La danza de la muerte
La danza de la muerte, o lo que es lo mismo la danza macabra, fue una expresión típica del medioevo mediante la cual se pretendía evocar la universalidad de la muerte; esta se representaba por un esqueleto en torno al cual danzaban, alegóricamente, personajes que representaban al Papa, al Emperador, al obispo e incluso a un simple sacristán. Era una manera de recordarle a esos altos personajes que la muerte venía para todos y en ella de nada valían los gozos humanos.
En la música académica hay muchas versiones de la Totendanz, siendo una de las más conocidas la de Liszt. También va en la misma onda la danza macabra de Saint Saens, pero, refiriéndonos a la cultura popular, fue muy famosa la llamada danza de Lubeck en Alemania, considerada una obra maestra de la pintura, destruida en un bombardeo en 1942. Lo interesante es que esa pintura era una representación de todos los estratos sociales de la época, que peregrinaban tras de un esqueleto danzante.
Lo común es que la danza era considerada, por sus libertades, como una manera de desafiar u olvidar lo inexorable y, en cierta medida, una forma pagana de exorcizar o retardar su inevitable presencia.
En nuestro país tenemos personajes que bailan muchos ritmos e invitan a otros a unirse a la fiesta en situaciones inusuales y complejas, conviviendo con otras realidades en paralelo, donde hay personas que sufren y mueren. ¿Será que piensan que al danzar practican un ritual que, como en la Edad Media, aleja, sino la muerte física, al menos la política?.
Lo que si es evidente es que no logran despertar simpatías en un pueblo cansado ya de tanto sufrir.