El legado de Chávez: QEPD
En la conducción del país no hay dudas ha fallado por parte del gobierno el tino, la mesura, la responsabilidad y demás. Del proyecto y tesis enarboladas por Chávez a finales de los años noventa hoy no queda nada o prácticamente nada. La realidad, la cruda realidad, los hechos cotidianos de la Venezuela actual dejan claro que la revolución bolivariana perdió su norte, se extravió, sucumbió entre traiciones, corrupción, ineficiencia, hostilidad y la ruina del país y los venezolanos.
El hambre, la miseria, la corrupción, el militarismo ramplón y represivo, el saqueo del erario público, la destrucción de las industrias, la afectación de los campos y pequeñas y medianas empresas, la muerte de miles de venezolanos por carencia de medicinas, otros por hambre y ni hablar de los 30 mil muertes anuales por hampa común o más de medio centenar de jóvenes asesinados por parte de los cuerpos de seguridad estatal y paraestatal, nada de eso tiene que ver con las propuestas que dieron vida a la llamada revolución. De lo planteado en aquellos años y lo que hoy observamos en el país sólo quedan tres grandes e inobjetables realidades:
Primero, la Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999 la cual ha sido violentada hasta la saciedad por parte de los actores políticos, los propios poderes públicos, el gobierno e incluso el máximo tribunal de la nación. Que paradójico el legado de Chávez y el único producto constatable de la revolución es la Constitución Bolivariana de Venezuela de 1999 y hoy se intenta anular, se patea, se desconoce por parte de las ejecutorios del presidente Maduro.
Segundo, queda un pueblo traicionado, una sociedad a la que le vendieron sueños, ideales y esperanzas, nos hablaron de país potencia, nos vendieron que seriamos un mar de felicidad, una sociedad, una economía, una industria moderna, pujante con altos niveles de crecimiento, progreso y desarrollo, prácticamente no habría producto, bien o servicio que no lográramos desarrollar y terminamos con unos niveles de dependencia atroces que representan que cerca del 80% es importado y foráneo y por supuesto las malas decisiones de malos políticos han producidos daños a toda una colectividad y sociedad.
Tercero, la revolución bolivariana logró en menos de dos décadas devastar al país, destruyo su economía, hizo de Venezuela uno de los países más ricos del continente un país de hambrientos y desnutridos y son esos hambrientos y desnutridos, junto a las mujeres, a los estudiantes a millones de venezolanos quienes se apartaron del gobierno, quienes por maltratos, sufrimientos, engaños y mal vivir terminaron aborreciendo al gobierno y a la revolución. La mala gestión de estos malos políticos y dirigentes sólo ha restado apoyos. Y por supuesto en la historia de Venezuela y del chavismo el presidente Maduro aparecerá no precisamente por ecuánime, responsable, diligente sino por haber hundido al país en su peor crisis y a la vez haber sepultado el legado de Chávez.
Venezuela está reescribiendo su historia este ensangrentado año 2017, y sobre los odios, las balas, sobre las lacrimógenas, sobre el dolor de nuestros jóvenes asesinados por los excesos de los cuerpos de seguridad e irregulares, está surgiendo un venezolano y una sociedad que precisamente la desventura, el dolor y la traición la están haciendo unirse, cohesionarse y levantarse. La Venezuela actual se está cimentando sobre el coraje, sobre la reciprocidad entre venezolanos que se ayudan no sólo para comer, sino para intercambiar medicinas y curar sus enfermedades y padecimientos. Los venezolanos todos hemos entendido que el país no puede seguir al garete y con un gobierno que acabo textualmente con las oportunidades, acabo con el empleo, acabo con sus finanzas, reservas, industrias pero que gracias a Dios y al ADN democrático del venezolano no pudo acabar con el valor intrínseco de la libertad y la democracia.
La historia condenará a quienes socavaron y menoscabaron derechos fundamentales, quienes se apropiaron de los dineros públicos, quienes empuñaron sus armas para acabar con la vida de venezolanos inocentes a los que el Estado no les garantizó ni el derecho a la protesta, ni mucho menos el derecho a la vida. La historia y la población condenaran a quienes no supieron leer al país, quienes no interpretaron el dolor, los quebrantos y anhelos de una sociedad que no merecía la traición, el maltrato, las penurias. Lo que mal arranca difícilmente puede terminar bien vean como terminan sus días la revolución y el gobierno. No pueden obviarse los daños patrimoniales, humanos, morales y espirituales sobre los cuales la sociedad venezolana tendrá que levantarse, en ese proceso de reconstrucción nacional que más temprano que tarde iniciaremos los venezolanos y donde todos sin excepción debemos coincidir.
Profesor de la Universidad de Los Andes
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