¿Sin medallas?
El deporte, desde mediados del siglo pasado se ha convertido en un arma política. El deseo de Hitler para obtener triunfos que demostraran la superioridad de la raza aria no hizo más que enfurecerle cuando deportistas norteamericanos le quitaron el triunfo en las olimpíadas de la época y en un famoso combate de boxeo. ¿Realmente de quien fue el triunfo en esas actividades deportivas? ¿De los Estados Unidos de Norteamérica o de dos deportistas bien dotados por la naturaleza que pudieron superar al contrario y que por añadidura eran de raza negra? Si a las razas nos remitimos ni siquiera Alemania fue vencido por Estados Unidos de Norteamérica sino por el continente africano, para quienes el desprecio de los alemanes era aún mayor. Es realmente risible lo que viene ocurriendo con el deporte. Aquella vieja frase de cuerpo sano en mente sana se ha convertido en un empeño por triunfar en las competencias internacionales a cualquier costo. Son comunes las denuncias por dopaje y ridículas las declaraciones de los dirigentes deportivos para justificar el fracaso. Ejemplo de ello es la justificación que el ministro Álvarez expone con relación a las pocas medallas obtenidas por Venezuela en los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro. Habla por ejemplo del ventajismo de los brasileños al ubicar a los venezolanos en sitios ruidosos o de solo permitirles prácticas en horas nocturnas lo que altera el biorritmo, no bastando esas justificaciones sino que llega a establecer estadísticas para demostrar que somos superiores a los Estados Unidos de Norteamérica en materia deportiva.
Mente sana en cuerpo sano. Ese es realmente el fin de la actividad deportiva. ¿Qué importa si un país gana o pierde si la mayor parte de su población no practica deporte? Sobran los ejemplos de países afectados cada día más por el consumo de drogas psicotrópicas o alcohol que alcanzan resonantes triunfos en deportes. Abundan los jóvenes con un cuerpo extremadamente desarrollado producto del consumo de anabolizantes o los países donde el deporte cuenta con laboratorios científicos avanzados donde se manipula el cuerpo y la mente para lograr un triunfo. ¿Triunfo del pueblo?. No; de ninguna manera. Es el triunfo de un hombre ayudado por una ciencia que en muchos casos no es ni siquiera autóctona sino importada. Simplemente, un triunfo producto de una trampa. El barrido de la honorable frase “lo importante es competir”. Al finalizar una justa deportiva comienza el corte de cabezas para quienes supuestamente debían dirigir el triunfo del país en la materia deportiva. Y no me refiero solamente a Venezuela. Es un fenómeno mundial.
Ante esta situación, ¿Por qué enorgullecernos o humillarnos por perder o ganar? El orgullo de un pueblo debe estar en sus logros personales basados en el esfuerzo continuo. La edición aniversaria del diario El Nacional presenta una serie de biografías de personas que viven en Venezuela, nacidos o no en el país, muchos de ellos con logros paradigmáticos. Hay un refrán criollo: grano a grano llena la gallina el buche. Eso es lo que hay que lograr para que la suma de los esfuerzos de cada venezolano hagan lo necesario para llegar a ser un país con un gran peso. Esto no lo lograremos esperando que el gobierno sea la palanca que nos mueva mientras muchos holgazanean, incumplen, malversan o se envilecen colgados de las rejas de una licorería, alegrando el fin de semana. Ayudar a crecer un país se logra barriendo el frente de la casa, pintando el frente de esta, estudiando sin esperar favoritismo o condescendencia; haciendo trabajo comunal sin aspirar a enriquecerse, no lanzando desperdicios a la vía pública y no hacerse el “avispado”. Un triunfo o una derrota en una justa internacional no deben amilanarnos. Es el triunfo o esfuerzo de un hombre que en los últimos tiempos ha sido objeto de un trabajo científico para mejorarlo, que en todo caso, sin esa muleta, no podrá ser emulado por un ser humano común y corriente. Tengamos mente sana y cuerpo sano trotando o caminando en la calle, jugando pelota en el terreno vacío y nadando en cualquier río. Si la mayoría de los habitantes de una nación lo practican serán sin dudas superiores a los de cualquier país donde sus competidores internacionales logren todas las medallas de oro mientras sus miembros medran en la molicie, el alcoholismo o la droga.