El verdadero disparate
“Si bien no se puede decir, sin ser un insensato
que el mundo es un disparate, el pensamiento
del hombre y el alma humana son unos puros disparates.“
Ramón Gómez de la Serna.
EL VERDADERO DISPARATE ES ATINADO SIEMPRE
Cosa fuera de razón, salida de razón y contraria a ella nos dicen los diccionarios que es el disparate. Cosa fuera de razón, que sale fuera de la razón puede serlo. Pero ¿contraria a ella? El disparate puede dispararse contra todo, lo vivo y lo muerto, el hombre o las cosas; lo único que no puede es ir contra la razón de la que sale o que lo dispara.
No se hizo la razón para el disparate, es verdad: pero sí se hizo, y se hace el disparate para la razón: para darle cauce y sentido, dirección y finalidad al pensamiento. Por eso, en esta época de crisis hemos de empezar por reivindicar razonablemente para el disparate aquellas consideraciones que les corresponden: las de la primacía del pensamiento.
El verdadero disparate es atinado siempre. Por razonable o por racional: o por razonablemente irracional. Pues el disparate no es, ni puede equivaler al desatino, y es los más opuesto, lo más contrario a la tontería. Aunque en el lenguaje habitual se suele confundir.
Generalmente, cuando alguien nos dice que piensa hacer un disparate, es que va a hacer una tontería. Y efectivamente, el que tal dice, acaba por hacer lo que ha empezado por decir una tontería. Porque decir que se piensa hacer un disparate es ya una tontería. El disparate no se dice, se hace, pues cuando el disparate se dice, cuando el disparate se puede decir, es que ya se ha hecho. Del decir al hacer, en el disparate, no hay trecho alguno. El disparate es siempre dicho y hecho. Por eso es poético: creador. Y cuando el pensamiento se dispara de este modo, explosivo, luminosamente como el rayo alcanza la máxima velocidad: la de la luz. Y de ahí, el que se diga “rápido como el pensamiento”; como el pensamiento disparatado, que es el pensamiento relampagueante, luminoso. Eso otro, que también suele llamarse una idea luminosa es siempre un disparate.
Lo esencial del disparate es tener razón: para dispararla. El disparate está cargado de razón sino no se dispararía. Y un disparate que no se dispara no es un disparate es un dislate o un desatino o una tontería.
El disparate es, como si dijéramos, ese disparo de lo dispar que es lo más chocante del hombre: lo definitivo del hombre. Y el disparate es eso: el hombre mismo. El hombre íntegro, total: el hombre entero y verdadero; el hombre único.
En este humano radicalismo disparatado se encierra el secreto de toda nuestra poesía española. Secreto que se encuentra en el disparatado amor de la santa escritora de Avila que dice:”Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero: / que muero porque no muero”. ¿Qué disparate mayor que éste? Morir por no morir. Vivir muriendo. Morir viviendo. Esta desesperada espera: esta desigual o dispar expresión viva de su ser que la disparata en el tiempo. Es esta la razón de ser de todas la s formas disparatadas de nuestra poesía., de todos estos disparatados lenguajes poéticos.. Del lenguaje disparatado de nuestros mejores artistas; en pintura, en arquitectura, en escultura, en música.
Esta humanización del arte es la verdad disparatada que caracteriza al verdadero arte español. La verdad humana de nuestro más vivo pensamiento que se nos aparece plenamente arraigado en el pueblo. Toda la literatura española está escrita con la sangre del pueblo español; y esa sangre, como decía Lope, “nos grita la verdad en libros mudos” y es la misma que sigue gritándonos hoy su misma verdad disparatada. La verdad que salta a los ojos. Por eso nos dijo en estupendo disparate Calderón que: “el delito mayor / del hombre es haber nacido”.