El respeto al derecho ajeno
“Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”. 15 de julio de 1867.
Ha querido el azar que hoy, 21 de marzo, se estén cumpliendo doscientos años del nacimiento de Benito Juárez. Singular hombre mexicano que habiendo nacido en la mayor pobreza, dentro de una comunidad indígena de Oaxaca donde solo se hablaba el idioma vernáculo, se desarrollo intelectualmente y lucho por su nación hasta alcanzar la primera magistratura que desempeñó por catorce años, hasta su muerte. Recibió el calificativo de Benemérito de las Américas.
El título tercero de la Constitución nacional dice “De los Deberes, Derechos Humanos y Garantías”. La comunidad habla siempre de derechos y obligaciones. Se anteponen los derechos a los deberes de la ciudadanía, grave error.
Vivir en comunidad exige que todos sus miembros, sin excepción, cumplan todas las leyes y los reglamentos que las regulan. En consecuencia y para que esto suceda, hace falta que existan las instancias adecuadas para que quien sienta atropellados sus derechos, los reclame.
Estamos viviendo en una nación donde se han saltado todas estas prescripciones. Venezuela ha retrocedido a etapas donde, desde las más altas posiciones e investiduras, se promueven la anarquía y la ley del más fuerte o de quien detenta la autoridad.
Estas situaciones permean a todas las instancias de la sociedad. La familia, el lugar de trabajo, el centro de estudios, las calles y carreteras, la urbanización, el condominio, el club, entre otros, son espacios donde se atropella e irrespeta el derecho del otro, bien por sus dirigentes, bien por la actuación de algunos y hasta muchos de sus miembros.
Pensamos que los ejemplos sobran. Basta con que observemos situaciones cotidianas para que identifiquemos incumplimiento de los deberes de los ciudadanos y atropellos a los derechos ajenos, invocando el derecho propio que generalmente ha sobrepasado los límites establecidos y tolerables.
Benito Juárez, para constituirse en un verdadero líder de su comunidad, se preparó, conciente o inconcientemente, de manera de actuar positivamente, primero en su estado de Oaxaca y luego en el gobierno de la nación.
Estudió en el Seminario de Santa Cruz a la edad de 18 años y allí aprendió latín, filosofía y teología. Luego estudió Jurisprudencia en el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca donde se licenció en 1934. Actuó como Rector de este Instituto y luego tomó participación en el gobierno local, especialmente en los temas concernientes a la justicia.
En 1847 se traslada a la Capital Federal para desempeñarse como Diputado. Antes de acceder a la Presidencia de los Estados Unidos Mexicanos sirvió como Ministro de Justicia e Instrucción Pública durante el mandato del Presidente Juan Álvarez en el año 1855.
Su presidencia, que no fue fácil, incluyó una etapa de peregrinaje a través de distintas regiones del país y enfrentando el exilio de su familia en New York.
A pesar de sus ideas liberales y nacionalistas, condujo a la nación respetando a los adversarios y adelantando buenas relaciones con los otros países.
Como vemos, un dirigente que se preparó para ejercer sus funciones y colocó al respeto y a la justicia en el lugar que les corresponde. Eran otros tiempos.