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Para todo, menos para sentarse sobre ellas

Señor Presidente, colegas Parlamentarios: Lo que está ocurriendo en el estado Carabobo, como muy bien lo expresaron los colegas que me precedieron, no constituye otra cosa que el fenómeno de una definitiva militarización de la sociedad venezolana como fórmula, como expediente, a la mano de los elencos actuales del poder para salvar el pellejo que lo ven amenazado por sus actuaciones.

Nunca antes se había visto en Venezuela un apresamiento y enjuiciamiento masivo de civiles que, en pleno ejercicio de sus derechos y obligaciones, con toda legitimidad, respaldados y escudados por la Constitución, protestan a un régimen que los ha confinado al hambre y a la miseria y que, de paso, pretende censurarlos.

La realidad irrefutable es la de un Estado Cuartel y allí está orientado el esfuerzo represivo del régimen. Centenares de personas civiles que son inmediatamente llevadas al cadalso de la justicia militar, incluyendo a 50 personas que, no por ironía, son literalmente depositadas en una cárcel llamada 26 de Julio.

Es el escenario predilecto en el estado Carabobo, de todo un plan militar que merece mejores causas. Por ejemplo, si se tratase del sector de defensa, mayor preocupación debe tener la cúpula militar en defender al Esequibo y no en maltratar, ofender, apresar y tratar de humillar a los ciudadanos que han pedido, en legítima protesta, a Nicolás Maduro y a su combo que se vayan de Miraflores.

Es el escenario predilecto al cortar el suministro de los alimentos, al evitar el acceso a la entidad federal. Es el escenario predilecto y en esto no se dicen competentes los oficiales militares, para los saqueos de las bandas armadas y grupos paramilitares que ellos sostienen, porque no se trata de grupos que por fortuna están en el escenario político, sino que tienen el respaldo y el peso de la desesperación de los altos mandos militares que tratan de coaligarse con Nicolás Maduro para salvar una dictadura que, definitivamente, es insalvable.

Además, hay tesis peregrinas como la del ataque al centinela o el vilipendio a la corporación castrense. Eso significa que, en cualquier avenida, calle o callejuela de nuestra Venezuela, cualquier soldado es un centinela de la dictadura e interpretaría cualquier gesto de disidencia como un ataque al centinela; es una tesis peregrina que jurídicamente no tiene ningún peso y ninguna profundidad, ni coherencia o articulación.

Desde hace años, en Venezuela se vino dando un debate fundamental para defender la preeminencia de la jurisdicción civil sobre la militar. Tal es el caso de María Eugenia Díaz, de décadas anteriores, que gracias a la libertad de los medios de comunicación social y a la existencia cierta de una división de los órganos del poder público, se hizo doctrina al más alto nivel, porque el magistrado Cabrera, entre otras fuentes, tuvo –por ejemplo– decisiones de finales del siglo pasado, como la del magistrado Cipriano Heredia Angulo que reivindicaba los fueros ciudadanos.

La militarización de la sociedad, entonces, va acompasada a la milicianización de la Fuerza Armada, la intolerable milicianización de la Fuerza Armada, que además pretende dirimir el debate político en Venezuela a través de la jurisdicción militar Era un hecho inconcebible e impensable cuando abríamos las puertas del siglo XXI, y existe una suficiente literatura reciente en relación a las características y naturaleza que ha adquirido la Fuerza Armada, que simplemente con estas iniciativas, operativos y con este pase de civiles a la jurisdicción militar, están en un proyecto definitivo de cubanización, desnaturalización y soporte de una dictadura: están en los libros de Vladimir Petit, de Luis Alberto Buttó, está en libros como El Estado Cuartel en Venezuela, donde José Alberto Olivar caracteriza muy bien a Padrino López cuando estuvo acá un 5 de julio de 2014.

Dos cosas finales, señor Presidente y colegas parlamentarios, como le dijo María Corina Machado a la Fuerza Armada: suelten las armas y dejen que la gente pase. Además, muy bien alguien podría susurrarle al oído a Nicolás Maduro, aquella vieja sentencia conocida de Talleyrand: las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse sobre ellas.

Es todo, señor Presidente y colegas parlamentarios. (Aplausos).

(*) Intervención en la sesión Plenaria de la Asamblea Nacional (Caracas, 09/05/2017).

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