¿Dónde está el chavismo constitucional?
La fiscal Luisa Ortega Díaz reafirma frente a los medios de comunicación su condición de chavista, cada vez que tiene la oportunidad de hacerlo. Considera a la Constitución de 1999 uno de los legados más importantes del fallecido fundador del proceso bolivariano. A partir del principio según el cual “la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo… quien la ejerce… mediante el sufragio” (Art. 5) y de la progresividad de los derechos, ha denunciado el carácter fraudulento de las bases comiciales presentadas por Nicolás Maduro para convocar la Asamblea Nacional Constituyente. Como se sabe, Maduro pretende llamarla sin organizar el referendo consultivo que se deriva del artículo 347 de la Constitución.
A partir de esta diferencia, Luisa ortega Díaz se ha deslindado completamente del madurismo. Ya se había distanciado cuando, mediante las sentencias 155 y 156, el Tribunal Supremo de Justicia trató de despojar a la Asamblea Nacional de sus competencias y arrogarse esas atribuciones. En esa oportunidad, la Fiscal habló de la “ruptura del hilo constitucional”. Ambos episodios le han valido el deprecio y la persecución del madurismo, convertido en jauría rabiosa contra la cabeza del Ministerio Público.
Mucho se ha comentado que el giro de la Luisa Ortega Díaz no es casual, ni responde a una reacción impulsiva. Se dice que su comportamiento forma parte de una acción deliberada dirigida a alejarse del madurismo, versión bastarda del chavismo, por parte de un amplia capa de sectores que hasta hace poco tiempo formaron parte del oficialismo, pero que se separaron porque entienden la política en términos democráticos, ajustados a los principios de respeto a la dignidad y a los derechos humanos, a la alternabilidad, al pluralismo y a la convivencia pacífica establecidos en la Carta del 99.
Este chavismo constitucional, Fernando Mires dixit, se contrapone a un chavismo autoritario, hamponil y gorila, asociado con Maduro, que atropella el Estado de Derecho y desprecia la democracia. El chavismo constitucional estaría integrado por civiles (Ortega Díaz y el diputado Germán Ferrer), militares en condición de retiro (los generales Miguel Rodríguez Torres y Clíver Alcalá Cordones) y otros grupos del chavismo original, que entienden la gravedad de la crisis nacional y se sienten dispuestos a practicar la política como el arte de la acumulación de fuerzas mediante la atracción de aliados, la conquista del voto popular, la tolerancia en medio de las diferencias, el respeto al adversario, el sometimiento del estamento militar al poder civil y el ejercicio del gobierno en el marco jurídico constitucional.
De ser cierto que ese tipo de chavismo existe, que no es una ficción, ni una leyenda urbana, llegó el momento que se exprese con toda la fuerza que es capaz de desplegar. Para luego será muy tarde. Si el madurismo triunfa en esta batalla sin cuartel que el país libra contra la Constituyente Comunal, contra la cubanización definitiva del país, esa fracción ortodoxa del chavismo será barrida, tal como el madurismo ha prometido que hará con la AN, con el Ministerio Público, con las gobernaciones y alcaldías, con la autonomía del Banco Central y con los residuos de propiedad privada que aún quedan. Correrá la misma suerte que la oposición. Ambas corrientes están obligadas a librar una confrontación descarnada contra un adversario cruel, inescrupuloso y, lo peor, armado hasta los dientes.
El chavismo constitucional se ha expresado a través de las declaraciones de algunos de sus voceros más autorizados. Luisa Ortega Díaz, la más importante. Pero, estas voces son insuficientes. Su tono tiene que elevarse, lo mismo que la audacia de sus planteamientos. Percibo un miedo atávico injustificable en ellos a que se les vincule con la Mesa de la Unidad Democrática y sean absorbidos por la plataforma unitaria opositora. En las actuales circunstancias coincidir con la MUD no entraña ningún peligro. La MUD y todos los demás sectores que se oponen al régimen carecen de opciones: o se unen contra el proyecto totalitario de Maduro y la tiranía cubana, o serán aniquilados, tal como ocurrió en la isla caribeña hace sesenta años. La actual es una lucha entre la vida y la muerte. Las sospechas hay que ponerlas de un lado.
En Venezuela es obligatorio que todas las fuerzas democráticas se alíen para derrotar el proyecto dictatorial dirigido por Maduro y soportado por la cúpula militar, el TSJ, el CNE y la Defensoría del Pueblo, cómplices de los desmanes del régimen.
Dejar a Luisa Ortega Díaz sola, en la estacada, sería una inconsecuencia imperdonable. El chavismo democrático tiene que dar la cara e integrarse sin reservas al movimiento opositor.
@trinomarquezc