Opinión Nacional

Voltaire

“Del globo en el que vivimos, déspota universal
sólo hay un resorte, el interés personal.”


Voltaire.

LA VOZ DE UN ESPIRITU TOLERANTE

Siendo Voltaire el prototipo de cortesano al uso de su época, no por ello dudó jamás en enfrentarse a los arduos problemas que planteaba una sociedad en plena transformación como la de aquellos días. Su obra literaria sorprende por la tremenda audacia que supone defender posturas en franca contradicción con la corriente del pensamiento de su época y por la notable agudeza de espíritu que le caracteriza.

Deísta y partidario de una religión natural en materia teológica y de una moral universal y promotor en política del despotismo ilustrado, se opuso a la intolerancia, la tortura, el fanatismo religioso y la superstición con su capacidad satírica y su tremenda habilidad polémica, y su nombre ha quedado para siempre unido al concepto de libertad de espíritu y a una forma de filosofía práctica que busca la mejora de las condiciones de vida, convirtiéndole en el primer intelectual comprometido.

François-Marie Arouet ( Voltaire) nace en París el 21 de noviembre de 1694. Es el hijo menor de un notario. A los nueve años asiste a las clases del Colegio Louis-le-Grand, dirigido por los jesuitas, pero a los pocos años ya militaba en la libertina y elegante Sociedad del Templo.

El padre pretende hacerle estudiar Derecho, pero el joven François-Marie no siente atracción por esa carrera. El marqués de Chateauneuf, hermano de su padrino, se lo lleva a la Haya en 1713 intentando encauzar hacia la diplomacia al joven rebelde. Pero Voltaire, nada más llegar a la ciudad holandesa, frecuenta los salones de Mme. du Noyer, fundadora de una revista satírica, La quintaesencia, en la cual colabora. Voltaire le propone a la hija de Mme. du Noyer huir con ella a París. Sin embargo, se vuelve solo a París y se consuela escribiendo sátiras que firma con el seudónimo de Voltaire. Su pluma imprudente le obliga a refugiarse en el castillo de Saint-Ange. De nuevo en París en 1716 se une a los que intrigan contra el Regente, el duque de Orleans. Es desterrado a Sully-sur-Loire. Al regresar a París, el Regente lo manda encarcelar en la Bastilla y posteriormente se le fija residencia forzosa en Châtenay.

En 1718. escarmentado da un nuevo rumbo a su vida. Escribe la tragedia, El triunfo de Edipo y las comedias Marianne y El indiscreto. En 1726, debido a un incidente con un noble, nuevamente es encarcelado en la Bastilla. Se le obliga a exiliarse y escoge Inglaterra.

En Londres dedica a la reina Carolina la primera edición de La Henriada (1728) nueva versión del poema épico La Liga o Enrique el Grande, editado clandestinamente en Francia años antes. Voltaire aprecia en la sociedad inglesa que él frecuentó el respeto y la tolerancia y se ratifica en su desafecto al fanatismo.

De vuelta a París, a finales de 1728, tiene éxitos teatrales clamorosos. La muerte de César y la Historia de Carlos XII, rey de Suecia, ambas de 1732, son prohibidas. En 1734 aparecieron, sin autorización gubernamental, Las Cartas filosóficas o Cartas inglesas. El libro que constituye un alegato a favor de la tolerancia provocó un escándalo; el libro fue quemado públicamente en París y motivó otra orden de arresto que Voltaire eludió refugiándose en Cirey, en el castillo de su amante y colaboradora intelectual Mme. de Châtelet. Escribe nuevas tragedias y su sátira El Mundano, concluye con este verso que le obliga a refugiarse de nuevo en Holanda. “El paraíso terrenal está donde yo estoy”.

En 1750, invitado por rey Federico II de Prusia, amigo suyo se instaló en Berlín. Voltaire lo admiraba y lo consideraba la mejor representación del “despotismo ilustrado”, pero la amistad terminó en disputa y Voltaire regresó a Francia en 1753. En Berlín aparecieron El siglo de Luis XIV (1751), Micromegas (1752), Diatriba de doctor Alakia (1752), quemada en público en Berlín, y Anales del Imperio (1753)

Voltaire, desengañado, marcha a Suiza en busca de seguridad, tranquilidad y libertad. Allí escribió: La doncella (1755), La ley natural (1756). Ensayo sobre las costumbres (1756), gran obra de filosofía de la historia y el artículo Ginebra para la Enciclopedia, de la que era colaborador. También de esta época son dos obras de carácter pesimista: el Poema sobre el desastre de Lisboa (1755) y la novela Cándido o el optimismo (1759).

Enfrentado con los calvinistas del partido devoto y enemistado con Rousseau, compró en 1759 la posesión de Fernay, junto a la frontera suiza, donde pasaría los últimos años de su vida convertido en el punto de referencia de la Ilustración y el pensamiento libre, y donde escribiría varias obras fundamentales: Tratado sobre la tolerancia (1763), Diccionario filosófico (1764) y Comentario sobre el libro de los delitos y las penas (1766).

En los últimos años de su vida fue objeto de una verdadera idolatría sentimental. En febrero de 1778 regresó a Paris en olor de multitud para asistir al estreno de su tragedia Irene y ser coronado en la Comédie Française. Durante unos meses, paladeó su triunfo y gloria. Era ya muy anciano, las emociones le mataron. Voltaire murió el 30 de mayo de 1778. En 1791 sus restos fueron trasladados al Panteón de Hombres Ilustres.

Voltaire que encarnó el arquetipo de pensador liberal de su siglo sufrió la intolerancia de su época, que aún no ha sido erradicada de nuestra sociedad. La tolerancia, tal como escribió Voltaire en su Diccionario filosófico, no es más que “el patrimonio de la humanidad” y que como “todos tenemos flaqueza y errores” convendría que “perdonáramos recíprocamente nuestras necedades: Tal es la primera ley de la naturaleza”. Y como dijo Voltaire: “Desapruebo lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho de decirlo”.

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