La Clase Final de Lectura
De lo que hemos aprendido hasta ahora, sabemos que no estamos viviendo en el Siglo 21, ya que hace 137 millones de siglos que se originó el Universo a partir del evento conocido como el Big Bang (la Gran Explosión); que nuestro planeta Tierra ha existido desde hace 45 millones de siglos; que las primeras criaturas vivientes—las cianobacterias—aparecieron en la Tierra hace 35 millones de siglos, y que el ser humano; el Homo sapiens sapiens, tiene viviendo en la Tierra, apenas unos 600 siglos—y no 21 siglos como creen los cristianos o algo más de 57 siglos como creen los judíos—ni cualquier otra cantidad de siglos.
Sin embargo los primeros seres humanos que caminaron sobre la Tierra hace aproximadamente unos 600 siglos—eran tan inteligentes y capaces; como usted y yo, y se hacían las mismas preguntas sobre el Universo, nuestro planeta, nuestro origen y el mundo natural que los rodeaba—que nos hacemos usted y yo, y los restantes más de 6 mil 500 millones de seres humanos que hoy habitan la Tierra—y estaban obligados a encontrarle respuestas a esas preguntas, ya que de ellas dependía su supervivencia como especie.
Durante 597 de esos 600 siglos, todas las respuestas y todo el conocimiento humano producido fueron proporcionados por la religión y la magia—las que; por ejemplo al ver el relámpago, escuchar el estruendo del trueno, y ver el inmenso poder destructivo de un rayo—que “bajaba del cielo”, no tenían la menor duda de que esa era una indubitable señal del Dios Tor de Dinamarca; Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia, Alemania; y Holanda—y por ello cada cultura humana que ha existido ha tenido y sigue teniendo a un Dios o a una colección de Dioses que explican todo—y llaman misterio o dicen “Sólo Dios Sabe” ante los hechos y ocurrencias que no tienen explicación racional.
Y ha sido sólo durante los últimos 3 de esos 600 siglos de existencia del Homo sapiens sapiens, que el ser humano ha encontrado respuestas—verdaderas—y distintas a las ofrecidas por la religión: desde el comienzo formal de la ciencia durante la Era de la Ilustración.
Por ejemplo; los estudios cinematográficos de Hollywood nos han mostrado varias formas de la Danza de la Lluvia, llevada a cabo por los shamanes (hombres sabios) de muchas tribus de indios americanos, para pedirle a sus dioses la indispensable irrigación de sus cosechas; mientras hoy en día, los científicos saben que rociar cierto tipo de nubes con minúsculas partículas de polvo de plata o una mezcla de polvo de Magnesio, Sodio y Cloruro de Calcio, garantiza la producción de lluvia [Ver: “Científicos Siembran las Nubes Para Producir Lluvia en la siguiente URL: http://abcnews.go.com/Technology/story?id=98859&page=1] Por ello las muy añejas y primitivas creencias en un mundo mágico-religioso, plagado de todo tipo de espíritus benignos y malignos, sólo tienen un valor cultural, que sirve para que todos los individuos de cada nación humana tenga una identidad y tradiciones propias.
Y lo más importante que debemos recordar de esta lección final de lectura; es que absolutamente todo ser humano—hombre o mujer—a menos que padezca de una enfermedad que lo incapacite mentalmente; tiene todo lo que se necesita para ser tan sabio como Albert Einstein o Madame Curie, o cualquier otro de los muchos sabios que ha tenido la humanidad, como Sócrates, por ejemplo.
Sin duda a algunas personas le cuesta más que a otras llegar a dominar los tópicos científicos y humanísticos que hoy son enseñados en las escuelas, liceos y universidades, pero todos ellos sólo necesitan empeñarse tozudamente en aprender hasta dominar el, o los conocimientos de su interés, hasta convertirse en autoridades mundiales, sobre esos conocimientos.
La “suerte” y los “milagros” no existen, pero a cambio tenemos a las estadísticas; a la medicina, y a centenares de otras ciencias, que nos ayudarán a obtener lo que deseamos—excepto la “vida eterna” o “vivir más allá de la muerte”, ya sea mediante la “resurrección” o la “reencarnación”, porque como animales mamíferos, y simios de la familia Hominidae, tenemos un límite de vida, como toda otra criatura viva—vegetal, animal, hongo, y otras—que existen en este planeta Tierra.