Maduro pisotea al pueblo
Lo ilícito, lo fraudulento plantea hostilidad, crea violencia. Bajo los efectos del delito no crece más que intimidación, terror, y por último surgirá la reacción del opreso. Este delito se hace más espurio, si se pretende forjar mediante una inconstitucional Constituyente, a los preceptos que han de regir a la futura Constitución del país. Por esta vía nos lleva el fracaso político, social y económico del gobierno de Nicolás Maduro. De tal manera, su abusiva, descarada, torcida y mal intencionada interpretación de la Constitución de 1999, empuja a los venezolanos hacia las fronteras de lo incierto, para quedarse de manera fraudulenta en el poder, en detrimento de las libertades democráticas.
¿Por qué a este personaje “con dudosa historia de origen”, que de pronto aparece en la política nacional para masificar el hambre, desatar la inflación y llenar de sangre al suelo patrio de Bolívar, hemos de permitirle, además de violar leyes, que se mantenga en el poder por esta vía? ¿Por qué los venezolanos vamos a otorgar, que Maduro y toda su cúpula de poder, impongan la ley del fraude y radicalicen el totalitarismo? ¿Acaso, el criterio unipersonal y fraudulento con que llama a redactar a una nueva Constituyente sin la autorización del pueblo, no ofende al espíritu, a la ética, a la moral, a la democracia – y por qué no decirlo– al socialismo de los venezolanos? La impostura de Maduro hace retroceder, en más de dos centurias, al derecho institucional de la nación y la defensa de los derechos de personas. La Fiscal General de La República Luisa Ortega Díaz, lo dice: “La iniciativa de la Constituyente corresponde al 15 % de los electores inscritos en el Consejo Nacional Electoral (CNE) y con esta convocatoria (de Maduro) la participación popular ha sido reducida a su mínima expresión.” ¿Acaso el desacato a la Constitución, la represión armada y sangrienta, aplicada de hecho contra la inerme y pacífica población, no deslegitima al gobierno? Y ahora, a Maduro, le da por amenazar con más de 10 años de cárcel a quien se atreva impedir el sufragio de su Frankenstein.
Maduro, con su impostura, destruye el legado de su padre político. Se entrampa cuando impone una interpretación que no existe en la Constitución de 1999. Su interpretación es una quimera que devendrá en acontecimientos indeseables sobre la nación. Un conocido refrán dice: “El que siembra vientos recoge tempestades”. Por esto y mucho más, el país está indignado, rechaza la Constituyente y se resiste a someterse a las arbitrariedades de Maduro. Si el pueblo sigue en las calles con su persistente lucha no violenta, impedirá el fraude y obtendrá la victoria final. Porque, solo el pueblo y únicamente el pueblo, es el soberano y depositario del poder Constituyente.