“Poeterías” de Gonzalo Fragui
Pocas veces uno tiene la oportunidad de toparse con un libro que se deje leer desde la primera página de un solo tirón; me ha pasado con “El Túnel”, de Ernesto Sábato, y con “Viejo”, de Adriano González León. Así me pasó con “Poeterías” del poeta Gonzalo Fragui, con quien compartí, en algunas ocasiones, la vid en aquellas calles angostas de Mérida (Venezuela), en la década de los ochenta.
La obra “Poeterías” es un anecdotario que no llega a cien páginas, pero que sin embargo recoge fragmentos de experiencias y visicitudes propias de quien vive la cotidianidad de la bohemia; historias entrecortadas que develan la simpatía, astucia e inocencia de poetas de aquella Mérida intelectual y profunda que deambuló entre las gotas de vino y el frío nocturno invadido de humedad. Quizás lo valioso de esta obra no sea lo que se cuenta, sino lo que se dejó de contar. La imaginación del lector toma cuerpo en historias que le llegan a medias, pero que se percibe que tienen una continuación y cuidado sino son parte aún de la historia.
Otro aspecto importante del trabajo de Fragui, el cual publicó en Caracas-Venezuela la Fundación Editorial el Perro y la Rana, en el 2007, con un tiraje de 3000 mil ejemplares; son los personajes a los cuales acontece o sucumben las historias. Un Gilberto Ríos, un Ángel Eduardo Acevedo, un Juan Félix Sánchez, entre otros; configuran una acuarela de personalidades, de vivencias, de cotidianidades que entendemos como parte de la evolución del hombre en su búsqueda, en su supervivencia…
Sólo basta apreciar el epígrafe (perteneciente a una frase de canción o de expresión de Joaquín Sabina) del libro para entender que se está ante algo fuera de lo común y lleno de cosas humanas: “Una noche/ como a las diez de la mañana…”
Para muestra algunas pinceladas de un Fragui inspirado: “Nunca he visto mayor dolor que el del escritor peruano José María Arguedas. Todos sabían que se iba a suicidar, pero no podían evitarlo. Un día unos amigos cercanos se atrevieron a conversar sobre el tema…-¿Arguedas, qué hacemos para que no te mates? –preguntaron los amigos-Y Arguedas respondió con –posiblemente- la más triste de las frases en lengua castellana: -Eviten la llegada de los españoles…”
Y en este repertorio no podía faltar una anécdota de Caupolicán Ovalles: Cuenta Fragui que un día se encontraba el poeta “…saliendo de un bar con las velas rotas. Caminó lentamente por la acera, se detuvo, trastabilló un poco, se agarró como pudo de un poste, forcejeó un rato con él y, cuando ya estuvo seguro de que no iba a caer, empezó a gritar: -Sáquenme de aquí…”
Otra característica de esta obra de Fragui, es la fuerza del discurso literario; no es contar simples historias, es recrearlas y vitalizarlas con adjetivos adecuados y con pausas pertinentes para sentir la emoción de las acciones que se narran. Es un texto para leer en voz alta. No basta recrearlo con nuestro intelecto, hay que ampliar las vías de acceso a él, y qué mejor que leyendo en voz alta para que la mayor parte de nuestros sentidos experimenten la fuerza descriptiva y modelada de la prosa de Fragui: “Mi computadora marca rojo la palabra Bar, insinuando que podría tratarse de un error. Hay quienes creen efectivamente que los bares son un error. Pero una amiga del bar La Esmeralda me aseguró que la única diferencia que existe entre un bar y una catedral es la pasión de sus fieles…”
Y una perla que tiene de protagonista al poeta Carlos Yusti: “Una periodista le pregunta al escritor Carlos Yusti: -¿A usted, cómo le gusta el sexo? Y el poeta le responde sin titubeos: -Oral y por escrito…”
Es pues “Poeterías”, que cuando trato de tipiarla en el procesador de texto el corrector interno me corrige y coloca como referente adecuado “porterías”, una puerta hacia ese mundo de sueños e idilios bufones que Fragui ha conseguido recordar hasta ahora, aunque, como ya expresé, nos queda el sabor y la necesidad de llegar a conocer lo que quedó en el tintero y que quizás forme parte de otro texto que desde ya sugiero que lo titule “Porterías”.