¿Chavista o Chavecista?
Varios amables lectores me han escrito refiriéndose al hecho de que la gran mayoría de las personas, dentro y fuera del país, llaman chavistas a los partidarios del presidente Chávez, en lugar de chavecistas, que ellos consideran que es lo propio. En efecto, son contadísimos los que dicen chavecistas, entre ellos mi admirada amiga Marta Colomina. Igual ocurre con la palabra chavismo, en lugar de chavecismo.
En principio tienen razón. De Chávez derivan naturalmente chavecista y chavecismo, como de López derivan lopecista y lopecismo; de Gómez, gomecista (en tiempos de Juan Vicente también se decía gomero) y gomecismo; de Pérez, perecista y perecismo, etc. Chavista y chavismo vendrían a ser, así, derivados anómalos. Sin embargo, su uso es general y está muy arraigado.
En estos casos, más que extrañarnos de la derivación impropia y antes de condenar su uso, debe tratarse de hallar la causa del fenómeno, que alguna debe tener. En materia de lenguaje estos fenómenos generalmente tienen su explicación, y no son caprichosos, como mucha gente cree, con razón muchas veces, pero no siempre. En el caso de chavismo la explicación es muy sencilla.
En la derivación se da una relación fonética muy estrecha entre la palabra derivada, y la palabra primitiva de la cual deriva. Una leve modificación fonética en la primitiva puede determinar cambios en la derivada. Si se pone cuidadosa atención al oírse uno mismo, y al oír a los demás, pronunciando el apellido del presidente, podrá observarse que generalmente decimos Chave, y no Chávez, es decir, como se dice popularmente, nos “comemos” la “z” final. Se trata de un fenómeno frecuente en nuestro idioma, en el que a menudo se suprimen los sonidos finales de muchas palabras. Naturalmente, al decir Chave, el derivado lógico es chavista. Esta supresión de la “z” final no se da en los casos de López, Gómez y Pérez, y por eso no se dice lopista, gomista y perista. Que la supresión se haga sólo en Chávez seguramente obedece también a razones fonéticas. Por ejemplo, es muy posible que en esa pronunciación anómala, Chave, influya una palabra fonéticamente muy cercana y de uso frecuente, como es llave.
Oiga el lector con especial cuidado la pronunciación, por sí mismo y por los demás, del apellido en cuestión, para que observe que se dice Chave, y no Chávez. No es fácil lograrlo, pues todo el mundo piensa que lo pronuncia como debe ser. Sólo poniendo mucha atención nos daremos cuenta de la supresión de la “z”.
Este fenómeno no ocurre sólo con Chávez. Es fácil observar que de Sánchez deriva sanchista (también de Sancho), y no sanchecista; de Velásquez y Velasco, velasquista, y no velasquecista; de Jiménez, jimenista (Pérez Jiménez da perezjimenista) y no jimenecista; de Rodríguez, rodriguista, y no rodriguecista; de Fernández, fernandista, y no fernandecista; de Hernández, hernandista, y no hernandecista, etc. No es que los derivados dichos en segundo lugar no existan ni que sean impropios, sino que la tendencia general es a pronunciar de la otra forma.
Las cuestiones de la lengua no son tan simples ni tan lógicas como a veces parece.
CONSULTANTES
A propósito de esta columna, y de “Con la lengua”, que se publicó durante diecisiete años en El Nacional, y ahora, todos los martes, en Tal Cual, recibo muchos comentarios, consultas y sugerencias de amables lectores, que mucho agradezco. De esos mensajes saco con frecuencia los temas para mis artículos. Muchos consultantes quieren que les responda de modo directo e individualmente, y algunos se molestan porque no lo hago. También hay quienes se disgustan porque no siempre les respondo, a través de mis columnas, con la rapidez que ellos quisieran.
El problema es que yo recibo un promedio diario de cien o más mensajes por correo electrónico, además de algunos por otras vías. La mayoría, por supuesto, no se refieren a mis escritos, y una buena cantidad son basura, que, desde luego, debo eliminar inmediatamente. Yo no tengo secretaria, ni asistente o ayudante de ningún tipo. Al abrumador trabajo de cada día debo agregar las tareas secretariales y las de mensajero. Por eso no puedo responder consultas de modo individual, sino a través de las columnas, salvo en contadísimas y muy especiales excepciones. Si lo hiciese, no tendría tiempo para más nada. Ruego a mis amables lectores tenerlo en cuenta, y que me brinden su comprensión y su benevolencia.
Oiga de lunes a viernes, a las 11,10 a.m., el micro CON LA LENGUA EN ONDA, por RADIO ONDA 107.9 FM, la superestación, en el programa de Mari Montes
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