Liberación y no violencia: Gandhi y Bolívar
En este nuevo 30 de enero se ha celebrado otro Día mundial de la No Violencia y la Paz, en conmemoración del 60 aniversario de la muerte-martirio de ese gran Apóstol de la No Violencia que fue Mahatma Gandhi.
La violencia se ha convertido en un grave flagelo en el mundo actual agobiado por conflictos intestinos y guerras. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo ha calificado como desquiciador del bienestar vital de los pueblos. Un importante informe de la misma publicado en el 2002 aporta la siguiente definición de la violencia a los fines de facilitar la cooperación internacional para su enfrentamiento: “El uso intencional de la fuerza física o el poder, en amenaza o en hecho, en contra de si mismo, otra persona, o en contra de un grupo o comunidad, lo cual resulta o tiene alta probabilidad de resultar en herida, muerte, daño psicológico, maldesarrollo o privación”. Definición comprehensiva que toma en cuenta tanto los aspectos físicos o mas densos como los psicológicos o mas sutiles de la violencia, así como la violencia externa e interna; en acercamiento a la también integral prescripción de todas las enseñanzas espirituales, que hablan de evitar la violencia “no sólo en la acción, sino también en la palabra y el pensamiento”, y no sólo en cuanto al género humano sino a todos los seres vivos y la Creación misma. En relación a esto último, cobran particular interés las enseñanzas de Mahatma Gandhi.
En tiempos en que aún se pretenden reeditar formas hegemónicas y opresivas de dominación, e incluso nuevos imperialismos o coloniajes, tanto externos como internos; y en tiempos en que se vive una crisis generalizada de la institucionalidad política en las naciones, incluso con la vuelta de viejas preguntas sobre la razón de ser de estas; el tema de la liberación como profundo anhelo aun inconcluso de los pueblos parece estar volviendo y, junto con él, una revalorización o re-examen de lo que pretendieron los próceres fundadores de las naciones. Entre ellos destacan dos seres excepcionales: Simón Bolívar desde América Latina y Mahatma Gandhi desde la India. Con dos caminos aparentemente muy distintos, pero en verdad con más en común de lo que se piensa, y en todo caso un anhelo común poderoso: la liberación humana de la opresión y la alienación.
Aunque ambos líderes no hayan carecido de un sin número de auto-declarados seguidores que en la práctica bien han contradicho sus enseñanzas con acciones incoherentes o bien las han desvirtuado al tomarlas por retazos a conveniencia dejando de reconocer el ideario mas importante y superior por lo que ambos lucharon. En lo expuesto a continuación, también abundaremos más sobre esto.
La No violencia como filosofía de vida e incluso como marco para el logro de procesos de liberación personal y social es tan vieja como la humanidad y el Orden de la Creación. De allí que, como hemos dicho antes, a lo largo de la historia humana el valor de “Evitar dañar” ha sido reivindicado en todas las grandes tradiciones de sabiduría, y en particular en todas las grandes tradiciones espirituales del mundo. El “Amar al prójimo como a ti mismo” del cristianismo, el Ahimsa del hinduismo, la compasión en el budismo, el Ama Guaña de la tradición ancestral inca, para citar sólo algunos ejemplos, fueron todas expresiones del mismo valor ideal presentes en diversos credos. Algo sustentado a su vez en la Ética de la Creación y las leyes del Orden Natural. Entre estas destacan “La ley de la Unicidad de la Vida “o la de que “Todo es Uno y Todo está vivo” (cuyo corolario es, por tanto, que lo que hacemos a otros nos lo terminamos haciendo a nosotros mismo); “La ley de Causa y efecto o de que “sembramos lo que cosechamos” –también llamada por los hindúes y budistas “ley del karma”(cuyo corolario es de que debemos asumir las consecuencias de todo lo que hacemos pues ellas son inexorables); “La ley de la complementariedad de los polos, emblematizada en la célebre figura del Yin y el Yang (que nos invita a entendernos con el prójimo para el interés común mutuamente enriquecedor en el contexto de “unidad en la diversidad”.
La no violencia, pues, ha tenido muchos maestros e intérpretes en la historia de la humanidad. Pero ninguno como Mahatma Gandhi para llevarla al nivel de sistematización y refinación a la que el la llevó como instrumento de lucha política, lucha para la liberación e independencia. En un singular puente entre el alto mundo espiritual y el mundano ámbito del quehacer político. Tan particular aporte le valió a Gandhi el calificativo de “Político entre los santos y santo entre los políticos”. Aunque el prefirió autodefinirse como “un ser espiritual en ropaje político”
Pertinente es, pues, comenzar este trabajo refiriéndonos a la obra de Gandhi en su carácter de máximo expositor la filosofía de la No Violencia.Para luego referirnos a la caracterización del legado respectivo de Simón Bolívar, en progresivo abordaje….Sin dejar de tener en cuenta las diferencias que hubo en los contextos y circunstancias de cada uno de ellos.
Gandhi y la No Violencia
Algunos han querido confinar la relevancia de lo predicado por Gandhi al particular escenario histórico en que le tocó desenvolverse, aduciendo en consecuencia que los logros de Gandhi no son fácilmente aplicables a otros casos o a nuestros tiempos. Escenario histórico particular de Gandhi caracterizado por una sociedad subyugada como la de la India de un basamento espiritual proclive a responder a sus prédicas de no violencia, así como por un poder imperial que, a pesar de su basamento en la fuerza, conservaba aun ciertos escrúpulos legales-morales o de “fair play” que habrían posibilitado el desafío gandhiano.
Sin embargo, en contravención a la aseveración que pretende confinar a Gandhi a unas determinadas circunstancias locales o históricas, está la permanente recurrencia de Gandhi como referencia universal. La relevancia de su mensaje más bien parece haberse crecido en el tiempo. Como hemos dicho antes, sus enseñanzas sobre la No Violencia, por estar basadas en las Leyes del Creador, trascienden en verdad el escenario histórico y cultural en que le tocó a Gandhi aplicarlas y conservan vigencia universal. El mismo Gandhi dijo de ellas, con característica humildad: “Nada nuevo hay en lo que digo. Es algo tan viejo como el mundo”.
Sobre la no violencia el Mahatma nos dejó los siguientes conceptos medulares, particularmente relevantes en los turbulentos tiempos actuales:
“La violencia es el arma del débil. La no violencia, del fuerte. Creo sobre todo que la no violencia es infinitamente superior a la violencia y que la clemencia es mucho más noble que el castigo. Se puede asegurar que un conflicto se ha solucionado según los principios de la no violencia, si no deja ningún rencor entre los enemigos y los convierte en amigos”
Gandhi se nutrió en particular del Bhagavad Gita, la “Biblia” del hinduismo, el cual para él fue su libro de cabecera preferido, su refugio y guía para cualquier situación de gran duda o desazón en su monumental lucha. Preceptos del Gita como el siguiente signaron su quehacer: “Permanece a igual distancia de los extremos y cumple con tu deber sin otra razón que el deber mismo, sin reparar en si serán para ti buenas o malas las consecuencias del cumplimiento. Mantén la misma serenidad en el éxito como en el fracaso”. Precepto reivindicado en asertos de Gandhi como el siguiente: “La satisfacción yace en el esfuerzo, no en el logro. Pleno esfuerzo es plena victoria…no hago lo que hago por ganar o perder, lo hago porque es lo correcto”; o este otro en el que orientaba a sus satyagrahis: “Aquél que siempre esté acariciando los resultados termina descuidando el desempeño del deber. Se vuelve impaciente y termina presa del disgusto y haciendo cosas innobles, brincando de acción en acción sin permanecer fiel a ninguna, …perdiendo los escrúpulos y considerando cualquier medio válido con tal de lograr su fin”. Por otro lado, cabe citar también la siguiente instrucción suya a sus seguidores: “Un satyagrahi siempre tratará de vencer al mal con el bien, la rabia con el amor, la mentira con la verdad, y la violencia con la no violencia” ; que no hacía sino reivindicar la clásica enseñanza de los vedas hindúes recogida en el Gita que, dirigiéndose al Supremo, dice: ”Condúceme de la mentira a la Verdad, de la oscuridad a la Luz, de la muerte a la Inmortalidad”. El Bhagavad Gita fue, ciertamente, la “Biblia” personal de Gandhi, sobre la cual le gustaba remarcar cuan afín eran sus enseñanzas a las de Cristo en la propia Biblia cristiana, sobre todo en cuanto a piezas como El Sermón de la Montaña, y cuan afín eran en cuanto a otras enseñanzas cristianas como las de San Francisco de Asís en su célebre Oración por la Paz. En un ámbito más contemporáneo, son impresionantes las similitudes entre lo predicado por Gandhi y lo expuesto por el actual Papa Juan Pablo II en enseñanzas como las de su encíclica “El Esplendor de la Verdad”.
Por último, cabe destacar la permanente inquietud de Gandhi de darle basamento práctico a todo lo que predicaba y de encarnarlo en su vida personal. Por ello solía decir: “Mi vida es mi mensaje”.
Ello le hizo cuidar que todas las protestas sociales organizadas por él tuvieran siempre una dimensión constructiva o de edificante propuesta alternativa, pues consideraba que toda crítica sin propuesta alternativa constructiva era irresponsable. De allí que cuando organizara la propuesta contra los injustos impuestos sobre la sal del monopolio inglés lo hiciera con una gran marcha al mar para que su gente reaprendiera la extracción de la sal por sus propios medios; o cuando auspiciara su campaña contra el monopolio textil de productos ingleses que los británicos pretendían instaurar en la India lo hiciera fomentando la recuperación de los textiles vernáculos indios, incluso con su incesante ejemplo de la rueca personal de hilar que el mismo manejaba. Comprendía Gandhi que no podía haber libertad o paz donde hubiera subordinación económica o cultural; lo que le llevó a abogar por una economía descentralizada basada la máxima autosustentación de las aldeas; mas que en dominantes economías nacionales o estatales, y mucho menos mundiales. Nada de esto excluía el comercio externo; pero a este Gandhi lo consideraba mas como un complemento que un sustituto de la autosustentación máxima en base a lo local. Tal autosustentación económica iba naturalmente acompañada por la máxima autogestión política también a nivel local. El programa de “Trabajo Constructivo” que Gandhi lanzara al inicio de la vida independiente de la India, como contrapeso o complemento de la acción de un gobierno nacional que él ya intuía se estaba quedando corto o estaba siendo vulnerable a la corrupción política, fue quizás el primer programa de desarrollo comunitario del mundo, por su basamento en lo local y por pautas para el ejército de voluntarios que lo motorizaría como la siguientes: “Abjurando de toda política partidista y dedicados al puro servicio desinteresado de los votantes seremos capaces de guiarlos e influenciarlos”
En su labor de “trabajo constructivo”, supremo sitial ocuparon los mas pobres o débiles; lo que se reflejó en causas como su reivindicación de “los intocables” o la casta mas baja y discriminada en la india –lo que Gandhi consideró como “el gran karma del hinduismo”, “karma” que era imperativo rectificar. Sobre su inquietud por los pobres el Mahatma nos legó el siguiente notable aserto: “Cuando estés en duda sobre la conveniencia de un plan, sólo piensa como va a afectar al mas pobre de los pobres y al mas débil de los débiles. Si va en su beneficio, el plan es bueno; si va en su perjuicio el plan es malo”.
En lo personal como tal, fue Gandhi fue un ser que cuidaba con celo su salud física y espiritual, pues sin esa pureza no podía haber garantía de un buen acceso a la voz interior que lo guiaba en todos sus momentos de importante decisión; voz interior que, según lo antes señalado, era su conexión con la Verdad, con Dios. La enorme importancia que él atribuía a este ámbito lo llevo a publicar su obra “Claves para la salud”, incluso con recomendaciones en materia de una alimentación sana de base vegetariana, el evitar sustancias tóxicas o estimulantes como drogas, tabaco, alcohol, té, y la práctica del ejercicio adecuado. Para Gandhi ningún pretendiente a activista político o líder de altura que no fuera física y mentalmente sano podía merecer la confianza o respaldo públicos. “Claves para la Salud” fue de hecho su publicación mas popular en la India –mas que cualquiera de sus trabajo sobre el tema político o cultural.
En base a lo anterior, el celoso cultivo de la fortaleza y pureza personal fueron partes claves del decálogo de los satyagrahis o “milicianos gandhianos de la no violencia”. Con el celo por tal cultivo personal, reivindicaba Gandhi también la sentencia bíblica: “Sólo los puros de corazón verán a Dios”.
En el paradigma espiritual, el paradigma en que se centraba Gandhi, en definitiva “el mejor gobierno es que el menos tiene que gobernar porque los ciudadanos se autogobiernan”, tal como ha sido el caso en épocas pasadas doradas del devenir cíclico humano.
Y los ciudadanos se autogobiernan en base a los preceptos espirituales, éticos y morales universalmente presentes en todas las tradiciones espirituales; y resumidos en el ya mencionado mandamiento: “Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. O, para ponerlo en forma ligeramente más mundana: “No hagas a los demás lo que a ti no te gustaría que te hicieran”.
Nótese que en todas las tradiciones espirituales se habla de deberes por sobre los derechos, pues los derechos fluyen de los deberes y no al revés. Contrariamente a lo que se ha impuesto hoy en la cultura moderna con la exaltación de la “derechología” en todos los órdenes (“derechos humanos”, “derechos sindicales”, “derechos a la propiedad”, “derecho a la libertad de expresión”, etcétera, etcétera), en ninguna tradición espiritual se habla de derechos. Los mandamientos de la fe cristiana, por ejemplo, hablan sólo de deberes (“Amar a Dios”… –no que Dios nos ame, “No robar” –no que nos roben, etcétera). Si cada quien cumpliera con sus deberes hacia los demás, no haría falta que nadie reclamara sus derechos.
La famosa carta del jefe indio Seattle, manifiesto por excelencia de los valores espirituales indígenas. Habla también tan solo de deberes (“La tierra no nos pertenece… nosotros pertenecemos a la tierra”), con lo cual hasta la hoy en boga “reivindicación de los derechos indígenas” no sería lo más fiel a la ancestral cosmovisión indígena, cosmovisión que, como señaló Seattle, se refiere mas a los “deberes de custodios del patrimonio natural y común” que a cualquier tipo de “derecho” o”títulos propietarios”•.
Similar reparo cabe en relación a la pretensión política moderna de “la propiedad privada” como algo absoluto. En ninguna tradición espiritual se reconoce esto. En la doctrina social de la Iglesia, por ejemplo, se ha sustentado claramente el principio de que el derecho a la propiedad privada nunca debe ejercerse en detrimento del bien común. Igual podría decirse de todos los otros derechos consagrados en las constituciones modernas. Una vez más, los derechos fluyen de los deberes y no al revés.
En el contexto de las ancestrales leyes espirituales, o del Orden Natural, el también moderno concepto de la “soberanía” (“soberanía nacional”, “el Soberano”, etcétera). La soberanía, por si sola además de no existir en el Orden Natural, tampoco puede existir en el plano ético como un derecho aislado. Ella tiene que ser condicionada con adjetivos de responsabilidad para tener en cuenta el bien común. Mandato aplicable a desde el país más pequeño a la mayor “superpotencia”; desde el ser más menor al más mayor. En el Orden Natural en realidad no hay tal cosa como la absoluta o egoísta independencia sino más bien una complementaria o mutua interdependencia.
Nos dejó dicho también lo siguiente el Mahatma sobre otro tema cardinal: la importancia de no sólo lo que hacemos sino del cómo lo hacemos; la importancia de los medios que empleamos para nuestros propósitos:
“Se oye decir “los medios, después de todo, no son mas que medios”. Yo diría más bien: “En definitiva todo reside en los medios”. El fin vale lo que valen los medios. De hecho, el Creador no nos permite intervenir más que en los medios. Sólo él decide el fin (puesto que todos los fines están sujetos a su Ley). Y solamente el análisis de los medios es lo que permite decir si se ha alcanzado el éxito, en la consecución del fin…
No admito el mas mínimo recurso a la violencia para alcanzar el éxito.Pues la experiencia me ha demostrado que un bien duradero no puede venir jamás de la mentira o la violencia….
Vuestra mayor equivocación es la de creer que no hay ninguna relación entre el fin y los medios. Esa equivocación ha hecho cometer crímenes innumerables a personas que eran consideradas como religiosas…Los medios son como la semilla y el fin como el árbol. Entre el fin y los medios hay una relación tan ineludible como entre el árbol y la semilla…
No se puede considerar como moral un acto que no es voluntario. Para decir que una acción es moral, es menester haberla llevado a cabo conscientemente y sabiendo que se trata de un deber. Todo acto que haya sido dictado por el miedo o por la violencia deja automáticamente de ser moral…No creo en la conversión de una persona por medio de otra. Lo exterior no tiene mas sentido sino en la medida que responde a algo interior.
Si imponemos nuestra voluntad a los demás, nuestra tiranía sería infinitamente peor que la burocracia británica, que descansa en un montón de funcionarios. Su tiranía es un terrorismo impuesto por una minoría que se debate en medio de una oposición general. La nuestra, por su parte sería el terrorismo impuesto por una mayoría y, por eso mismo, peor y mucho mas impía que la primera. Por consiguiente hemos de eliminar de nuestros métodos de resistencia toda forma de constricción…si hacemos uso de la fuerza para poner a los demás hombres bajo nuestro estandarte, habremos traicionado a Dios y a nuestra causa….Preferiría mil veces ver muerta a la India antes de saber que ha conseguido su independencia a costa de la Verdad”
Por otro lado, Gandhi tampoco desconoció que, en determinadas extremas circunstancias, como las de cuando todo recurso pacífico ha fallado para proteger a un prójimo a merced de un agresor implacable, la violencia defensiva puede no sólo ser un recurso válido sino hasta un deber.
En suma, para Gandhi los valores de la Verdad, o lo que es lo mismo de Dios, no eran ni negociables ni sacrificables; ni aún ante “leyes de la mayoría” o “leyes de gobiernos”, las cuales tenían que estar mas bien supeditadas a los valores de Dios.
Con ese tipo de valores, Gandhi galvanizó la conciencia popular de su país en torno a la lucha pacifista, venció al imperio más poderoso del planeta, e influenció a luchadores por la Verdad y Libertad posteriores como Nelson Mandela y Martín Luther King similarmente exitosos ante poderes igualmente formidables.
Por otro lado, no se puede decir que su mensaje fue honrado cabalmente por los que tendrían a su cargo la gestación de la nueva nación, que incluso nació dividida, divisionismo del cual fue mártir el propio Gandhi en infausto magnicidio. Sin embargo sus ideas quedaron eternamente en la psiquis de la nueva república como permanente referencia y se convirtieron en inmortal referencia universal para una mejor evolución humana; creciéndose en el tiempo. Louis Fischer, quizás su biógrafo mas agudo, sintetizó su huella en los siguientes términos: “Su legado es el coraje, su enseñanza la verdad, su arma el amor. Su vida es su monumento”. Y Albert Einsten dijo del gran Mahatma admirado: “Cuando la humanidad mire hacia atrás le costará creer que existió sobre la faz de la tierra un ser de carne y hueso tan portentoso como Gandhi”.
El legado de Bolívar. Comparaciones con Gandhi
Simón Bolívar fue un extraordinario visionario que probablemente trató de forzar cambios para los cuales aun no estaba preparado el mundo en que le tocó vivir. Aunque, a diferencia de Gandhi, fue gran guerrero, trató siempre de enmarcar su acción en las más altas miras. Sus inclinaciones místicas-espirituales, manifestadas en su memorable “Delirio sobre el Chimborazo”; la orientación decisiva que le brindara su genial maestro Simón Rodríguez; su educación masónica comprometida con los valores de la libertad, la igualdad, la fraternidad y la felicidad; y su férrea voluntad, explican las singulares altas miras que mantuvo Bolívar, a pesar de todas las dificultades que tuvo que enfrentar.
Frases suyas como “Moral y luces son nuestras primeras necesidades” y “Son ciudadanos virtuosos mas que leyes los que hacen las repúblicas”, nos revelan su conciencia de la importancia de la base moral y educativa como marco de la acción de los seres humanos y las sociedades, a los fines de una empresa libertadora de tanto alcance como la que él se había propuesto.
La frase de Bolívar “Son ciudadanos virtuosos mas que leyes los que hacen las repúblicas” lo acerca en particular a la concepción de Gandhi de que “el mejor gobierno es el que menos gobierno gracias a una ciudadanía virtuosa que se autogobierna”.
Su singular propuesta de que se creara en la estructura de los nuevos estados un “Poder Moral” a la par del Ejecutivo y Legislativo, muestra la importancia que le atribuía a este ámbito como base de las naciones. Fue Bolívar un constante pedagogo y educador. Lo que se hizo patente en los miles de discursos, decretos y cartas que nos legó; dirigidos a audiencias públicas, privadas y aun a miembros de su entorno familiar. Elocuente es, a modo de ejemplo, la firmeza conque impartió cátedra a su sobrino Anacleto Clemente sobre la práctica de juegos de envite y azar, hoy lamentablemente en boga, a la cual éste se había aficionado: “.Si no abandonas ese maldito vicio del juego, te desheredo para siempre; te abandono a ti mismo. Es una verguenza para ti y para tu familia ver la infame conducta que has tenido en Bogotá, librando contra tu pobre madre sumas que no las gasta un potentado, abandonando a tu mujer, y para hacer lo que faltaba desacreditando al Vicepresidente, faltando de este modo a tu patria, a tu familia, y tu sangre…Creo que te he dicho bastante para que conozcas mi enojo.” O incluso su siguiente opinión sobre el consumo de alcohol: “La franquicia del aguardiente es un azote del pueblo…aseguro a usted que si pudiera suprimir ese vicio haría el sacrificio de la renta del estado adoptando otro arbitrio que la supliera”.” En este tipo de inquietudes coincidió mucho con Gandhi.
Sobre la influencia de los altos valores masónicos en la formación y credo de Bolívar poco se ha escrito. En parte, por el velo de secreto o discreción que tradicionalmente ha envuelto a la masonería, y en parte por la limitada compresión de los historiadores convencionales para entender la importancia de tal tipo de formación en la hechura de grandes líderes. La masonería se nutre en sus orígenes de la sabiduría del Orden Cósmico, y en particular de ancestrales enseñanzas como las del antiguo Egipto, el Hinduismo (la base cultural de Gandhi), y la ancestral Cábala judaica. Conceptos como encuadrar la acción humana en los designios del “Gran Arquitecto del Universo” (otro nombre para Dios y El Cosmos) y la “observancia de la leyes del Orden Natural” son parte de la cartilla doctrinal de la masonería.
Aunque la masonería no tiene hoy fuerza y proyección de anteriores tiempos, y ha sufrido una degeneración desde hace algún tiempo, como movimiento filosófico estuvo detrás de los grandes procesos revolucionarios que sacudieron al siglo XVIII, que dejaron legado profundo en la historia mundial. Nos referimos a La Revolución Norteamericana (al frente de la cual estuvieron ideólogos y líderes vinculados con la masonería como Franklin, Jefferson y Washington), La Revolución Francesa (con ideólogos de vinculación masónica como Voltaire, Montesquieu y Russeau) y la Revolución Latinoamericana de Independencia (que tuvo como gran precursor al masón Francisco Miranda y una serie de posteriores próceres de formación o influencia masónica, entre ellos Bolívar). Bolívar, en su formación revolucionaria, además de exponerse en edad adulta a las ideas del aporte masónico, contó a nivel mas personal y desde su infancia con la egregia enseñanza de su querido -y muy influyente en él- maestro masón Simón Rodríguez y del también culto masón hombre de letras Andrés Bello. Se ha señalado que el prócer caraqueño entró en la masonería en 1803, a través de su iniciación en una logia en Cádiz de inspiración mirandina, para llegar incluso a ser ordenado en segundo grado posteriormente en una logia parisina en 1805.
Del anterior último año también data el célebre “Juramento del Monte Sacro Aventino” de Bolívar en Roma del 15 de agosto de 1805), frente a su Maestro Simón Rodríguez. Ante las ruinas de la Roma imperial y de su antecesora República Romana, Bolívar encuentra un apropiado escenario para desdibujar, con característico espíritu visionario, la trascendente tarea que lo anima: “La civilización que ha soplado del Oriente, ha demostrado aquí todas sus fases, ha hecho ver todos sus elementos; mas en cuanto a resolver el gran problema del hombre en libertad, parece que el asunto ha sido desconocido y que el despejo de esa misteriosa incógnita no ha de verificarse sino en el Nuevo Mundo..”; para finalmente asumir en forma solemne el siguiente compromiso ante el entrañable maestro: “Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que no haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”
En base a lo anterior Bolívar mantuvo una atención natural a honrar y aprender de las “leyes del orden natural”, cuya importancia reconoció en su obra ideológica, y mantuvo un gran amor por la naturaleza y el campo. En esto último, seguramente con gran influencia de su maestro Simón Rodríguez, quien, mas devoto y profundo en ello, en lo cual se acercaba mas a Gandhi, dejó dicho: “Si los americanos quieren que la revolución política que el peso de las cosas ha hecho y que las circunstancias han protegido, les traiga verdaderos bienes, hagan una revolución económica y empiécenla por los campos: de ellos pasará a los talleres, y diariamente notarán mejoras que nunca conseguirán empezando por las ciudades”.
Bolívar, influenciado por una concepción del mundo occidental, concibió al estado-nación como la unidad fundamental del nuevo orden político post-independentista. Para Gandhi, mas desde la mayor autoreferencia de su milenaria cultura nativa, tal unidad fundamental debía descansar mas bien en la aldea, el poder local -en contra de su pupilo Nerhu que privilegió también al gran Estado-Nación como fórmula para la India independiente, pero mas cercano a las concepciones de Simón Rodríguez con su devoción por lo campestre-local. Pero Bolívar no desconoció de la importancia de la descentralización como base de las naciones-estados, como lo muestra la siguiente aseveración: “La naciones se componen de ciudades y aldeas y del bienestar de éstas se forma la felicidad del estado”.
Bolívar además se interesó en aprender de las culturas indígenas a cuyo valor también rindieron culto prominentes líderes masónicos como Franklin y Jefferson -hasta el punto de que, a través de éstos, valores indígenas fueron recogidos en la Declaración de Independencia de la joven nación norteamericana, así como el mismo Miranda -quien le dio a su logia masónica independentista, que desde Londres actuó como cantera de líderes para la gesta liberadora de Hispanoamérica, el nombre de Lautaro , en honor al gran Cacique indígena que había puesto gallarda resistencia en Chile a la conquista española. La siguiente apreciación de Bolívar fue muy reveladora de su admiración por lo indígena: “El indio es de un carácter tan apacible que sólo desea el reposo y la soledad; no espera acaudillar a su tribu, mucho menos a dominar las extrañas…esta especie de hombres es la que menos reclama preponderancia; aunque su número excede a la suma de los otros habitantes….es una especie de barrera para contener a los otros partidos, ella no pretende la autoridad, porque ni la ambiciona ni se cree con aptitud para ejercerla, contentándose con su paz, su tierra y su familia. El indio es amigo de todos.”
El ideal masón de la felicidad como pináculo de la realización humana, a la cual en definitiva iba dirigido todo su esfuerzo independentista y de forjamiento de nuevas repúblicas fue naturalmente también parte central del ideario de Bolívar, como lo muestra su siguiente aserto: “El sistema de gobierno mas perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible.” Al borde de la tumba incluso expresaría: “Mis últimos votos son la felicidad de la patria”.
Al igual que Gandhi, Bolívar fue un fervoroso abanderado de la Unidad dentro de los pueblos y entre los pueblos, pero al mismo tiempo celoso de su autodeterminación. Esto último lo llevó a tomar distancia de los inicialmente admirados Estados Unidos (sobre los cuales había reconocido: “Los Estados Unidos fueron los primeros que nos enseñaron el sendero de la Independencia”); al advertir el desmedido apetito expansionista del coloso que surgía en el Norte y la amenaza que ello podía significar a las nuevas repúblicas hispanoamericanas. En tal sentido hacia el final de su vida dejaría la siguiente profética advertencia: “Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia a plagar a América de miserias en nombre de la libertad”.
Su temprano compromiso con la abolición de la esclavitud, aún entre sus propios congéneres patriotas esclavistas, lo situó en un plano análogo al de Gandhi en relación a su denuncia de la opresión de los “intocables” .
Siendo de buena cuna y fortuna, hizo gala de un desprendimiento tan grande como el de Gandhi –también de origen acomodado- en su entrega a la causa de la independencia. Entendiendo lo anterior como algo que más bien enaltecía su realización personal como ser humano (un concepto muy del orden espiritual). Así, Bolívar dejo dicho: “ El que lo abandona todo por ser útil a su patria no pierde nada y gana cuanta le consagra”.
A pesar de su gran voluntad, no fue sin embargo tan paciente o agudo como Gandhi para entender la importancia de no amarrarse demasiado a los resultados del obrar, la importancia por tanto de aceptar que los grandes procesos de cambio requerían también de su propia maduración y estaban sujetos en definitiva a la voluntad de Dios, y la importancia, por tanto, de que no había que frustrase ante la aparente falta de resultados. Por ello Bolívar terminó diciendo al final de su vida, contrariado por lo limitado de sus logros -en lo cual el mismo pecaba de subestimación: “He arado en el mar”…. Donde Gandhi habría dicho: “He hecho lo correcto. Dios decidirá el resto”.
En lo mas personal, Bolívar, sin llegar a la escrupulosidad o coherencia de Gandhi, parece haber tenido también, dentro de lo que le permitió su afanosa móvil vida, hábitos de vida bastantes sanos, incluyendo su alimentación y evitar sustancias estimulantes.
Según el historiador Salcedo Bastardo: “En general, se alimentaba frugalmente, prefería la arepa de maíz al pan de trigo, comía mas legumbres que carne; casi nunca probaba dulces, pero si muchas frutas. Le gustaba a Bolívar hacer ensaladas, y se preciaba de hacerlas mejor que nadie, decía que eso lo había aprendido en Francia. No fumaba, detestaba el olor a tabaco; no bebía licor. Nadie lo vio nunca borracho.”
Y, como Gandhi, fue un ferviente abanderado de la honestidad y la transparencia. Hasta el punto de llegar a decir: “Mi sinceridad es tal que me conceptúo criminal en todo aquello que reservo. Yo soy un hombre diáfano”.
Pero, como hemos dicho antes, a pesar de todas las altas miras morales anteriores, Bolívar fue, a diferencia de Gandhi, un gran guerrero. Incluso con algunas muy controversiales decisiones como su terrible “Decreto de Guerra a Muerte”, de junio de 1813, una guerra sin cuartel y de ofensiva contra los españoles –aun contra civiles “indiferentes” o neutrales, la cual pretendió justificar como una respuesta a la saña del lado español contra los patriotas y como una forma de galvanizar una decaída moral patriota. Dicha estrategia, sin embargo, no tuvo éxito a la postre para frenar la derrota de la Segunda República patriota que Bolívar en forma afanosa trataba de salvar. En cambio le valió a Bolívar una mancha negra en su carrera de honorable militar preñada de otras mucho más nobles campañas, y le valió seguramente una gran “carga de karma personal”. La mencionada campaña de “guerra a muerte” de Bolívar difícilmente podía calificar como guerra justa” o “ética –un recurso permisible en casos extremos bajo los propios preceptos espirituales de no violencia. Esto último en base a criterios que serían los siguientes:
1) que se hayan agotado todos los otros recursos de solución no violenta 2) que sea defensiva (no “ofensiva” ni “preventiva” –la novel doctrina de Bush para invadir a Irak) 3) que no emplee armas o métodos de guerra que no garanticen la diferenciación entre los combatientes y no combatientes (población civil inocente) 4) que cuente con una apropiada legitimación o aval institucional (a fin de evitar la arbitrariedad de una decisión personalista o unilateralista). El siguiente comentario de Salcedo Bastardo sobre el “Decreto de Guerra a Muerte” es pues relevante: “En ello Bolívar no acertó. El terror nunca da frutos positivos. Los hombres se mueven por otros argumentos; el pavor es de efectos pasajeros ante la voluntad bien resuelta y convencida. Para atraer a las multitudes hacia una causa que en ese momento ellas estimaban impopular (la rebelión patriota), no bastaba un llamamiento ardoroso, ni la alusión a terribles sanciones”.
Sin embargo, mas luego al final de su vertiginosa carrera, Bolívar, en un mas alto abanderamiento por la paz, nos dejó dicho: “De la paz se deben esperar todos los bienes y de la guerra nada mas que desastres….lo que se destruye es inútil a todos”. También advirtió sobre los riesgos de las revoluciones: “La revolución es un elemento que no se puede dominar. Es mas indómito que el viento”. Asimismo fue particularmente magnánimo con sus adversarios, aún perdonando a aquellos que habían complotado contra su vida; como lo hizo explícito incluso en su última voluntad antes de morir.
Rectificaciones o gestos todos que lo acercaron otros grandes guerreros devenidos posteriormente en altos abanderados de la paz. Como fue el caso de Ashoka, en la India, quien tornase en magnánimo monarca que propagó al budismo por el mundo (inspiración posterior Gandhi); o el de Seattle, en los Estados Unidos, quien devino en portavoz-maestro de la mas excelsa sabiduría indígena y la convivencia pacífica entre civilizaciones en base a las enseñanzas del Orden Natural.
De lo mas avanzado de su carrera, Bolívar también dejó para la posteridad el siguiente alto sueño místico sobre un futuro en paz y esplendor para su querida América: “Volando por entre las próximas edades mi imaginación se fija en los siglos futuros y observando desde allá, con admiración y pasmo, la prosperidad, el esplendor, la vida que ha recibido esta vasta región…..Ya la veo servir de lazo, de centro, de emporio a la familia humana:..Ya la veo distribuyendo por sus divinas plantas la salud y la vida a los hombres dolientes del antiguo universo: ya la veo comunicando sus preciosos secretos a los sabios que ignoran cuan superior es la suma de las luces a la suma de las riquezas que le ha prodigado la naturaleza. Ya la veo sobre el trono de la Libertad, empuñando el cetro de la justicia, coronada por la Gloria, mostrar al mundo antiguo la majestad del mundo moderno” En dicho alto sueño es interesante ver como Bolivar privilegiaba la primacía de la sabiduría sobre la mera posesión de recursos naturales, así como la libertad y la justicia, y vislumbraba de la capacidad de su América de ser incluso líder mundial, sobre la base de un optimista futuro de evolución ascendente.
Conclusión
Cerca de un siglo los separó en el tiempo. Bolívar vio extinguida su vida en 1830 a la edad de 47 años. Gandhi, en 1948, a la edad de 80. Pero ambos compartieron el haber sido grandes libertadores de sus pueblos del yugo de dos grandes imperios: el español y el inglés –respectivamente.
Gandhi fue, a través de la no violencia, libertador y padre de una gran nación de culturas diversas llamada India, de unos 300 millones de habitantes en su época; proeza que, tanto por sus dimensiones de la nueva república como por su alcance universal, estaba destinada a tener repercusión mundial –como en efecto la tuvo.
De la acción libertadora y progenitora de Bolívar fueron hijas seis naciones: Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia e indirectamente Panamá; aunque para él su prédica libertadora abarcaba a toda la América Latina, a la sazón habitada por decenas de millones de habitantes, a la que él veía con un destino común.
Bolívar fue un gran guerrero con dotes de visionario estadista; mientras que Gandhi fue un apóstol de la No Violencia y un líder político-espiritual.
Aunque Bolívar, entre batalla y batalla, no cejó nunca en destacar la importancia de la moral y la educación, emparentadas con lo espiritual, en la conformación de las nuevas repúblicas. Y Gandhi tampoco desconoció, como hemos dicho antes, que, en determinadas extremas circunstancias, como las de cuando todo recurso pacífico ha fallado para proteger a un prójimo a merced de un agresor implacable, la violencia defensiva no sólo puede ser un recurso válido sino hasta un deber.
La herramienta principal de Bolívar para combatir el imperio español, fue la de las armas, a veces utilizadas en forma implacable como en su severo “Decreto de Guerra a Muerte”. Mientras que Gandhi combatió al imperialismo inglés a través de la “desobediencia civil” no violenta, despertando la conciencia de las masas de su país, y estremeciendo la conciencia de los opresores ingleses.
En su postura, por otro lado, Gandhi hizo a veces gala de un singular pragmatismo; como cuando dijo: “En el terreno de las armas no podemos vencer a la gran maquinaria bélica de Inglaterra, pero en el terreno moral tenemos el triunfo asegurado”.
Por otro lado, factores internacionales coadyuvaron para el éxito de ambas luchas de liberación. En el caso de Gandhi el estallido de la Segunda Guerra y la combinada amenaza alemana-nipona nazi, hicieron que Inglaterra –incluso bajo la presión de su aliado Estados Unidos- cediera mas ante la rebelión en la India. En el caso de Bolívar, a su vez ayudas internacionales como las del también masón Presidente de Haití Alejandro Petión, el sibilino apoyo inglés rival de España, y aun el apoyo norteamericano –esto último mas relevante en el tiempo de Miranda que en el suyo, fueron importantes para impulsar favorablemente la lucha. Como en la caso de los patriotas norteamericanos el concurso de apoyo francés y español en un momento dado fue clave para frenar el gran poderío inglés contra los rebeldes. Todo lo anterior, sin embargo, según Gandhi, caería en la “obra extra de Dios”, una vez que se había hecho la parte propia.
Bolívar, en definitiva, se centró en la liberación de pueblos y en el cambio de un régimen político por otro más libertario y justo. Gandhi, en definitiva, en la liberación de la conciencia y el corazón humanos y en un cambio de civilización.
Desde el punto de vista espiritual, en tanto que la no violencia es superior a la violencia, debemos concluir que Gandhi se mantuvo en un plano más alto que Bolívar. Gandhi estuvo más centrado en lo espiritual que el libertador suramericano. Pero Bolívar siempre conservó como anhelo un plano más superior, como lo mostró sobre todo al término de su fulgurante epopeya.
Epilogo
De lo todo lo anterior cabe ulteriormente concluir que, aunque Gandhi y Bolívar lograron la libertad política formal de sus respectivos pueblos y naciones, la tarea de fondo que ambos se propusieron aún no esta concluida Es valido decir para ambos casos que, en tanto tal independencia política formal no ha sido sucedida aún por una plena autodeterminación cultural , económica y mental del mundo occidental hegemónico que combatieron,. Se trata, por tanto, de una independencia inacabada, que incluso podría poner en duda la independencia formal política ganada.
Ante un mundo insustentable e inviable, el cambio imperativo hacia una nueva civilización desde una raíz propia y como aporte liberador para el mundo, que vio claramente Gandhi como su meta central y que intuyó Bolívar, aun no se ha dado.
Un cambio que, más allá de un mero nuevo régimen político y económico, requiere de algo mas profundo: Un cambio de conciencia, pues la más trascendente revolución es la revolución dentro de cada ser humano.
Un cambio de conciencia colectivo basado en el de ciudadanos con nuevas conciencias individuales. Un cambio en que, como diría Bolívar, se comprenda que “Son ciudadanos virtuosos mas que leyes los que hacen las repúblicas”, y se comprenda asimismo que “ciudadanos viciosos pueden acabar con la mas promisoria república”.
Una sociedad de autogobierno ciudadano ilustrado, donde se cumpla naturalmente también el aserto de Tomas Moro: “A los seres humanos los puede unir mas la bondad que los contratos, los sentimientos que las palabras”.
Una sociedad de una “civilización del amor”, para usar las palabras del Papa Juan Pablo II. Concepto que también resumió el objetivo supremo de Gandhi, pues él, mas que la independencia política de su país, buscó reivindicar una civilización del amor y de la solidaridad inclusiva, una civilización basada en los valores espirituales, en contra de la materialista civilización occidental moderna cuya dominación en verdad era lo que él mas temía pues la llegó a considerar “enferma” por su abandono de la ética y la espiritualidad. Su cátedra fue también, pues, para la propia Gran Bretaña, lo que ocasionó el agudo juicio del gran historiador Arnold Toynbee de que Gandhi no sólo había liberado a la India sino también a Gran Bretaña, de un yugo alienante para ambos.
A la luz de todo lo anterior, Gandhi resumió en el término “satyagraha” a su más poderosa “arma” en el plano político, vale decir: “la fuerza del Amor”, “fuerza del Alma” o “fuerza de la Verdad”, sinónimos en el plano espiritual de la misma cosa. Tal como el mismo lo dijo: “El amor y la verdad representan dos caras de una misma medalla…estoy seguro que por medio de estas dos fuerzas se puede conquistar al mundo entero…Yo sólo soy un pequeño ser, pero cuando la Verdad habla por mis labios, soy invencible”.
La fuerza espiritual interior, clave para la verdadera liberación personal y social. La fuerza que tuvo Gandhi, sabiéndolo. Y a la que se acercó Bolívar, intuyéndolo.
———————————————————————————————-* *Ex-Embajador de Venezuela en la India y autor y conferencista sobre temas de la No Violencia. El presente artículo es una actualización/consolidación de trabajos/artículos previos del Autor.
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