Opinión Nacional

El racismo y la xenofobia de todos los años

Alcemos una muralla

juntando todas las manos;

los negros, sus manos negras,


los blancos, sus blancas manos
.”

Nicolás Guillén.

2008 ha sido declarado Año Europeo del Diálogo Intercultural. De la misma forma tenemos días y años contra el hambre, en defensa del medio ambiente o en defensa de la paz mundial. Es como si el hombre, impotente para resolver sus problemas más antiguos y más importantes, se consolara con destinar un día al año o un año al siglo, a tratar de solucionar lo que es imposible en toda su existencia.

Sin embargo, estas citas puntuales con las buenas intenciones y el lavado de conciencia, serán meritorias de alabanza, si detrás de ellas no hubiese tanta hipocresía como hay. La primera y mayor es que los mismos que señalan esas fechas para llamar la atención sobre los grandes conflictos humanos, suelen ser por la general, los mismos que los provocan, o al menos que los permiten. Y la segunda hipocresía, es el comportamiento de toda la sociedad, que es capaz de conmoverse con el encuentro televisivo de dos parientes que no se veían desde antes de la guerra (seguramente porque maldita las ganas que tenían), y, al mismo tiempo, permanecer indiferente ante la muerte por inanición (también televisada) de miles de niños de los países del llamado tercer mundo. Y es que la población de los países ricos, ha terminado por aceptar, que el hecho de que los pobres del mundo se mueran de hambre, es algo tan natural y normal como las inundaciones que provocan las subidas del Nilo y que ni una cosa ni otra tienen solución.

Todo ello no ocurre necesariamente por la maldad intrínseca del ser humano, ni mucho menos podemos afirmar que los occidentales, por el hecho de serlo y de constituir la clase rica del planeta, sean peores que los demás, sucede sencillamente que las calamidades y la existencia infrahumana de millones de personas en todo el mundo, han sido ya tan asimiladas, tan institucionalizadas por el orden económico internacional, que su representación gráfica ha terminado por actuar como una vacuna contra la solidaridad. De tal forma que las conciencias se encuentran inmunes ante tanta penuria, y se ve como normal algo tan terrible como el hecho de que miles de seres humanos mueran cada día por carecer de aquello que nosotros, los occidentales, tiramos a la basura todas las noches antes de irnos a dormir.

Pues eso mismo, es lo que pasa con el racismo y la xenofobia en nuestro país. Si un grupo de cabezas rapadas, dan una paliza a un hombre de color, todos ponemos el grito en el cielo y hasta se hacen manifestaciones. Sin embargo, también se hacen manifestaciones para que una familia gitana no se vaya a vivir al barrio de los mismos manifestantes. De esto último, nadie se escandaliza. Tampoco se escandaliza nadie de que los emigrantes magrebíes que consiguen llegar a las costas europeas en frágiles cayucos reciban el castigo de tener que intentarlo nuevamente. Sería interesante releer los considerandos de la Comisión Europea para avalar la conclusión de que 2008 tiene que ser el Año del Diálogo Intercultural: Europa tiene que reconocer, con agradecimiento, lo mucho que recibe de los inmigrados.

La agresión violenta es la expresión íntima y radical de un pensamiento social ampliamente extendido entre la población y entre algunos de nuestros políticos: la supremacía racial, es decir, el racismo.

Por eso, no hay que dejarse engañar por las apariencias y pensar, como hace mucha gente, que en España no existen ni el racismo ni la xenofobia, o que es obra de cuatro desesperados, cuando en realidad eso es lo de menos, pues sabemos que todas las sociedades tienen que soportar lamentablemente a individuos que practican diferentes formas de delincuencia. Por desgracia, es algo mucho más cotidiano y extendido entre la población y nuestra clase política, aunque no tenga, salvo excepciones, una expresión agresiva. Expresión, que no es más que la consecuencia del pensamiento racista y xenófobo llevado al extremo, pero que no hay que confundir con las causas. Racismo es que por ser gitano no encuentres una vivienda de alquiler. Que por ser de color no te den trabajo aunque seas un buen profesional. Racismo es que los niños payos marginen en las escuelas a los niños gitanos hasta que se aburren y muchos la abandonan, y que encima los maestros le echen la culpa a la cultura gitana. Racismo es sencillamente, lo que le ocurre a cientos de miles de ciudadanos que en nuestro país por su raza se le marginará cada uno de los 365 días de este Año Europeo de Diálogo Intercultural. Y como dijo el poeta gaditano Sánchez Anes: “Tú que ya estás en los Cielos / dales Paraíso de amor; / y hospedería / a estos pobres emigrantes / de patera y velas blancas, / mirada sombría, / que al amanecer arriban / sin caballos cartujanos, / sin cruces de guía, / a las playas blanquecinas / de los veranos azules / de esta Andalucía”.

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