Charles Baudelaire (1821-1867)
“Ella ignora el infierno y purgatorio ignora,
y mirará por eso, cuando le llegue la hora,
la cara de la muerte en un tan duro momento,
como un niño: sin odio sin remordimiento.”
Charles Baudelaire.
LA VOZ DEL PRIMER POETA DE LA MODERNIDAD
Baudelaire fue el que introdujo el gusto de lo extraño, de lo malsano, de lo neurótico, de la mezcla sacrílega de la religiosidad y el pecado, de las “fosforescencias de la podredumbre”, reflejadas en la colección de poesías que tituló Fleures du mal. Como él mismo confiesa, “hay que permitirle siempre al genio algo de charlatanismo”. Y en verdad que ambas cosas se juntaron en él, como en otros, para predicar una estética de perverso fondo que ha enseñado a tornear admirablemente el verso y darle misteriosas bellezas, que no logran ser destruidas ni por los mismos disparates que se le ocurren al autor. Dedicado a la poesía desde joven, fue en principio discípulo de Théoplile Gautier, pero su poesía tomó otra dirección cuando, tras un corto período vida feliz y próspera materialmente, cayó en la miseria económica y en el “mal” , al que llamó soleen (nostalgia, impulsos malogrados hacia la virtud, hastío, etc.) que lo torturó hasta el final de sus días.
De Baudelaire partió en gran parte la renovación de la poesía, precursor del simbolismo y de las vanguardias del siglo XX, es para muchos el primer poeta de la modernidad, el fundador de la tradición poética contemporánea y uno de sus máximos teóricos. La poesía de Baudelaire, defensora del concepto de “poesía pura”, se caracteriza por la perfección de su estilo y por la precisión, casi matemática, de sus metáforas. Su idea de la conciencia o razón creadora estaba en contra de la idea romántica del arrebato de inspiración. Su obra presenta un conflicto constante entre el bien y el mal y entre estética y belleza, y en ella “lo artificial” (el arte la ciudad, etc.), valorado positivamente sustituye a “lo natural”.
Charles Pierre Baudelaire nace en París el 9 de abril de 1821. Su padre profesor de dibujo y pintor, le enseñó las primeras letras, su madre, hija de emigrantes franceses a Londres durante la revolución de 1793, le enseñó inglés. Fue criado por la sirvienta de la familia a quien recuerda en un bello poema de Fleures du mal. Niño de gran sensibilidad, no llegó nunca a superar el nuevo matrimonio de su madre, lo que exacerbó su carácter melancólico y rebelde. Baudelaire estudia en el Collège Royal de Lyon , de cuyo ambiente no guarda buenos recuerdos, y en el Collège Louis-le- Grandy de París, del que fue expulsado. En 1840 Baudelaire se matricula en la Facultad de Derecho y comienza una vida bohemia fuera de los convencionalismos sociales y se dedicó a frecuentar los salones y círculos literarios de la época. Fueron célebres sus relaciones con Jeanne Duval (la “Venus negra”), Marie Daubrun y Mme. Sabatier. Frecuenta los prostíbulos y mantiene relaciones con Sarah, una prostituta del Barrio Latino. En marzo de 1841 un consejo de familia le envía a Burdeos para que embarque hacia los Mares del Sur. De regreso a Francia siguió con sus costumbres desordenadas. Comprometido por su participación en la revolución de 1848, la publicación de Fleures du mal en 1857, le llevó ante los tribunales por haber sido considerado obsceno, blasfemo y una amenaza contra la moral pública. Fue admirador y uno de los mejore traductores de las obras de Edgar Allan Poe y de Thomas de Quincey. En 864 viaja a Bélgica y residirá dos años en Bruselas. Allí intenta ganarse la vida dictando conferencias sobre arte, pero son un fracaso. La sífilis que padecía le causó un primer conato de parálisis (1865), y los síntomas de afasia y hemiplejia que arrastraría hasta su muerte, aparecieron con violencia en marzo de 1866, cuando sufrió un ataque en la iglesia de Saint Loup de Namur. Su madre le traslada urgentemente a una clínica de París, dónde permaneció sin habla y paralítico hasta su muerte, ocurrida el 31 de agosto de 1867.
Los versos que aparecen recogidos en su libro más representativo Fleures du mal (1957) y vuelto a editar con ciertas modificaciones en 1862, se centran en la descripción del mal, en la apología de lo satánico y en el tratamiento del hombre como ser miserable y perverso y poseedor del cuerpo como instrumento para todo tipo de vicios. De su restante producción merecen citarse mencionarse La Fanfarlo (1847), novela lírico-autobiográfica, Los paraísos artificiales (1861), en el que aparece el célebre poema “Sobre el vino y el hachís”, Los pequeños poemas en prosa (1869), editados póstumamente y algunos de los cuales habían aparecido publicados en 1864 bajo el título de El spleen de París, Salón de 1846, que giró en torno a la pintura de su amigo Delacroix, y Salón de 1859. Y como nos dijo la voz del primer poeta de la modernidad: «Mas la voz me consuela, diciendo: “Son más bellos / los sueños de los locos que los del hombre sabio”».