Opinión Nacional

Francia Fronda, V

El cuarto acto. La última pelea. Llamada la Fronda del Gran Condé (1651 – 1652).

Condé logró la lealtad de algunas provincias (Provenza, Berry, Anjou, parte del Poitou) y negoció la intervención militar del ejército español.

En diciembre de 1651, con el apoyo del ejército español en los Países Bajos, Condé se introdujo en Francia con un contingente de unos siete mil hombres reclutados en Alemania y con parte de su fortuna personal, marchando rumbo a París.

El 2 de julio de 1652, el mariscal Turena al mando del ejército real se enfrentó al Gran Condé en el barrio parisino de Saint-Antoine. El Gran Condé derrotado, consiguió entrar en París, donde se atrincheró.

En agosto de 1652, el cardenal Mazarino al comprender que era su presencia lo único que separaba al rey Luís XIV del pueblo, se fué de nuevo de París.

En octubre de 1652, el Gran Condé abandonó París para refugiarse en los Países Bajos españoles.

En diciembre de 1652, Mazarino regresó a París para recuperar las riendas del gobierno y encontrase con un pueblo extenuado por las guerras, tanto internas como externas.

El final de las Guerras de la Fronda dejó como una consecuencia el fortalecimiento de la monarquía y la consolidación de Mazarino como cabeza del gobierno.

Se preparó, así, el absolutismo monárquico que representó el reinado de Luís XIV.

La Fronda dejó para la literatura política las “Memorias” del Cardenal Retz; dejó la discusión entre el rey y el reino, entre el soberano y la nación. Se clarificó que el parlamento defendía a los propietarios de los cargos públicos y favorecía la descentralización. ¿Pero era la Fronda antimonárquica? Claro que no. Veamos esta copla popular de aquel tiempo: “a mi rey lo respeto; pero tengo horror del bárbaro oficial que me tiraniza”. ¿Entonces? Fue un período de discusión de algunas ideas y de toma de posiciones y de cómo conquistarlas.

Se discutió las limitaciones del poder real: “el poder de los reyes es limitado y moderado, no pudiendo disponer de sus súbditos a su voluntad y placer”…”los reyes no tienen derecho a establecer impuestos sobre el pueblo sin su consentimiento”, así se conseguían expresiones en los escritos de ese entonces.

Desenvoltura, cinismo e inteligencia parece ser lo que inspiraba Paul de Gondi, el Cardenal Retz, a las personas. Aparentemente sabía que las cualidades de un ambicioso son la flexibilidad y la continuidad en la consecución de sus metas y pasaba, según otros, del maquiavelismo a la comedia italiana con gran facilidad. Apoyó a los Parlamentarios de la primera Fronda; pero los criticó duramente. Trato de formar un partido durante la segunda Fronda y fracasó. Comprendió adelantadamente el poder de la opinión y que la base del despotismo es el misterio; así mismo, que el principal actor de la Fronda era el pueblo. Tenia fe ciega en la verdad: “La verdad, cuando tiene quilates, arroja un cierto resplandor, al que no cabe resistir”.

Después de la Fronda, Francia da paso a la monarquía absolutista de Luís XIV. Supongo que le gustó el relato, el cuento, compatriota. ¿Y estos, los actuales del régimen, a quien engañan? ¿Quiénes son los ignorantes? Reflexión, discusión y acción. El derecho a la rebelión es muy antiguo. ¿Por qué este parlamento sigue legislando si no representa al pueblo llano? Del 100% de los electores solo sufrago el 15%. ¿Por qué siguen? ¿Por cuenta de quien siguen? ¿Qué ha pasado con 350 años de historia? Fin, por ahora.

Politólogo

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