GABO
No es poca cosa lo que en la literatura de lengua castellana viene ocurriendo con Gabriel García Márquez. Desde el episodio ocasional y anecdótico de su iniciación en la narrativa literaria, su vida de escritor ha sido una sucesión de acontecimientos nada comunes, que han hecho de él un caso único en el ámbito de las letras en nuestro idioma, y quién sabe si en el mundo entero.
No hay en la literatura contemporánea otro escritor que haya podido vivir enteramente de su obra literaria con la holgura con que él ha vivido. Porque desde la primera publicación de Cien años de soledad, hace cuarenta años, todo lo que se ha publicado salido de su ingenio se ha vendido por millones de ejemplares en todo el mundo. Cualquier escrito suyo no hay editor que no quisiera tener, porque al editarlo por primera vez, todavía desconocido, tiene garantizada una venta que se contabiliza desde el primer momento en centenares de miles de ejemplares, y asegurada la traducción a todas las lenguas modernas.
Pero no se trata del producto de operaciones mercantilistas, como suele ocurrir en los sórdidos meandros de la industria cultural. La temprana conversión de García Márquez en el asombroso best seller que ha sido en esos cuarenta años no se debe, como simplistamente se ha querido hacer ver, a las indiscutibles habilidades de doña Carmen Balcell, sino lo contrario: ha sido ella la que ha tenido la fortuna de tropezarse una vez con el Gabo, primer responsable de que haya llegado a ser la más exitosa agente literaria.
Lo de Gabo no ha sido producto del azar, de maquinaciones mercantilistas ni de hábiles tácticas publicitarias. Lo de él es un talento excepcional, unido al dominio extraordinario de la escritura y a una manera de decir las cosas exactamente como todo el mundo quiere que se digan. Pero a ello hay que agregar que nada de eso ha sido tampoco producto de un arduo procesamiento en los laboratorios académicos, ni de un estudio escolástico y sistemático de la creación literaria. El secreto del estilo de García Márquez, que tampoco es un secreto, está a la vista y al oído de los lectores. Consiste en contar las cosas al natural, empíricamente, escribiendo exactamente como habla. Y como su manera de hablar es igualmente espontánea, sin retorcimientos ni complicaciones, pero sí de un maravilloso ingenio, de esa conjunción de habla y escritura nace un estilo natural y fascinante.
Se ha dicho que García Márquez es el paradigma absoluto del realismo mágico. Lo es, pero sólo en Cien años de soledad, donde su prodigiosa imaginación convierte en mágica la realidad circundante. El resto de su narrativa se ubica mas bien en lo real maravilloso.
Que García Márquez es hoy un clásico de las letras castellanas no admite discusión. Su paralelo con Cervantes, que varias veces se ha propuesto –y que genialmente recoge Zapata en su zapatazo (El Nacional; miércoles 7/3/07)– no tiene ni pizca de exageración. El secreto visible y audible del estilo de Gabo es también el de don Miguel, ese que ha producido el milagro de la persistencia del Quijote al cabo de cuatro siglos de caballerescas andanzas. La misma que tendrá el hoy ochentón de Aracataca cuando cumpla cuatrocientos años de soledad.