Opinión Nacional

Pedro Calderón de la Barca (1600-1681)

“Que el vivir es solo soñar;
y la experiencia me enseña
que el hombre que vive sueña
lo que es hasta despertar.”

Calderón de la Barca.

LA VOZ DEL SOÑADOR IMPERIAL

El hombre que vive, sueña. El hombre vive lo que sueña. El hombre empieza por vivir lo que sueña, y acaba por soñar lo que vive. Empieza por soñar lo que es y acaba por ser lo que sueña. Somos, estamos hechos, de la misma materia, de la misma estofa que nuestro sueño, dice Shakespeare. El hombre viviendo -dice el poeta- “sueña lo que es hasta despertar”. ¿Hasta despertar? ¿Luego el hombre despierta de ese sueño en que vive? ¿En que sueña que vive soñando? ¿Qué puerta encontraremos para salir de ese conceptuoso laberinto en que nos adentra el poeta con su conocida comedia, con todas sus comedias, de sueño, de vida? Puerta secreta, escondida, tapada. Puerta de perdido paraíso. Puerta que una sola vez pasaremos. Una vez para nunca más. Puerta de la muerte.

“La muerte es lo que vemos -decía el filósofo griego- cuando estamos despiertos”. Por eso, por no verla, cerramos los ojos a la vida, los entornamos por el sueño; soñamos la vida y la soñamos por la muerte. Contemplar “cómo se pasa la vida” para ver cómo, “tan callando”, se nos viene la muerte es lo que otro gran poeta español nos decía, nos cantaba para recordarnos que hay que despertar al alma que sueña, haciéndole “avivar el seso”.

Avivar el seso del que sueña, por el mismo sueño, hacérselo entender. Pues también nos dirá Calderón esto mismo: que hay que entender, enterarse lo que soñamos cuando soñamos. Y hasta entenderlo, hasta darle vida a ese entender, no seremos lo que soñamos. Pues, mientras, “todos sueñan lo que son, pero ninguno lo entiende”.

¿Cómo entendió Calderón su sueño? ¿Cómo soñó hacérnoslo entender; dárnoslo a entender? Preguntar esto equivale a preguntarnos cómo vivió, qué fue su vida.

Nacido en Madrid, el 17 de enero de 1600, de familia hidalga, estudia en el Colegio Imperial de los jesuitas y pasa a Alcalá en 1614. La muerte de su padre, secretario de Hacienda, ocasionó serios trastornos económicos al nuevo dramaturgo porque la madrastra pleiteó y ganó la herencia. Una capellanía fundada por su abuelo materno salvó la situación y el poeta estudia cánones y derecho en Salamanca hasta 1620, fecha en la que abandona la carrera eclesiástica y se traslada a Madrid. Caballero de Santiago, participó en la campaña de Cataluña y luchó en el sitio de Lérida a las órdenes de Felipe IV, distinguiéndose como “muy honrado y valiente caballero”. Poco más tarde entrará al servicio del duque de Alba. En 1647 tiene un hijo natural, muerto en edad temprana, y cuatro años más tarde, tras ordenarse sacerdote, es nombrado capellán de los Reyes Nuevos de Toledo; en 1663 volverá a la corte donde se encarga de organizar los espectáculos teatrales de palacio. A la muerte de Felipe IV la estima por el dramaturgo no disminuirá en el nuevo monarca, que gozó de gran popularidad hasta sus últimos días. Pedro Calderón de la Barca muere en Madrid el 25 de mayo de 1681.

Goethe compara a Calderón con Shakespeare. Menos fecundo que Lope de Vega en su producción escénica, fue, sin embargo, el autor dramático más popular de su tiempo, el genuino representante del siglo XVII español. En su teatro destacan la importancia concedida tanto a la acción como al protagonista principal, dejando algo de lado la cadena de acciones y personajes secundarios impuesta por Lope. Al sentimiento del honor, la defensa de la autoridad real, la preocupación religiosa y las escenografías complejas y espectaculares, Calderón añade un papel más importante para la música y un verso culterano, rico en metáforas. Su obra que pasa de los 1.500 títulos, se puede agrupar en: comedias de capa y espada y de enredo, como La dama duende y Casa de dos puertas es mala de guardar; el tema histórico: El sitio de Breda; de honor: El alcalde de Zalamea, su comedia más famosa después de La vida es sueño, A secreto agravio secreta venganza, El pintor de su deshonra y El médico de su honra; filosóficas: La vida es sueño, una de las obras emblemáticas de la literatura española; de tema religioso: La devoción de la Cruz, El purgatorio de San Patricio, El príncipe constante y El mágico prodigioso; mitológicas: Eco y Narciso, y numerosos autos sacramentales, género dramático en el que no conoce rival, para las fiestas del Corpus de Madrid y de Toledo, como El gran teatro del mundo, de tema filosófico-moral, Los encantos de la culpa y La cena del rey Baltasar, caracterizados por la compleja escenografía y la expresión barroca de la existencia en alegorías de gran rigor filosófico e intelectual; así como numerosas loas y entremeses. Es también autor del libreto de la ópera española más antigua que se conoce: Celos aun del aire matan, cuya partitura completa, compuesta por Juan Hidalgo, fue descubierta en 1945.

Compuesta en 1635, La vida es sueño, su mejor obra, y tal vez la mejor del barroco europeo, es el drama de la libertad humana. Las preguntas que Calderón plantea en el drama tienen validez plena porque afectan a lo más íntimo del hombre, a la concepción de su vida, a su derecho a la libertad y sus deberes, a la felicidad o a su dolor.

La vida de Calderón -nos dice Menéndez Pelayo- “fue larga, quieta, serena y siempre honestamente ocupada”. Vida oscura. Una vida, en suma, diremos, muy bien acondicionada para el sueño. Y para los sueños. Para que ninguna cosa ajena perturbara al alma el soñar. Alma que sueña es alma que cree, porque crea, imagina, se puebla de vivas imágenes, como en sueños; de vivísimas figuraciones. Es, como si dijéramos, la del que sueña, un alma en libertad. El para qué de la libertad de un alma es este sueño, este lujo de poder soñar.

Alma en libertad, decimos, la del que sueña. Pero esta libertad ¿no es entonces sueño también, ilusión y sombra? La vida quieta de Calderón se puebla de sueño, de sueños, de vivas imágenes creadas, de vivísimas figuraciones. Conocemos al hombre por estos sueños: por su sueño conocemos su vida. Vida oscura la del poeta que nos expresa en la libre animación de lo soñado esta verdad humana de poder crear, de ser o de poder hacerse sueño. Sueño de vida. Al soñador lo llamará Rubén Darío “imperial meditabundo”. El imperio meditabundo de la noche estrellada de los tiempos ofrece a Calderón su manto, su gran telón de fondo, para el “gran teatro del mundo”, de la vida; para el maravilloso retablo teatral de su pensamiento. Y sueña la vida en él, o por él, lo que sea; sueña lo que es: vida. Piensa, luego sueña, Calderón. Transmuta el pensamiento en sueño, como hizo Dante.

Así nos ha llegado hoy a nosotros la vida del poeta, como un sueño, en la creación, de un teatro que vive aún para nosotros por su voz: la voz popular y divina que supo poner tan claramente su pensamiento en el cielo, como un grito. El teatro con que cierra España Calderón es un grito puesto en el cielo; una voz que todavía, para nosotros, hoy, enuncia su palabra maravillosa; la palabra mágica, prodigiosa, de libertad.

La vida, el sueño de Calderón, es esta conciencia de la libertad. Conciencia providente. Pues “cuando soñamos que soñamos -decía Novalis- es que ya nos vamos acercando al despertar”.

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