El Vaticano sigue obsesionado con el sexo y empeñado en obstruír el avance de la ciencia
La Iglesia Católica azuzada por su nuevo monarca, Benedicto Décimo Sexto no sólo está acentuando el absurdo y la hipocresía de decir que «Dios es Amor», pero no para los homosexuales; y afirmar que defiende a la familia como núcleo fundamental de la sociedad, pero prohibiéndole a sus sacerdotes y monjas que formen familias.
No se trata de un error, es una clara y nítida e inexcusable intolerancia, hacia los seres humanos; hombres y mujeres, que por haber nacido con una anomalía genética, poseen una orientación sexual distinta a la heterosexual. Y también una deliberada obstrucción al avance científico. Porque, hace apenas 8 meses y medio exactamente el pasado 3 de junio de 2005 la revista científica Cell, en su volumen 121; páginas 785 a 794, publicó el resultado de la investigación científica llevada a cabo por los doctores Ebru Demir y Barry J. Dickson, del Instituto de Biotecnología Molecular de la Academia de Ciencias de Austria, que comprobó que el comportamiento sexual o las «preferencias sexuales» como se le denomina políticamente no es un comportamiento voluntario que las personas puedan decidir adoptar o no «porque les da la gana», y muchísimo menos un «pecado grave» como dice el Vaticano, sino un mandato genético que las personas no pueden reprimir, y un mandato genético defectuoso que no tiene «cura».
Es decir, el Vaticano sigue tan intolerante como cuando en el Siglo 17 intentó quemar vivo a Galileo Galilei, por enseñarle a la humanidad que la Tierra daba vueltas alrededor del Sol.
El vaticano absurdamente insiste en pleno Siglo 21, que a los seres humanos homosexuales, completamente saludables mental y físicamente completamente normales y capaces en todos los demás aspectos humanos distintos al sexual y que poseen los mismos derechos humanos constitucionales y legales que poseen las demás personas, debe apartárseles cual leprosos del Siglo 1ro., del resto de las personas, y debe negárseles el derecho a disfrutar de la compañía y el amor de un compañero o compañera; debe negárseles el tener a alguna persona que comparta su vida con ellos para formar un hogar; para tener a alguien que los cuide en caso de enfermedad, para tener a alguien con quien compartir sinceramente sus alegrías y tristezas, simple y llanamente, porque al Vaticano no le gusta . Un Vaticano, que por mandato real de Benedicto Décimo Sexto se va a embarcar una vez más en tratar de «curar» psicológica y religiosamente, algo que la ciencia ha demostrado contundentemente que no puede «curarse» , como por ejemplo, no puede curarse el Síndrome de Down.