!Qué Bueno!: Europa no le para al Papa
Si alguien conoce muy bien a la Iglesia Católica, es Europa—la víctima durante más de dos milenios de las absurdas excentricidades, manías, atropellos y barbaridades perpetrados por numerosos papas, cardenales, arzobispos, obispos, curas, monjes y monjas—entre los que se pueden mencionar los secuestros de niños judíos para criarlos como cristianos, numerosos y horribles abusos físicos y psicológicos contra indefensos niños recluidos en orfanatos—y de infantes en las escuelas—administrados por la Iglesia Católica, los abusos sexuales en contra de niños monaguillos; las horribles torturas físicas y psicológicas—y homicidios—de personas calificadas de herejes, apostatas o ateos; sin olvidar la venta de indulgencias para que quienes se sentían pecadores pudiesen evitarse un determinado número de días en el “infierno” o en el “purgatorio”—y el de condenar como “pecador” a todo niño nacido de padres cristianos, los que si fallecen sin ser bautizados, no pueden ir al “cielo”, a pesar de que esos tres lugares mencionados y entre comillas no existen—y a pesar de que quizás no puede existir nadie más inocente e indefenso que un bebé humano recién nacido.
Los perjuicios sociales masivos que la Iglesia Católica le ha causado a la humanidad aún no se detienen. Todavía en marzo de 2007, ordena convertir en parias sociales a quienes debido a una mutación genética nacieron como homosexuales—quienes aparte de ese comportamiento y sentimientos que no pueden evitar porque es parte de su naturaleza—tienen exactamente las mismas capacidades que las personas heterosexuales de convertirse en hombres y mujeres útiles a si mismos, a sus familias y a la sociedad en cualquier capacidad de las artes, las ciencias, o cualquier otra ocupación humana.
Adicionalmente; la iglesia católica sigue siendo una institución eminentemente misógina al creer que la mujer es inferior al hombre—que muchos creen que un detestable defecto único del Islam—y está obsesionada en una forma evidentemente absurda con las relaciones sexuales, como lo ejemplariza su cacareada “defensa de los valores familiares” mientras simultáneamente le prohíbe a sus sacerdotes monjes y monjas formar su propia familia—le exige a los jóvenes que “se mantengan alejados de la sensualidad”—lo que es un imposible porque va a contrapelo del instinto sexual que evolucionó durante miles de millones de años—y que ni los jóvenes, ni los viejos, ni ningún ser humano puede evitar, sin convertirse en “algo raro” y experimentar infelicidad e insatisfacción que podría acarrear trastornos psicológicos, como sin duda deben padecerlos todos los miembros no-laicos de la Iglesia Católica.
Y como si la larga lista de perjuicios sociales masivos nos fuesen suficientes, la Iglesia Católica sigue empeñada en entrometerse en la política—en todos los países del mundo—como si todavía fuese la omnipotente institución a cargo de coronar monarcas durante la Edad Media y épocas anteriores;
Que han causando gravísimos y extensos daños sociales, como lo ejemplariza la atroz epidemia de VIH-SIDA en África, que continúa extendiéndose en parte por la insistencia del Vaticano y de sus curas, monjes y monjas, para que no se use ningún medio anticonceptivo; especialmente el condón—algo que no es una primicia, ya que la epidemia del mortal virus ébola en África, también fue magnificada por las primitivas técnicas sanitarias y la ausencia de asepsia de los hospitales mantenidos en África por misioneros católicos belgas; y no deberían olvidarse sus anacronismos de prohibir el divorcio y negarle la hostia a los divorciados; así se hayan vuelto a casar—y otros problemas sociales “menores” como la reciente desestabilización del gobierno del Primer Ministro italiano; Romano Prodi, y la paralización del congreso chileno, por empeñarse en que deben convertirse en ley los muy sectarios y extremistas puntos de vista católicos.
Cuál atrocidad social masiva puede ser mayor que los abismos que existen actualmente en cuanto a los niveles de prosperidad, desarrollo social y económico; pobreza y miseria, que existen actualmente entre la América Latina no sólo eminentemente católica, sino con una muy influyente y entrometida en política Iglesia Católica, y los Estados Unidos de América, donde no sólo la iglesia católica está en minoría, sino que la Constitución nacional de ese país establece una obligatoria separación entre la iglesia y el estado, que incluye la exclusión de la religión—de cualquier religión—en el sistema de educación pública y en las ejecutorias de cualquier despacho público (ejecutivo, legislativo o judicial—de cualquier nivel—ya sea nacional, estadal, municipal, o comunitario).
Es probable que el constante avance del conocimiento científico sea el que esté guiando a Europa lejos de los dogmas y otras creencias religiosas católicas; como por ejemplo: El descubrimiento del naturalista británico Charles Darwin de que todas las especies vivas que habitan la Tierra (vegetales y animales) evolucionaron mediante la selección natural, comprobó que es mentira, que “Dios creó al hombre y a todo el resto de las criaturas)—y los biólogos moleculares ya hasta están en capacidad de determinar cuales genes específicamente hacen diferentes a las mentes de un bonobo o de un chimpancé (nuestros parientes más cercanos), de las de un ser humano—es decir: cuáles son los genes que conforman lo que los curas católicos llaman “alma” y los científicos “mente”.
Eso quiere decir, que el “Paraíso Terrenal”; y “Adán y Eva” nunca existieron—son otras mentiras cristianas—y en consecuencia, también es mentira que exista un “Pecado Original” y que los bebés recién nacidos de padres cristianos tienen que ser bautizados para “salvar su alma”.
Es larga la lista de las mentiras cristianas—incluyendo a la “Palabra de Dios” que supuestamente contiene la Biblia, por cuanto el Dr. Bart D. Ehrman; Ph. D. en Teología Cristiana, y experto mundial sobre el Nuevo Testamento y la vida de Jesús de Nazaret—luego de invertir treinta años de su vida en revisar los manuscritos y papiros de la antigüedad—comprobó que las palabras que contiene la Biblia—no son la “Palabra de Dios”—sino las palabras de antiguos escribas; muchos de ellos, sacerdotes cristianos, comenzando por Pablo de Tarsus (Conocido domo “El Apóstol San Pablo”), quien fue el inventor del cristianismo.
Es por ello gratificante que los europeos se hagan de oídos sordos ante las más recientes exigencias de Benedicto Décimo Sexto que los invita a “recordar su historia y mantener a Europa regida por los valores cristianos”—que fue una clara intolerancia étnica y religiosa en contra de los habitantes europeos que son musulmanes, hindúes, judíos, o de otras creencias religiosas; y a “no favorecer al peligroso individualismo”—que pretende regresar a la humanidad hacia el “hombre-masa”—a los rebaños humanos de la Edad Media y épocas anteriores—y que es un imposible, ya que cada ser humano es único; sin duplicado, como lo han demostrado las huellas dactilares por siglos y más recientemente el ADN.
Peligrosas son esas anacrónicas ideas de Benedicto, porque absolutamente todos los progresos humanos—artísticos, científicos, y de toda otra índole—han sido debidos al ingenio, creatividad y esfuerzo, de individuos; nunca de grupos, colectivos ni masas.
Los venezolanos—si queremos salir del atraso, la pobreza y la ignorancia que padecemos, debemos seriamente, sacar a la iglesia católica de la educación pública—y de la política—y si el Vaticano quiere seguir construyendo iglesias, monasterios, escuelas, liceos y universidades; en nuestro país, pues que los pague de su propio bolsillo—que subaste los inmensos tesoros que posee en sus arcas de Roma y otros lugares de Europa, que ha acumulado durante más de dos milenios.