Opinión Nacional

Pipo Cruz

Este hipocorístico y este apellido identificaban a un ser excepcional. Ramiro Leopoldo Cruz Padrón, joven venezolano, nacido el 22 de diciembre de 1942, que rindió su ser ante el ataque certero y contundente de una afección extraña que fue colocada dentro del catálogo del cáncer.

Estudiábamos quinto año de ingeniería en las aulas inolvidables de la UCAB localizadas en aquella casa, contigua al edificio de aulas que había construido el Colegio San Ignacio en la esquina de Mijares y que alojaba a la casi totalidad de las actividades de la Facultad.

Un día de mediados de noviembre de 1962, comenzaba con una clase de Mecánica de Suelos que dictaba el siempre recordado Hugo Pérez La Salvia. Nuestro querido profesor tenía la costumbre de “pasar la lista” antes de comenzar su exposición. Cuando nombró a Pipo, todos nos extrañamos, pues nunca había faltado a clases. Continuó nuestra rutina y al terminar la mañana, averiguamos y nos enteramos que Ramiro estaba hospitalizado. Cuatro días más tarde, el 20 de noviembre, se fue.

Sus padres, don Ramiro y doña Margot, estaban de viaje por el viejo mundo. Su hermano Alfredo, ya graduado de ingeniero y casado, estaba haciendo su posgrado en Michigan. Su hermana Antonieta, junto con “el flaco” Carvallo, médico, enfrentaron la situación. En apenas cuatro días se nos fue Pipo. Cuanta consternación y cuanto dolor. Era querido por todos quienes le conocieron.

Nunca he asistido a un velorio y a un entierro, más sentidos. La llegada de los padres y de Alfredo, inenarrables. El silencio y el recogimiento permitían escuchar la dura expresión del silencio. Sus amigos, muchos, sus compañeros de clase, los amigos de sus padres y de sus hermanos. Todos unidos en una oración silenciosa y profunda.

Mas nos interesa recordar al maravilloso compañero que, siempre, desde sus primeros estudios de primaria en el Colegio Los Caobos situado en la desaparecida urbanización “El Conde”, durante todo su bachillerato en el Colegio San Ignacio, y a través de los casi cinco años de estudios de Ingeniería, fue el mejor alumno de cada uno de los cursos donde estuvo. Había varios buenos estudiantes, él, era el mejor. Disfrutaba ayudando a sus compañeros a estudiar y a entender casi cualquier materia. Tenía la virtud de ser espléndido y aparentaba que adquirir los conocimientos le representaba un esfuerzo moderado.

Don Ramiro y doña Margot entregaron el resto de sus vidas al recuerdo y la oración. Su negra vestimenta era solo la expresión dura de un dolor irreparable y la religión se constituyó en el asidero a lo inexplicable.

Sus compañeros de curso lo hicimos epónimo de nuestra promoción. En cada oportunidad, cuando hemos celebrado este evento medular de nuestras vidas, los Cruz han estado presentes, su padre, hasta que Dios quiso. Ahora, Alfredo y Antonieta.

Sirvan estas líneas como un homenaje de sus apadrinados a su excelencia y a su amistad y como un recuerdo en las proximidades de su cumpleaños y a 45 años de cuando se transformó en nuestro “ángel de la guarda”. Amén.

Fundado hace 28 años, Analitica.com es el primer medio digital creado en Venezuela. Tu aporte voluntario es fundamental para que continuemos creciendo e informando. ¡Contamos contigo!
Contribuir

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Te puede interesar
Cerrar
Botón volver arriba