidio ejecutado contra su pueblo a principios del siglo XX.

A diferencia de la ONU, en donde dominan las grandes potencias, en la FIFA todos los países tienen el mismo estatus; y así, la isla de Malta con 398 mil habitantes, el principado de Andorra – situado entre Francia y España – con 78 mil pobladores, las Islas Feroes – entre Escocia e Islandia en el Atlántico Norte – con 48 mil, y San Marino – cerca de Italia – con 27 mil, tienen las mismas oportunidades de llegar al Mundial que las grandes y populosas Inglaterra, Francia, Alemania y Rusia. También la FIFA ha divido al continente americano en dos bloques, el sudamericano y la CONCACAF – centro y norte – afiliando a Guyana Inglesa, Guyana Holandesa y Surinam, del sur, con las islas del Caribe, Centroamérica, Estados Unidos y Canadá. La OEA no se ha quejado por este desmembramiento.

Para la FIFA hay seis continentes en el mundo y todos sus países, sin distinción futbolística, son miembros con iguales derechos.

La FIFA y el Mundo

Con sus muchísimos defectos la FIFA ha logrado grandes éxitos en áreas de Derechos Humanos en el mundo, como por ejemplo, la difusión de su campaña de “Juego Limpio”, no solo en las canchas de fútbol sino en todas las corporaciones e instituciones que participan fomentando sus campeonatos y ligas, estableciendo alianzas con UNICEF – que protege los derechos del niño – con la OIT – que protege a los trabajadores – y con ACNUR – que vela por millones de refugiados.

Desde 1996 la FIFA ha exigido a todas las empresas y a sus organizaciones afiliadas aplicar un código laboral que impide el trabajo infantil como condición para utilizar su sello, y logró que las plantas de zapatillas Nike y Reebok eliminaran sus productos – incluyendo balones de fútbol – en fábricas en donde ocurría esta violación. El Mundial Alemania 2006 está organizado con UNICEF bajo el lema Únete por la niñez, Únete por la Paz.
En la lucha contra el racismo y la discriminación – que ha causado malestar a muchos futbolistas en canchas europeas – recientemente fueron multados equipos como el Sparta de Praga con 40 mil euros por insultos discriminatorios y acciones violentas de sus fanáticos contra jugadores africanos durante un encuentro de la Liga de Campeones. También la Federación Española de Fútbol ha tenido que disculparse públicamente por este tipo de incidentes, y ante la proliferación de la xenofobia, las autoridades de la FIFA han exigido a los gobiernos de Europa legislar contra este éste flagelo dando el ejemplo al anunciar severas medidas para el Mundial 2006 y futuros campeonatos, que incluyen, desde bajar puntos a los equipos que no controlen a manifestaciones racistas de sus simpatizantes hasta descalificarlos de competencias internacionales por un periodo que puede durar hasta dos años.

El “Consejo de Seguridad” de la FIFA

Si la FIFA tuviese en sus manos la potestad de lidiar con hostilidades generadas y avivadas por miembros que conforman a la ONU quizás hubiese más sanciones y advertencias para impedir el agravamiento de la situación mundial, puesto que sus resoluciones para situaciones conflictivas han sido mucho más frecuentes y eficaces que las que suelen tomar las Naciones Unidas con los países que la conforman.

El mayor desafío con el que lidió este organismo de fútbol fue la “Tragedia de Hesyel” de 1985 cuando en ese estadio de Bélgica, una avalancha de partidarios de Liverpool y Juventus en una copa de final europea causó la muerte de 39 aficionados y 600 heridos. La UEFA sancionó a los clubes ingleses prohibiendo su participación en competencias europeas durante cinco años para frenar la violencia de sus fanáticos radicales, “hooligans” – afectándolos deportiva y económicamente.

La FIFA no ha vacilado en multar a federaciones y selecciones nacionales por incidentes de racismo, insultos y ofensas a jugadores, ha sancionado a árbitros por casos de corrupción y negligencia, y no ha dudado en expulsar indefinidamente a países como Bangladesh hasta que cumplan con la resolución de situaciones irregulares. Solo en 2006 selecciones como Turquía, Italia, Holanda y Francia, y equipos como el Real Madrid, han sido sancionados por diversos motivos – que van desde la violencia hasta casos de dopaje – sin distinción del poder y el prestigio que tienen sus ligas y federaciones.

En los estadios de fútbol se encuentran y se abrazan por un gol o por consolarse en la derrota etíopes y eritreos; hutus y tutsis de Ruanda; israelíes y palestinos y tantos otros jugadores y fanáticos cuyos representantes – a duras penas – se entienden en mesas de negociación; los partidos entre argentinos e ingleses se asemejan a una revancha de la Guerra de las Malvinas en términos cordiales y sin muertes; el famoso equipo de Chelsea – durante años asociado con “hooligans” violentos, fascistas, antisemitas y neo-nazis es ahora dirigido por el magnate ruso judío, Roman Abramovich, y con su ola de victorias, todos se olvidaron de sus prejuicios – y lo más importante – entre las grandes potencias que encabezan el “consejo principal de torneos”, en lugar de estar Rusia, Estados Unidos y China, como en el Consejo de Seguridad de la ONU, se encuentran países como Brasil, Argentina y España.

Si definiéramos a nuestro mundo como balón en lugar de planeta, quizás la FIFA sería la ONU y entonces, podríamos estar un poco mejor organizados y representados. Es está una propuesta, algo ilusa, de “gol-balizar” al mundo.

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