De terremotos y liderazgos
Cuando ocurre una tragedia en cualquier parte del mundo, la gente puede perdonar los errores de sus dirigentes, pero no su insensibilidad. Por supuesto, con el paso del tiempo, cuando se demuestra gran eficiencia para reparar o reconstruir los estragos espirituales o materiales de una calamidad, los sobrevivientes o sus descendientes elevan a un pedestal a quien transformó la devastación en regeneración.
Eso ocurrió con uno de los políticos más controversiales de la historia de Portugal conocido como el Marqués de Pombal, quien fungió como Primer Ministro del Rey José I cuando Lisboa fue sacudida por un terremoto que casi la devastó totalmente y causó la muerte de más de 60 mil personas en 1755.
El Marqués fue el primer dirigente que ordenó a ejecutar lo que hoy asumimos como lo natural luego de una tragedia de la naturaleza: enviar equipos para rescatar a sobrevivientes, apagar incendios y recuperar a los millares de cadáveres para enterrarlos inmediatamente, e incluso, ordenó a cargarlos en barcazas para alejarlos de tierra firme y evitar epidemias. Eso le valió una gran animosidad de la Iglesia a la cual ignoró. También movilizó al ejército para impedir saqueos e impedir que los hombres sanos huyeran de Lisboa y obligarlos a despejar las ruinas. Otra medida que fue cuestionada por algunos de sus contemporáneos fue la orden de ejecutar a los saqueadores en público para escarmentarlos y asustar a quien se atreviese a imitarlos.
Poco después el Marqués y el Rey contrataron a arquitectos e ingenieros y en menos de un año, Lisboa estaba libre de escombros y se construyeron las primeras edificaciones que en lo posible fuesen resistentes a futuros sismos. Cuestionado por construir amplias avenidas y calles anchas en la ciudad, el Marqués de Pombal contestó con gran visión futurista: “Un día serán pequeñas”.
El hombre que hubiese pasado a la historia lusitana como un político maquiavélico y tirano, fue considerado por muchos como un héroe nacional por su liderazgo durante la crisis y reconstrucción tras el terremoto de Lisboa, e incluso, algunos lo señalan como el precursor de la sismología moderna puesto que ordenó la realización de una encuesta en todas las parroquias del país en la cual se preguntaba cuánto tiempo duró la sacudida, cuántas replicas se sintieron, que daños fueron causados, si los animales se comportaron de modo extraño antes del sismo y otras preguntas que hoy son básicas para quienes estudian estos fenómenos naturales.
Así como el destino político del Marqués de Pombal se consolidó por su manejo de la crisis del terremoto de Lisboa de 1755 y el de otros dirigentes se debilitó por sus fallas ante las consecuencias del movimiento de fallas geográficas y otras calamidades de la Madre Naturaleza, buena parte de la gestión de Alan García será juzgada en el futuro de acuerdo a como se perciba, con perspectiva histórica, su manejo de la crisis y reconstrucción del terremoto que devastó a Pisco, Ica y otras ciudades y distritos del Perú.