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¿Por qué les escribo a los militares?

Algunos lectores y muchos amigos me han preguntado las razones que puedo tener para dirigirme permanentemente en mis artículos a los miembros activos de la Fuerza Armada Nacional. Creo que debo dar una explicación. En Venezuela, así lo enseña nuestra historia, los militares han sido siempre factores fundamentales en su devenir como Nación. Todas las crisis políticas ocurridas durante el siglo XX, fueron resueltas mediante su intervención. Es por ello que nuestro pueblo ve, en este momento, hacia la Institución Armada, creyendo de buena fe que ella podría influir decisivamente para resolver la actual tragedia nacional. En cualquier organización militar están presentes ciertas realidades que pueden justificar esa esperanza: los cuadros militares están integrados por distintas generaciones y diferentes maneras de pensar. Esta circunstancia comporta importantes consecuencias: los hechos históricos y sus actores son percibidos de manera cambiante. Un ejemplo a analizar es la relación con la imagen de Hugo Chávez. Es posible, que la admiración que por él pudieron sentir promociones cercanas a su tiempo de oficial activo, no sea la misma de otras generaciones, que al contrario, critiquen severamente los resultados de su actuación.  De igual forma, no se puede evitar que el profundo rechazo de nuestro pueblo a la actual crisis política, económica y social se transmita desde el grupo familiar al oficial activo. Eso significa, que la creciente tragedia nacional presiona sobre el descontento militar.

Un ejemplo muy útil para explicar el trascendente protagonismo histórico de la Fuerza Armada Nacional en el siglo XX venezolano lo encontramos en el derrocamiento de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, en enero de 1958. De esa experiencia se pueden obtener algunas lecciones que podrían ayudar a encontrar distintas alternativas de solución a la tragedia venezolana. En el año1957, Venezuela enfrentó una delicada situación política en medio de una creciente crisis económica. El descontento político, entre otras causas, era producto del final del período presidencial, la intención del general Pérez en hacerse reelegir y la imposibilidad constitucional de poder hacerlo. La oposición democrática planteó que se podía permitir su participación en las elecciones, después de una necesaria reforma constitucional, si el régimen dictatorial aceptaba la candidatura de Rafael Caldera y convocaba a elecciones directas, universales y secretas. Su respuesta fue una violenta persecución contra el posible candidato, la suspensión de las elecciones y la convocatoria a un plebiscito. La insatisfacción social, que arreciaba ante la imposibilidad del gobierno nacional de cancelar la totalidad de la excesiva deuda interna adquirida para realizar las obras públicas a inaugurarse el 2 de diciembre de ese año,  tuvo dos importantes expresiones: la pastoral del 1° de mayo de monseñor Rafael Arias Blanco y las protestas estudiantiles del 21 de noviembre. El plebiscito se desarrolló sin problemas gracias a la intimidación y a una fuerte represión. Parecía que todo estaba bajo control.

En la madrugada del 1 de enero de 1958, los sorprendidos caraqueños escucharon el sobrevuelo de los aviones Camberra y el bombardeo a Miraflores. Rumores de todo orden empezaron a circular: la guarnición militar de Maracay se insurreccionó y las unidades acantonadas en el cuartel Urdaneta se declararon en desobediencia. Al día siguiente, el alzamiento fue controlado. El 21 de enero se produjo un paro general. Un nuevo acto de desobediencia en la Escuela Militar y en la Escuela Básica, en la noche del 22 de enero, corroboró el profundo descontento existente en las Fuerzas Armadas. El mismo general Pérez entendió que su permanencia en el poder sólo podría lograrse mediante un indeseado derramamiento de sangre. Las conversaciones telefónicas establecieron la solución: el dictador saldría en avión desde La Carlota y en Miraflores se constituiría una Junta Militar de Gobierno presidida por el contraalmirante Wolfgang Larrazabal con representación del Ejército y de la Guardia Nacional, la cual se abocó a crear las condiciones para que se realizaran las elecciones presidenciales libres y democráticas. ¿Qué había ocurrido? La propaganda oficial mantenía que el régimen era un gobierno de las Fuerzas Armadas. Una inmensa falsedad. El malestar interno se había originado por varias causas: la decisión política del plebiscito no contaba con el apoyo de los cuadros militares; no existía el deseado relevo generacional en los mandos; el ingreso familiar, al igual que para el resto de la población, era insuficiente; el nivel de corrupción de la camarilla militar generaba un gran malestar; y las detenciones y atropellos por parte de los agentes de la Seguridad Nacional, en contra de quienes se atrevían a disentir, incrementaban el rechazo al régimen.

Actualmente en Venezuela, como dije anteriormente, se viven circunstancias políticas y militares similares, pero mucho más graves que las existentes durante la crisis que produjo el derrocamiento del general Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Comparemos las dos crisis políticas. El régimen pérezjimenista decidió convocar al plebiscito, violando la constitución nacional de 1953, convencido como estaba que en una elección universal, directa y secreta, sería derrotado como ya había ocurrido en las elecciones presidenciales de 1952. Nicolás Maduro tomó la decisión de sabotear la realización del referendo revocatorio presidencial y suprimir las elecciones regionales, para, en su lugar, convocar a una espuria Asamblea Nacional Constituyente Comunal, violando el principio fundamental de toda elección democrática, una persona un voto, y el espíritu de la Constitución de 1999 al descalificar el principio establecido en los artículos 5 y 347 constitucional que afirman “la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta constitución, e indirectamente, mediante el sufragio por los órganos que ejercen el poder público” y “el pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder, puede convocar a una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar al Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva constitución”. Confundir aviesamente, la iniciativa de convocatoria con la convocatoria propiamente dicha, como intenta Nicolás Maduro, sin entrar a considerar lo que esconde esta pretensión y las condiciones para su votación, es sencillamente consumar, de manera definitiva,  el golpe de Estado que ha venido realizando, con sus tantos abusos de poder.

La actual crisis económica y social es mucho más delicada que la de 1958. Marcos Pérez Jiménez sobregiró el presupuesto nacional en casi dos veces, en su interés de inaugurar grandes obras públicas, como propaganda de su gobierno, ante la cercanía del plebiscito. Al no poder cancelar a tiempo la totalidad de la deuda se produjo la amenaza de una inminente quiebra de todo el sistema financiero y comercial de ese tiempo, con un incremento grave del desempleo. De todas maneras, no comprometió el destino de Venezuela como si lo han hecho Hugo Chávez y Nicolás Maduro  al endeudar al país,  interna y externamente, hasta niveles inmanejables, agotar las reservas internacionales, destruir nuestra industria petrolera y todo el aparato productivo nacional, así como implantar un sistema de represión y terror, destinado a asfixiar la protesta contra sus desmanes. Las consecuencias están a la vista: hambre y muerte ante  la escasez de productos de primera necesidad y medicinas.

Por estas razones, amigos lectores, es que insisto en dirigirme a mis compañeros de armas. Y una vez más, respetuosamente, les pregunto al ministro de la Defensa, al Alto Mando Militar y a todos los miembros activos de la Fuerza Armada Nacional: ¿Puede nuestra Institución continuar siendo el sostén de un régimen que viola flagrantemente la Constitución Nacional y compromete el destino del país y de nuestras futuras generaciones? ¿Es moralmente aceptable que ustedes continúen reprimiendo salvajemente a los venezolanos que, con firmeza y valor protestan ante tanta injusticia?  ¿Van ustedes a permitir que en Venezuela se inicie un proceso de violencia sin que se tomen a tiempo las medidas necesarias para impedirlo? ¿No puede la Fuerza Armada Nacional impulsar un trascendente acuerdo político que permita resolver la grave crisis nacional?  Ustedes tienen la última palabra. Piensen en las graves responsabilidades que están asumiendo y en el juicio de la historia.

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