Vals Nº 3
En 1940, hace casi setenta años, recorrían Suramérica “Los Cantores del Trópico”, memorable e irrepetible conjunto de guitarristas y cantantes que en la época previa a la segunda conflagración mundial se atrevieron a difundir la música venezolana y regional en los escenarios del sur.
Su líder, sin lugar a dudas y como lo hizo en sus múltiples actividades, fue Antonio Lauro. Un venezolano integral que dedicó toda su vida a su familia, a la música, a sus alumnos y a sus convicciones políticas que hasta lo condujeron a una penosa prisión de dos años en las mazmorras de la Seguridad Nacional, de la Cárcel Modelo de Caracas y de la Penitenciaría de San Juan de los Morros.
El grupo, que en ocasiones como la que estamos narrando era un trío, en otras se amplió hasta cuarteto de estupendos ejecutantes y notables voces, estuvo integrado por Lauro, Manuel Enrique Pérez Díaz, Marco Tulio Maristany y Eduardo Serrano, quien se incorporó inicialmente pero tuvo que apartarse por sus responsabilidades en la conducción, entre otras empresas, de la Broadcasting Caracas.
La Venezuela musical tenía su cenáculo y semillero de los músicos de la época en la Escuela José Ángel Lamas, situada al lado de la Santa Capilla con frente a lo que hoy es la Avenida Urdaneta, donde fungía como sacerdote mayor el eminente músico y también venezolano ejemplar, Vicente Emilio Sojo y el estupendo Maestro Raúl Borges conducía los estudios relativos a la guitarra. Allí bebió Lauro las mieles de la música.
En ese periplo latinoamericano, que realizaron a través de las precarias carreteras existentes, visitaron Colombia, Ecuador, Perú y Chile donde descubrieron que su representante había tomado indebidas ventajas y, con pocos recursos, emprendieron el regreso por barco hasta Panamá y en un avión desde el itsmo hasta Maracaibo.
Mientras estaban en Ecuador, Lauro comenzó a trabajar en la composición de una pieza que inicialmente recibió el nombre de Vals Nº 3 y que en ese momento dedicó a su Maestro Raúl Borges. Con el tiempo y debido a su calidad y belleza, ha sido incorporada a la antología del mayor número de intérpretes exquisitos de la guitarra. En 1965, con motivo de los quince años de su hija, Lauro se la regaló y la bautizó con el hoy conocido y difundido nombre de Natalia.
Además de Los Cantores del Trópico y del propio Lauro y sus compañeros, Andrés Segovia, quizás el más grande guitarrista de todos los tiempos, fue el primer ejecutante no venezolano que la incorporó a sus programas y la grabó por vez primera; el mismo Lauro recopiló versiones de Daniel Milano, Teófilo León, Aldemaro Romero, Chet Atkins: un norteamericano que grabó el vals y desconoció su autoría, el trio de Oscar Dib, Los Indios Tabajaras, Alirio Díaz, John Williams, Julian Byzantine, Ramón Ibarra, el conjunto de Paco Peña, el grupo vocal Buenos Aires 8 y Los Ibéricos.
Hoy, además de todas esas variadas y notables interpretaciones, podemos disfrutar de otras nuevas a las que se puede acceder en ese otro monumento de la comunicación actual que es el espacio cibernético Youtube.com. Allí encontramos, desde las versiones del propio Lauro, de Segovia y de nuestro insigne Alirio, la de algunos nuevos interpretes internacionales y hasta varias versiones de jóvenes guitarristas que encuentran en Natalia un reto delicioso.
Con Antonio Lauro nos una el recuerdo imborrable del himno del Liceo de Aplicación, donde cursamos todo nuestro bachillerato y aprendimos de nuestros queridos profesores todo un mundo de herramientas que nos han permitido llegar adonde estamos; y el Centro Musical, bautizado con su nombre e inspirado en su maestría.
La estupenda biografía, escrita por Ivo Hernández, nos ha permitido adentrarnos en la vida de este insigne venezolano.