Trujillanismo
El Dr. Segundo Barroeta es un eminente médico trujillano residente en Barquisimeto desde hace muchos años. Lo cual no le ha impedido mantener un vivo contacto con su tierra natal, a la cual conoce palmo a palmo, lo mismo que su cultura, que hace, por cierto, de Trujillo una zona peculiar dentro de la región andina. Siempre se ha dicho que los tres estado andinos, dentro de la unidad geográfica y cultural que sin duda tienen, guardan ciertas particularidades que los hacen un poco diferentes. Lo cual es empíricamente perceptible, pues, ciertamente, entre un tachirense, un merideño y un trujillano, sin dejar de ser todos andinos, el trato y la relación de convivencia permiten distinguir ciertas diferencias, a veces muy sutiles, pero evidentes, plasmadas en costumbres, creencias y peculiaridades lingüísticas.
El ejercicio de la Medicina no le ha impedido a Segundo Barroeta ocuparse de otras cosas, que en su caso no son simples quehaceres para llenar el tiempo libre, aunque de hecho las realice como aficionado y no como profesional. Especial predilección ha sentido por las cosas del lenguaje, y a su estudio ha dedicado muchas horas con un criterio científico, hasta el punto de que, sin ser un lingüista propiamente, sus investigaciones en ese campo son de una gran seriedad, y constituyen valiosos aportes a la filología venezolana.
Fruto de esa preocupación y de esos trabajos es un precioso libro, Diccionario de voces trujillanas, con prólogo de Manuel Bermúdez –apureño cuasi-trujillano por vía conyugal–, que recientemente fue editado por la Dirección de Cultura de la Universidad Centrooccidental Lisandro Alvarado. En sus casi trescientas páginas, el autor recoge por lo menos una buena muestra del acervo lexical de sus paisanos trujillanos. Muchos años de paciente observación y recopilación del habla de su pueblo debió dedicar a esa fascinante tarea, esfuerzo ampliamente compensado con este libro, amén de algunos trabajos suyos anteriores –antecedentes de este– destinado a servir al mismo tiempo de lectura grata, y de fuente preciosa para quienes en nuestro país, y fuera de él, se ocupan de esta importante área del saber.
Se trata de un libro escrito sin pretensiones técnicas, ni para uso exclusivo de los especialistas, sino para todo público. Por eso su lenguaje, además de estar escrito con gran propiedad, resulta muy sobrio y ameno, por lo que su lectura proporcionará al lector un magnífico disfrute, al mismo tiempo que enseñanzas muy valiosas sobre el habla venezolana.
Particularmente interesantes son las referencias que Barroeta hace a expresiones trujillanas que se dan en otras regiones, pero con distinto sentido. Un buen ejemplo es el del vocablo guaro:
«Guaro. Pene, tonto, bobo. Estas acepciones contrastan con lo que la misma palabra significa en el Estado Lara, limítrofe oriental del EstadoTrujillo, en donde con esta palabra se designa a un tipo de loro, y desde tiempos inmemoriales pasó a ser emblemática de sus habitantes que se llaman entre sí y orgullosamente se hacen llamar guaros, aparte de que la expresión Na’guará es en el ámbito nacional algo así como el grito de guerra y la cédula de identidad de los larenses. ‘Mire, compadre, uno no debe ser tan guaro, porque por ai cualquier vivo o hecho el vivo quiere hacer fiesta con lo que nos ha costao tanto trabajo’. ‘Dígale a Tanislao que se avispe, que no sea guaro, que la familia de la mujer lo está robando».