Opinión Nacional

Fray Luis de León (1527-1591)

“¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruido
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!”
Fray Luis de León.

LA VOZ MISTICA ESCONDIDA TRAS EL SILENCIO

Hay en Fray Luis de León un ardiente deseo de refugiarse en la naturaleza, de esconderse tras el silencio. En ese jardín, de largos caminos blancos, de arboledas altas, acariciadoras, suavemente mojado de la finca del poeta, donde habita el silencio. Un silencio ondulado, donde resbalan valles y ecos y pasa de puntillas el viento. Un silencio donde yace la guitarra y donde está sepultado el llanto.

En ese profundo silencio se encuentra el gran humanista de inteligencia profunda y creadora, que se pasó casi cinco años en una celda oscura del Santo Oficio, angustiado, por no saber de qué se le acusaba y quienes eran sus acusadores. Según el retrato de Francisco Pacheco era: “El ome más callado que se a conocido… puntual en palabras y promesas… muy honesto i recogido…” De él, escribió Cervantes: “Fray Luis de León es el que digo / a quien yo reverencio, adoro y sigo”. Y Lope: “Tu prosa y versos iguales / conservan la gloria de tu nombre”. En el jardín abandonado por los siglos … Sin ruido. Donde ni siquiera doblan las campanas. Al morir el amanecer se escucha el mundo, al sonar puro y cristalino, el silencio de su voz.

Nacido en Belmonte, provincia de Cuenca, el 15 de agosto de 1527, Luis de León pertenecía a una familia montañesa de origen converso; tras sus primeros estudios en Madrid y Valladolid, donde su padre, abogado de corte, estaba destinado, pasa a Salamanca para ingresar en 1544 en la orden de San Agustín, a la que se vinculará de por vida. En 1561, tras cortos estudios en Alcalá y Toledo, obtiene la primera cátedra, y a poco otras dos más de la universidad salmantina en reñida competencia con los dominicos. Envuelto en mil acusaciones por envidias y despechos, acusado de preferir el texto hebreo de la Biblia al latino de la Vulgata, el texto oficial, y de traducir al español El cantar de los cantares, de Salomón, es juzgado por la Inquisición y encarcelado en Valladolid (1572-1576). Sus dos compañeros de encierro no pudieron resistir las duras condiciones de vida de la cárcel y murieron. En los muros de la cárcel el agustino había dejado grabada su famosa décima: “Aquí la envidia y mentira / me tuvieron encerrado”.

Reintegrado a su cátedra con el célebre “decíamos ayer”, pronto dejó el puesto a quien lo había regentado en su ausencia. Miembro de la comisión de reforma del calendario gregoriano, participó en la reforma de su orden y preparó la publicación de las obras de Santa Teresa.

En 1582 se vio nuevamente implicado en otro proceso inquisitorial que acabó con una amonestación. Fray Luis de León falleció el 25 de agosto de 1591, en Madrigal de las Altas Torres, donde acababa de ser elegido provincial de su orden para Castilla.

Fray Luis de León está considerado como uno de los filólogos más sobresalientes de su época, conocedor del hebreo, el caldeo, el italiano y el latín. Su obra se centró en la explicación del significado oculto, alegórico, analógico y moral de las palabras de la Biblia. En 1580 publicó su Comentarios al Cantar de los cantares. Tres años más tarde publica La perfecta casada y De los nombres de Cristos. Su obra poética publicada por Quevedo en 1631 e inspirada en los clásicos, especialmente en Horacio, lo sitúa entre los mayores creadores de la poesía española. “Fray Luis de León -escribía Aubrey Bell, famoso crítico inglés-, trajo a la poesía española una nota personal subjetiva, y más íntimo amor a la naturaleza, más íntimo aún que el que aparece en Arias Montano, en Garcilaso y en Fray Luis de Granada”. Recordemos alguna de las más célebres poesías del maestro León: su Vida retirada; A Francisco Salinas, el músico ciego, gran amigo del poeta; A Felipe Ruiz, otro gran amigo, por él inmortalizado en más de una composición; Noche Serena; En la Ascensión; Morada del cielo; A Nuestra Señora; Al Licenciado Juan de Grial, y otras.

En la poesía de Fray Luis de León se ve el deseo de ascender de los cielos, el deseo de escapar de este mundo para encontrar alivio a los sufrimientos que la vida le había causado. Fray Luis no viajó por el “camino de perfección” un largo trecho como San Juan de la Cruz. Pero encontró su propio camino y un reservado para su alma en el silencio. Huyendo del ruido se hizo voz para decirnos en las noches oscuras la palabra infinita sin aliento y sin labios. Su deseo de evasión y la angustia de no poder satisfacer plenamente ese deseo, le hace más humano, más comprensible que a otros místicos. Su Dios, es el que todos buscamos y el que nunca terminamos de encontrar.

Fray Luis de León, pura voz de la lírica castellana. El prodigioso mágico de la palabra, de la palabra nacida de la plenitud del silencio. Autor de una poesía que brota de esa morada misteriosa donde habita el silencio, con música de corazón y de estrellas. Honda, pura voz del poeta. Escondida voz que nos llega en breve ráfaga, “puesto el atento oído / al son dulce, acordado / del plectro sabiamente meneado”.

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