No accidentalmente como Don Quijote, sino deliberadamente
“Señor -dijo Sancho-, ya que vuestra merced quiere, a pesar mío, que sea alcázar la casa de mi señora Dulcinea, ¿es hora ésta por ventura de hallar la puerta abierta? Y ¿será bien que demos aldabazos para que nos oyan y nos abran, metiendo en alboroto y rumor toda la gente? ¿Vamos por dicha a llamar a la casa de nuestras mancebas, como hacen los abarraganados, que llegan, y llaman, y entran a cualquier hora, por tarde que sea?
Hallemos primero una por una el alcázar -replicó don Quijote-, que entonces yo te diré, Sancho, lo que
será bien que hagamos. Y advierte, Sancho, que yo veo poco, [o] que aquel bulto grande y sombra que desde
aquí se descubre la debe de hacer el palacio de Dulcinea.
Pues guíe vuestra merced -respondió Sancho-: quizá será así; aunque yo lo veré con los ojos y lo tocaré con las manos, y así lo creeré yo como creer que es ahora de día.
Guió don Quijote, y, habiendo andado como docientos pasos, dio con el bulto que hacía la sombra, y vio una gran torre, y luego conoció que el tal edificio no era alcázar, sino la iglesia principal del pueblo. Y dijo:
Con la iglesia hemos dado, Sancho.
Ya lo veo -respondió Sancho-; y plega a Dios que no demos con nuestra sepultura, que no es buena señal
andar por los cimenterios a tales horas, y más, habiendo yo dicho a vuestra merced, si mal no [me] acuerdo
, que la casa desta señora ha de estar en una callejuela sin salida”
Miguel de Cervantes Saavedra
El Ingenioso Hidalgo Don Quixote de La mancha
Segunda Parte, Capítulo IX , 1615
Inicio este escrito con una de las citas literarias más popularizadas En Venezuela, hija de España, expresada por Alonso Quijano, el personaje principal de la magistral obra de Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote: “con la iglesia hemos dado, Sancho”, a pesar de que casi todo el que cita esta frase dice: con la iglesia hemos topado, Sancho”, que como verán arriba, no es lo que escribió Cervantes
Y aunque en la obra de Cervantes, el hidalgo caballero se topa físicamente con una iglesia (un edificio), la cita es normalmente usada para referirse a la actuación institucional de la Iglesia católica apostólica romana o hasta de la actuación individual de cualquiera de los miembros de su clero.
Tal es el caso actual, cuando el gobierno de Venezuela tiene en estudio un proyecto de ley de educación pública laica (a diferencia de una educación pública religiosa), porque al enterarse de esto, los principales voceros del Vaticano, en Venezuela (el novísimo Cardenal Jorge Urosa Savino y las varias veces centenaria Conferencia Episcopal Venezolana) , han pegado sendos gritos al cielo, diciendo: “Quieren sacar a Dios de las escuelas” y “los venezolanos tienen derecho a una educación religiosa.”
Pero los sacerdotes son las personas menos indicadas para ser maestros o profesores, porque la principal misión de todo maestro y profesor—de cualquier nivel o asignatura—debe ser la de enseñar a pensar a sus alumnos: es decir, a utilizar la lógica, la argumentación, y el cuestionamiento de lo establecido para encontrar la verdad—y eso va en diametral oposición a la razón de ser de todo sacerdote católico, a quienes San Pablo les enseña, que la salvación sólo puede obtenerse creyendo (en la muerte y resurrección de Jesús): una creencia que no puede cuestionarse, como tampoco ninguno de los otros dogmas de la iglesia; como por ejemplo la divinidad de Jesús o la doctrina de la Santísima Trinidad, (que establece que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, a pesar de ser tres son en realidad una sola persona y el Único Dios), dogmas que no sólo contrarían a la lógica y al razonamiento, sino también a los fundamentos de las ciencias físicas, químicas, y biológicas. Y ni hablar de uno de los pilares fundamentales de las ciencias modernas que describe el origen y desarrollo de la vida humana, animal y vegetal (la Teoría de la Evolución de Darwin) que contradice al Primer Libro de la Biblia (el Libro del Génesis del Viejo Testamento), y a la que ningún sacerdote católico aceptaría como cierta. En síntesis, no debemos permitir que los sacerdotes eduquen a nuestros niños y adolescentes para que vivan en la ya desaparecida Edad Media.
Si la iglesia católica quiere enseñar religión, pues que lo haga en sus seminarios, en sus templos y en las escuelas y liceos que financie de su propio bolsillo, y a donde estudien aquellos niños , adolescentes y jóvenes adultos cuyos padres voluntariamente así lo deseen–no en las escuelas públicas donde deben estudiar obligatoriamente los venezolanos de menores recursos–y así sus creencias religiosas no sean católicas.