Opinión Nacional

Las Religiones Parecen Cuentos de Hadas

Las tres principales religiones monoteístas del mundo son llamadas “Religiones del Libro” porque se derivan de las sagradas escrituras contenidas en la Torá hebrea, la Biblia cristiana y el Corán musulmán; de la misma forma, la religión politeísta hinduista, se deriva de los libros sagrados llamados Veda; que al igual que los de las religiones monoteístas contienen las descripciones de los dioses, explicaciones del origen del universo y de la vida y las doctrinas que deben seguir los creyentes para adorar a esos dioses y decir las plegarias para obtener de los dioses lo que las personas desean; así como los pensamientos y acciones que están prohibidos o que constituyen blasfemias o pecados—y las consecuencias para los creyentes que incurren en trasgresiones a esas prohibiciones.

Todos esos libros sagrados son muy antiguos—datan desde hace varios miles de años—desde hace decenas y decenas de siglos, y casi sin excepción fueron “revelados” o “dictados” por los dioses a Profetas u otros personajes venerados, sin que hubiese la presencia de ningún testigo—eventos que ocurrieron cuando la ciencia no existía—y en consecuencia, las prescripciones contenidas en los libros sagrados, eran la única explicación oficial que poseían los seres humanos, del porqué ocurrían los fenómenos naturales—desde los beneficiosos como el levantamiento del Sol cada mañana trayendo consigo la luz, la lluvia que proveía de agua para satisfacer la sed y la producción de frutos silvestres y animales comestibles que hacían posible la vida humana—hasta los dañinos, como las erupciones volcánicas, los terremotos, los incendios, las sequías, las inundaciones y las enfermedades.

Por esas razones, la vida en el planeta Tierra fue regida en todos sus aspectos por las creencias religiosas desde que los seres humanos aparecieron hace aproximadamente unos 200 mil años—unos 2000 siglos—hasta que a mediados del siglo 17 de la era actual diversos pensadores europeos comenzaron a recopilar todo el conocimiento producido por los seres humanos—sin tomar en cuenta el contenido de los libros sagrados—usando en vez, a la razón (el raciocinio y la lógica) y los métodos de investigación científica—lo que significó en la práctica el nacimiento de la ciencia, la que desde ese entonces—hace apenas tres siglos y medio, comenzó a divulgar explicaciones sobre el universo, nuestro planeta, la naturaleza y la vida, que son comprobables—y contradicen—a las explicaciones religiosas.

Ya los seres humanos saben que el universo no fue creado por Dios, sino que se originó hace aproximadamente unos 13 mil 500 millones de años mediante un evento cósmico llamado el Big Bang (La Gran Explosión), que la Tierra se originó hace unos 4 mil 500 millones de años mediante la progresiva aglutinación de materia cósmica debido a las cuatro grandes fuerzas que regulan al universo [la gravedad, el electro-magnetismo, la fuerza fuerte (la que mantiene unidos a los elementos que forman los núcleos de los átomos) y la fuerza débil (la que mantiene a los electrones orbitando alrededor de los núcleos de los átomos)].

Y ya saben también que el ser humano no fue creado por Dios, sino que evolucionó de una criatura pre-humana que también dio origen a los grandes simios (Gorilas, Orangutanes, Chimpancés y Bonobos) durante un proceso llamado Evolución, a lo largo de miles de millones de años, que dio origen a todas las formas de vida que existen en el planeta Tierra (tanto vegetales como animales); y que las enfermedades—físicas y mentales—no son producidas por maldiciones ni hechizos, ni por “castigo de Dios”, sino por formas de vida llamadas virus, bacterias, hongos; por entrar en contacto con sustancias tóxicas (gaseosas, líquidas o sólidas), o por errores en el copiado de la información genética contenida en el óvulo materno o espermatozoide paterno durante los procesos de la concepción y del desarrollo del feto.

Por ello; cuando comparamos a las explicaciones religiosas con las explicaciones científicas, las primeras parecen cuentos de hadas como los que les explican a los niños que los bebés los trae “la cigüeña” y que los regalos de navidad se los trae “el Niño Jesús”—y los adultos creen que con sólo orar a Dios podrán lograr que éste recupere la salud propia o de un pariente enfermo, y que Dios los “librará de todo mal” que pudiese ocurrirles por cualquier causa cuando llevan a cabo sus actividades habituales; y también—sin ningún otro esfuerzo físico y mental—podrán lograr todos los éxitos que desean obtener en la vida.

Pero los niños cuando se convierten en adultos, llegan a saber que los cuentos de hadas son explicaciones sencillas y color de rosa que ayudan a los niños a entender el mundo que los rodea—y que para ser exitosos durante el resto de sus vidas—deben aprender y guiarse por las explicaciones científicas—no por las explicaciones religiosas.

Algunas explicaciones religiosas son peligrosas y muy perjudiciales tanto para el ser humano, como para nuestro planeta, como por ejemplo la explicación judeo-cristiana y musulmán contenida en el versículo 26 del primer capítulo del Libro del Génesis, que dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.”—porque ya sabemos que muchas especies animales y vegetales se han extinguido; y muchas otras se encuentran en peligro de extinción; por los abusos que el ser humano ha perpetrado contra ellas , lo que pone en peligro a la existencia del propio ser humano; quien no es más que otra de las criaturas de la naturaleza y está unido intrincadamente a ella en la maraña de interrelaciones que existen en los diferentes nichos ecológicos, habitats y ecosistemas.

O como la explicación religiosa judeo-cristiana y musulmán contenida en el versículo 13 del capítulo 20 del Libro del Levítico, que dice: “Si alguno se ayuntare con varón como con mujer, abominación hicieron; ambos han de ser muertos; sobre ellos será su sangre.”, la que seguramente llevó al Presidente de Irán a decirle a los estadounidenses en su visita a la Universidad de Columbia de la ciudad de Nueva York, el pasado lunes 25 de septiembre de 2007: “Nosotros en Irán no tenemos homosexuales como ustedes los tienen aquí”—a pesar de que el 3 de junio de 2005, los doctores Ebru Demir y Barry J. Dickson, del Instituto de Biotecnología Molecular de la Academia de Ciencias de Austria, publicaron—en la revista científica Cell—su investigación que comprueba que la homosexualidad es un comportamiento provocado por un error genético similar al que produce el Síndrome de Down—y que las personas (hombres y mujeres) que expresan un comportamiento distinto al heterosexual, son seres humanos tan capaces y útiles a la sociedad como los heterosexuales; tanto en el mundo de las ciencias como de las artes—y su comportamiento sexual no es el atributo más sobresaliente de sus personalidades, por lo que condenarlos a muerte es idénticamente igual a condenar a muerte, o al ostracismo, a cualquier niño que nazca padeciendo del Síndrome de Down.

Existen algunas creencias religiosas sumamente perjudiciales para la humanidad que ni siquiera provienen de los textos sagrados, sino que son opiniones personales de sacerdotes, como la creencia cristiana de que el ser humano comienza a existir a partir del momento de la concepción (el momento en que un espermatozoide fecunda a un óvulo)—porque el ser humano no supo como se producía un embarazo hasta los siglos 18 y 19 de la era actual, cuando los científicos descubrieron por primera vez a los microscópicos óvulos y espermatozoides y mucho tiempo después al proceso mismo de la concepción que los científicos llaman fertilización. Esta falsa creencia cristiana—que prohíbe todo tipo de aborto—obliga a toda niña púber o mujer, a dar a luz al hijo de su violador o de su pariente incestuoso; también obliga a cualquier niña púber o mujer embarazadas a dar a luz a un bebé que los especialistas médicos han comprobado que nacerá con graves defectos mentales y / o físicos; y también obliga a una niña púber o mujer embarazadas, a dar a luz, a pesar de que los médicos especialistas hayan determinado que existe una alta probabilidad de que la madre muera durante el proceso de parto o poco tiempo después, debido a las complicaciones descubiertas por los especialistas médicos.

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