En el Siglo 18 Rousseau nos alertó sobre la Iglesia Católica
Cuando yo estudié bachillerato en una combinación de liceos públicos y privados (y civiles y militares), me enseñaron que el “Contrato Social”[1] de Jean Jacques Rousseau, era “un pacto entre los ciudadanos y el Estado en el cual los primeros cedían ciertos derechos naturales al segundo en aras de la armonía social y la seguridad y existencia de la nación”, pero en ninguno de esos liceos, me enseñaron que—en ese Contrato Social (publicado en 1762), Rousseau también decía que :
La religión, considerada en conexión con las sociedades, ya sea en forma general o particular, puede ser dividida en dos categorías. La religión del hombre y la religión del ciudadano. La primera, sin templos, altares o rituales, y limitada a la devoción interior al Dios supremo y a las eternas obligaciones de moralidad; es la pura y simple religión del Evangelio, el verdadero teísmo, y podría ser llamada la divina ley natural. La religión del ciudadano es la religión establecida en un solo país; ésta le da a ese país sus dioses y sus especiales deidades tutelares; tiene sus dogmas, sus rituales, sus formas externas de adoración establecidas por ley ; y para la nación que practica esta religión; todo lo que esté fuera de ella es infiel, ajeno, bárbaro, y extiende los derechos y deberes del hombre sólo hasta donde ésta extienda sus altares. Tal fue la religión de todos los primeros pueblos, y nosotros podemos darle el nombre de ley civil o ley divina positiva.
Aunque muchos creen saber leer y escribir muy bien, pocos de esos muchos, han notado, que lo que Rousseau llamó en ese párrafo de su Contrato Social. “La religión del Ciudadano”, es lo que nosotros llamamos hoy “Constitución Nacional”, porque todo buen ciudadano, todo amante del Estado de Derecho y respetuoso de los Derechos Humanos, ve a su Constitución Nacional—exactamente en los mismos términos, en los cuales Jean Jacques Rousseau vio a su “Religión del Ciudadano” en la segunda mitad del siglo dieciocho.
Y Rousseau también dijo en ese mismo Contrato Social, lo Siguiente:
Existe un tercer y más curioso tipo de religión, el cual al darle a los hombres dos órdenes legislativos, dos gobernantes, dos patrias, los coloca a ellos bajo dos obligaciones contradictorias, y evita que ellos puedan ser al mismo tiempo hombres de iglesia y ciudadanos. Tal es la religión de los Lamas; esa es la de los japoneses, y esa es el Cristianismo Católico.
Y en esto, Rousseau estaba describiendo exactamente a la Venezuela del siglo 21—entre muchos otros países; porque: los venezolanos católicos tienen dos órdenes legislativos: el de su unicameral Asamblea Nacional y el de la unicameral Comisión Pontificia del Estado Vaticano; también tienen dos patrias: Venezuela y el Estado Vaticano; y tienen también dos gobernantes: a su Presidente de la República y al Papa—quienes como indicó Rousseau los colocan bajo dos obligaciones contradictorias: El soldado venezolano debe matar a su enemigo, pero el soldado cristiano debe ponerle la otra mejilla; el civil cristiano debe decirle “NO” a todo tipo de aborto, mientras que el civil venezolano debe decirle “SI” al aborto terapéutico—sólo para citar dos ejemplos puntuales.
Y es por eso mismo que la Dra. (Ph.D) Shadia B. Drury, Profesora de Filosofía y de ciencias Políticas de la Universidad de Regina, Canadá, observó:
El resurgimiento del islam militante ha conducido a algunos cristianos a imaginar que el cristianismo es una religión civilizada de amor y paz, en comparación al violento barbarismo del islam. Pero aquél no es, ni más moderado, ni menos fanático. Mi objetivo es demostrar que la libertad y la prosperidad de Occidente, han sido logradas a pesar del cristianismo, y no debido a éste. Es porque nosotros hemos destronado al cristianismo que nuestras sociedades son más libres y más prósperas que las sociedades islámicas. [2]
En otras palabras, la Dra. Drury, está de acuerdo con Rousseau, en que hay que separar a la Iglesia del Estado—sacarla de la Política—(“destronar al cristianismo; para lograr la libertad y la prosperidad”) siguiendo a la religión laica; a la “Religión Civil” de Rousseau; es decir, a la Constitución Nacional—Y en consecuencia—y como cualquiera puede verlo—como en Venezuela, nosotros no hemos destronado aún al cristianismo, nuestro país no es ni libre ni próspero.
[1] Jean Jaques Rousseau, The Social Contract, (El Contrato Social), Maurice Cranston, traductor, Londres : Penguin Books, 1968. [2] Shadia B. Drury, Terror and Civilization : Christianity, Politics and the Western Psyche, (Terror y Civilización : Cristianismo, Política y la Mentalidad Occidental), Nueva York: Palgrave Macmillan, 2004, Prefacio, pág. XIII