El recalentamiento global
Ha sido un reto del medio educativo en todo el orbe, que las lecciones ecológicas transmitidas en la escuela, el liceo y la universidad, lleguen a feliz aplicación en la vida diaria. Sin embargo, eso no ha sido posible, al menos en la significativa magnitud que deseamos. Desde la década de los sesenta y setenta, iniciamos una cruzada por la valoración ambiental y la conservación de los recursos; ya desde entonces, era obvio que la polución de las ciudades, las pruebas nucleares, los derrames petroleros, la emisión de los gases tóxicos y de compuestos fluorocarbonados, estaban inexorablemente dañando al planeta. De alguna manera, la industrialización que tanto alabábamos como locación para el desarrollo tecnológico y la masificación del trabajo, tenía su lado oscuro al ignorarse el destino de sus desperdicios; el humeante automóvil y la ruidosa ciudad, eran iconos de nuestro progreso sin límites. Todo eso se encuentra hoy día en pleno cuestionamiento.
La temperatura promedio del planeta se ha elevado más de 2,5 grados centígrados, incremento que en mayor medida se ha verificado en el último siglo, en una tendencia que no se ha atenuado, sino que continúa acentuándose. Algunos han llegado a asegurar que se trata de una inusual hiperactividad solar, otros a un cambio de la polaridad del planeta. Incluso, hay quienes sostienen que es natural en tanto ha sido menor que en otros períodos del planeta, que no existe tal premura para ocuparse del asunto. Entre éstos, hay quienes acusan a políticos y miembros de la comunidad científica de escandalizar con el asunto, que no es para tanto.
Esta historia de descalificaciones en serie es común en un planeta donde el hombre no quiere hacerse responsable por el medio en el que vive; ´´los verdes son los culpables de la alarma, la cual ´´pretende´´ frenar el indetenible progreso del mundo. Los políticos que claman por una conciencia activa desde el punto de vista de la ecología como el Sr. Al Gore, son inmediatamente acusados de oportunismo. Las potencias que mas emiten gases de efecto invernadero en el mundo son las que no quieren suscribir el Protocolo de Kyoto porque afecta ´´ su estilo de vida, sin reparar en el daño que le hacen ,no al estilo, sino a la propia vida.
Lo cierto es que los detractores de las denuncias ambientales, también deberían acusar entonces a toda la comunidad científica internacional que a través de los distintos foros de las Naciones Unidas ha advertido sobre las consecuencias nocivas que la civilización humana ha acarreado con sus actividades lesivas del medio ambiente. Un ejemplo claro de ello es la enorme perforación de la capa de ozono que ha llegado a ser del tamaño de Australia. Estudios recientes revelan que de seguir la tendencia del calentamiento terrestre, para el año 2025 tendremos un incremento de 1,5 grados centígrados con respecto a 2007. Es evidente que no estamos en presencia de una variabilidad climática más, sino como bien ha advertido la comunidad científica internacional, estamos acusando recibo del impacto de la emisión de los gases de efecto invernadero que progresivamente ha venido diezmando la capa de ozono que nos protege. La pérdida de los glaciares, el deshielo de los polos, la Antártida y Groenlandia, la desertificación de amplias zonas en todo el planeta, la disminución alarmante de los bosques y selvas, en particular en la Amazonia, la pérdida de fuentes de agua dulce, el incremento de los fenómenos atmosféricos catastróficos, entre muchos otros, son eventos colaterales producto de la anomalía incremental de la temperatura del globo.
Ante esta situación, todos debemos asumir una defensa militante de nuestro planeta. El Estado en todos sus estamentos, las universidades, los centros de investigación, los planteles de educación primaria y secundaria, los medios de comunicación en todas sus modalidades, todas las industrias y empresas de todo tipo, las organizaciones comunitarias y vecinales, las personalidades líderes de la Sociedad en todas sus manifestaciones y actividades, la familia y cada individuo. Todos juntos debemos hacer que todos los países del orbe defiendan el ambiente y paren el abuso ambiental. No hay mañana para ello: tenemos que hacerlo hoy, porque si no le damos una reconducción al desarrollo humano, si no nos impregnamos de ética ambiental practicante todos y cada uno de nosotros, estaremos condenando a la biosfera y a la vida que en ella habita a una segura desaparición. No puede ser que nuestra vanidad o nuestro egoísmo, sean más importantes que la propia vida. No hay derecho humano más importante, que el de gozar de un ambiente sano y puro. Es la hora del derecho ambiental. Es la hora del desarrollo ecológico.
El recalentamiento de la Tierra nos ha puesto en evidencia como especie dominante que genera el desequilibrio ambiental. Al correr el riesgo de perder las condiciones que posibilitan la vida en el planeta, la situación debe producir nuestro cambio cultural más significativo de la Historia. Debemos unirnos en la defensa del ambiente. Del que aprendamos esta lección que solo la Educación nos puede brindar, depende nuestra supervivencia y la existencia de toda la vida sobre la faz de este planeta que sufre de la fiebre que genera la contaminación tóxica de nuestras tecnologías sucias. Es la verdadera hora global, la inaplazable hora de la conciencia humana.
*Rector de la Universidad Bicentenaria de Aragua