La hora de la conciencia
La conciencia tiende a domesticarse con la rutina y a adormecerse recostada en la resignación. Los pájaros largamente enjaulados aprenden a no volar, aunque se les abra la jaula. Pero hay momentos en la historia y en las personas en los que la conciencia se enciende e irrumpe con fuerza inesperada, volando alto e indetenible. Donde había fragilidad, rutina y miedo, la conciencia renacida levanta vuelo indomable, como ocurre hoy en millones de venezolanos, jóvenes y viejos. El poder acostumbrado a la servidumbre domesticada trata de frenar esta insurgencia masiva y ahogarla con armas, leyes tramposas, hambre y manipulación, pero no puede pues su represión enciende nuevas conciencias.
Con la irrupción del Espíritu todo se vuelve nuevo: las establecidas disputas de partidos, de religiones y de parcelas se vuelven ridículas. Como le dijo Jesús a la Samaritana, ha llegado la hora en que no importa el templo o la montaña para el culto religioso, ahora a Dios se le adorará en espíritu y en verdad en cualquier lugar. Al sabio judío Nicodemo que lo visitó a escondidas y de noche, Jesús le dijo: para caminar los caminos misteriosos del Dios de la vida “hay que nacer de nuevo”; nacer del Espíritu y volar libre como el viento. Nacer de nuevo aunque seamos viejos.
“A Dios nadie lo ha visto nunca, pero si se aman unos a otros ahí está Dios porque Dios es amor” (carta de Juan) que invita a cada conciencia a caminar juntos hacia la vida. Aunque les prohíban hablar, les lleven a la cárcel y ante tribunales militares, no se rinden. El poder creyó que la conciencia democrática era aplastable porque no tenía tanques, ni bombas, ni cascos y escudos y eran débiles sus manos limpias y sin armas. Ahora el poder tiembla y se pregunta ¿cuántas conciencias ocultas y deseosas de rebelarse hay dentro de esos cascos y chalecos represores o entre los jefes que los ordenan? Es la misma conciencia que derrumbó el muro de Berlín, derritió el estado policíaco mejor blindado del comunismo de Alemania Oriental. Los alemanes oprimidos por el comunismo renacieron -sin paredones de fusilamiento- a la reconciliación y a la nueva vida; incluso quienes hasta la víspera eran espías de “la vida del otro”, de todos los otros por el delito de querer la libertad.
Es también la hora de la tentación de la venganza y de la furia que llama a matar. Ellas son el veneno del opresor inoculado en nosotros y que pueden desviarnos hacia el camino de la muerte. Nuestro reto por el contrario es inventar el camino de vida y hacerlo realidad superando las enormes dificultades. No olvidemos que las “guerras santas” en nombre de Dios son tan criminales y destructivas como las no santas. Venezuela estalla en rabia, pero sólo tiene futuro si levanta el vuelo para transformar la muerte en vida, el odio en amor y la desesperación en esperanza. Cuanto más alto vuele la conciencia, menos la alcanzan las alambradas, los muros, los escudos y las rastreras bombas lacrimógenas. A esa altura solo vuelan el encuentro, el abrazo, el perdón y el esfuerzo común, imprescindibles para que haya vida para todos. Democracia antes que nada es un espíritu de reconocimiento, de libertad y de gobierno para la vida compartida. El debido y necesario castigo de los crímenes debe marchar por el cauce de la serena acción de la justicia con pruebas en tribunales dignos.
Conciencia y construcción
Es la hora de que la conciencia avance a la construcción de lo nuevo, a la sustitución de esta cárcel, a la siembra de campos abandonados. Ahora, cuando el fracaso del régimen actual es evidente e indiscutible, nuestro reto es convertir el mal en bien y hacernos capaces de tejer lo nuevo, combinando conciencia y utopía sin límites con el realismo racional y programático para que lo necesario se haga posible y convertirlo en realidad. Tenemos que llegar al momento constructivo con condiciones de gobernabilidad, de lo contrario el fracaso y la frustración serán inevitables. Las emociones deben ser discernidas y guiadas ante la comprensible tentación de la violencia y convertir la conciencia en nueva política, nueva economía, nueva educación… no como deseos vaporosos e ilusiones, sino como realidad real que florece en una primavera de vida y de creatividad con iniciativas constructivas.
El talento que saca lo mejor de cada uno suplirá la falta de dinero abundante y de la renta que nos enfermó de muerte, y sacará lo mejor de cada uno como ciudadano y como productor. Demostrar que de verdad creemos más en el “talento y la virtud” (como decían nuestros próceres civiles en la aurora de la República) de los millones de venezolanos que en la lotería minera que convierte en fiesta lo que no cuesta. Renta petrolera que, usada para el reparto y sumisión clientelar, corrompió el poder y envileció a los seguidores, sin confiar en su talento, ni educar sus potencialidades. La hora de la conciencia no se acabará con la caída irremediable del régimen, sino que alimentará las virtudes ciudadanas y productivas para el éxito de la nueva democracia.