Opinión Nacional

Rescate 1

Si, rescate. ¿A quien vamos a rescatar? A la Democracia y a la libertad venezolanas. Depende. ¿Depende de que? ¿Es posible? Veamos. No es fácil.

Queda poca continuidad y estabilidad de los mecanismos políticos propios de una democracia. Ni sombras de legitimidad, eficacia y efectividad.

Examinemos un poco este tema teniendo presente algunas ideas; una, tomada de la “voz” de esta supuesta revolución, como la de la búsqueda del “equilibrio social” (puede ser cualquier otro equilibrio, económico, político, etc., tal como se le oye); otra, de V. Pareto sobre su propuesta de “el estado de equilibrio”; una tercera, a manera de recordatorio, que un buen numero de regimenes llamados totalitarios no se ha caído por causas internas, algunos bastante conocidos, fueron derrocados con intervención militar, incluso, externa; y, una cuarta, tal vez repetitiva, que ningún régimen goza del apoyo total y/o el consentimiento total del pueblo, de los ciudadanos.

Afirma Pareto más o menos lo siguiente: que “el estado de equilibrio” es tal que si se introdujese en él cualquier modificación distinta a su grado de tolerancia, de inmediato, se produce una reacción tendiente a llevarlo a su estado real. Agrega, también, que todos los estados de equilibrio contemplan y poseen un aspecto dinámico, no son incompatibles con los cambios, con el progreso, pero no son siempre deseables y valiosos para todo el pueblo. Y, sin descubrir el agua tibia, podemos inferir que el “estado” de un sistema político esta en permanente proceso de ajuste.

La “voz” revolucionaria argumenta que todas las medidas comunistas y estatistas que toma el régimen son para encontrar “un equilibrio” (social, económico, político, militar, etc.) porque no existía, no lo había. Todo estaba inclinado hacia los ricos, nada hacia los pobres. Esa es su cantinela.

Pero ¿ante cual tipo y/o magnitud de ruptura del estado de equilibrio democrático nos encontramos en estos momentos?
Damos por sentado que cuando se produce cualquier alteración de tipo pequeña, de magnitud menor, con poco ruido para el estado de equilibrio del momento, el sistema democrático es capaz de responder sin traumas y sin cambios sustanciales en las relaciones de las instituciones democráticas para volver a un estado estable.

Pero cuando se produce una alteración grave, seria, de las instituciones políticas, como es el caso que nos ocupa con el actual régimen, con pérdida casi total de la legitimidad (ultima elección 15% si, 85% no), casi cero eficacia, nada de efectividad, con un orden de prioridades parecido a un juego de dados y/o lo que se antoje en un momento dado, una corrupción galopante, ausencia de aplicación del sistema constitucional y legal, métodos fascistas, inseguridad de todo tipo, creciente e insaciable burocracia estatal, despilfarro y regalos casi in cuantificables, prisiones administrativas como el control de cambios, etc., nos lleva, de plano, a replantearnos de nuevo asuntos tan importantes como: legalidad, legitimidad, elección con doble vuelta, etc., y rescatar la democracia y la libertad. ¿Cuál nuevo equilibrio? ¿En cuales condiciones? ¿Cuál nuevo estado? ¿Cuál autoridad? Etc., etc.

Un nuevo régimen pudiera llegar a establecerse ilegalmente (como ha ocurrido), pero tiene que ser legitimado después por un proceso democrático, y, sobre todo, tiene que operar desde aquel momento de acuerdo con las normas democráticas, algo que, según algunos, esta por verse y, para otros, es clavo pasado, ya no es posible.

¿Y el rescate de la democracia? ¿Y el rescate de la libertad? ¿Es posible? Requiere de unas condiciones. Así como para concurrir a un acto de votación también se requiere de unas expresas condiciones. ¿Cuáles condiciones? Sólo si se transita la vía electoral. Veamos:
Primera: Contar con la disponibilidad de un liderazgo de calidad no comprometido con la pérdida de eficacia y legitimidad del régimen existente y dispuesto a la creación de un nuevo gobierno con nuevas instituciones y que sería legitimado por los futuros procedimientos democráticos.

Segunda: Ese liderazgo debe ser capaz de conseguir ser aceptado por aquellos que siguen siendo leales al régimen saliente y en desbandada, así como por los que optan por ser desleales y, por tanto, pudieran ser partidarios potenciales de un régimen no democrático.

Tercera: Los lideres del régimen que perderá el poder por falta de eficacia, efectividad y por considerable perdida de legitimidad tienen que ser capaces de aceptar este hecho y facilitar la transferencia de poder más bien que oponerse a ella. Hay que exigírselos públicamente y tener una respuesta publica también.

Cuarta: Los lideres del régimen que perderá el poder y que tienen una obligación con ciertos objetivos políticos, ideológicos e intereses, deben comprometerse públicamente y hay que exigírselo, a subordinarlos para salvar la democracia porque es probable que exista la tentación a resistirse. Tal hecho pudiera desembocar en el régimen autoritario marxista pleno y/o en la guerra civil abierta.

Hay que reforzar la capacidad y la confianza en las convicciones democráticas del liderazgo a cuyas manos se transfiere el poder.

Quinta: Tiene que darse un cierto nivel de indiferencia y pasividad en el pueblo durante el desenlace final de este fatídico régimen.

El rescate y la reinstalación de la democracia es posible y factible y la oposición a este régimen concreto debe ser capaz, además, y ahora, de controlar y neutralizar al sector de la oposición que pone en duda al sistema democrático de gobierno. En este juego hay mucho de engaño y de cálculo a nivel político. Alguno puede pensar que el solo pudo y/o puede precipitar la caída del régimen y llegar al poder. Casi se impone un gobierno inmediato de coalición, como en otros tiempos.

Estas condiciones para el rescate de la democracia enumeradas, no son únicas y, ojala, usted agregue algunas, se presentan como un conjunto excepcional de agentes. Tampoco el tema se agota aquí.

Se inicia con un liderazgo fuera del régimen totalitario marxista ineficaz y en aparente boga en Venezuela y tolerable para algunos de sus partidarios; al mismo tiempo, el nuevo liderazgo no comprometido con el régimen del innombrable tiene que ser capaz de atraer al nuevo gobierno a muchos de sus contrarios y aislar a los enemigos irreconciliables. También tiene que comprometerse públicamente a legitimar al nuevo gobierno por medios democráticos y a continuar funcionando con instituciones democráticas.

El verdadero y último paso del rescate de la democracia se produce cuando el pueblo elector este mayoritaria y evidentemente dispuesto a concurrir con libertad a las votaciones, sin presiones, con seguridad y condiciones para elegir y aprobar “la despedida” o “salida” del régimen totalitario marxista, a dar una aprobación condicionada por la confianza en la capacidad del nuevo gobierno. ¿Le parece? ¿Quiénes son parte, ahora, de ese nuevo liderazgo de calidad? ¿Quiénes están jugando sinceramente al restablecimiento de la democracia? Recordemos que en tiempo no remoto “la voz” prometía más democracia, más participación para el pueblo. Vana esperanza. Ahora tenemos en la autopista del devenir un totalitarismo marxista con los peores y más graves vicios de regimenes anteriores. La experiencia nos indica que por cada revolución supuestamente exitosa surgen mas contrarrevoluciones victoriosas con afianzamiento del status quo, perdida de lo supuestamente obtenido y gran costo para los radicales. ¿Depende? “Sin contrarios no hay progreso” W. Blake.

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