Contra la Corrupción: Tolerancia Cero (III)
Las consecuencias nefastas de la corrupción no solo son las más inmediatas que se relacionan con el uso indebido de los dineros del estado y de los gobiernos. La disminución de los recursos mismos para prestar mejores servicios e invertir en áreas vinculadas al desarrollo social y garantizar mejor calidad de vida de los pobladores, es una de las consecuencias del manejo inescrupuloso de los fondos nacionales de cualquier país. La corrupción creciente y manifiesta, en los países en desarrollo, se convierte en “detente” a muchas inversiones extranjeras transparentes. Las empresas serias evitan invertir en países en donde a todas luces se debe pagar un “extra” o “impuestos” ocultos para poder hacer efectiva una inversión. Por supuesto, es igualmente corrupta la empresa que se presta a esos mecanismos y que los contabilizan como parte de su presencia en un país determinado. El desvío de fondos es igualmente negativo y genera un impacto directo para mayores inversiones y mejoramiento de la calidad de vida de sus pobladores. Algunas estimaciones han indicado, por ejemplo, que hasta 30 billones en dólares de ayuda para África han terminado en bancos privados extranjeros. Esto es, dinero que debería ser invertido en las necesidades de una región tan excluida, termina en manos de personeros corruptos.
Esta realidad que ahuyenta al capital foráneo no especulativo, mina la posibilidad de generación de nuevos empleos, frena el crecimiento económico y por ende afecta el desarrollo social de una nación. Cuando los inversionistas consideran que las reglas del juego no son ajustadas a la ley, la desconfianza se apodera y las posibilidades de muchas inversiones importantes se pierden. Una vez más, los más afectados son entonces precisamente los pobres. Incluso muchas de las obras de infraestructura que se ejecutan tanto con recursos nacionales como internacionales, son sometidas a este flagelo. Nos conformamos muchas veces por el solo hecho de que los gobiernos invierten en infraestructura, aunque esa es parte de la función del estado, pero también hay que preguntarse cuánto se deja de hacer gracias a los beneficios no tangibles de una construcción, de una carretera, en la prestación de servicios que paso por la mano invisible de la corruptela y del beneficio fácil para algunos. Cuántas empresas se basan en el soborno para conseguir su cometido. Cuanto sobreprecio puede existir en muchos de esos esfuerzos. Por qué unos pocos se tienen que enriquecer con los recursos de muchos.