Un currículo ridículo
Varias son las sensaciones extrañas que nos asaltan a quienes somos docentes cuando leemos el Currículum Nacional Bolivariano (CNB). La primera es que sus redactores se momificaron. Las piedras angulares del CNB, el cual le sirve de sustento al Sistema Educativo Bolivariano (SEB), son Simón Rodríguez, Francisco de Miranda, Simón Bolívar, Ezequiel Zamora, José Martí, Luis Beltrán Prieto Figueroa, Paulo Freire y Belén Sanjuán. Si excluimos a los tres últimos personajes y a Simón Rodríguez, ilustres maestros cuyos aportes pedagógicos pueden ser considerados importantes, aunque muchos de ellos superados o enriquecidos por técnicas más modernas, no se entiende qué hacen allí el resto de los próceres señalados. Miranda y Bolívar, si bien sus aportes para la independencia de Venezuela fueron determinantes, esto de ningún modo los convierte en rectores de la moderna educación y pedagogía. Probablemente ellos se sentirían muy alagados de que sus nombres aparezcan en esa lista, pero sin duda se sorprenderían de estar en ella. No fue a ese campo al que le dedicaron su mayor esfuerzo. Con respecto de Ezequiel Zamora pareciera que se trata de una burla. Hasta donde sabemos, el líder de la Guerra Federal no fue muy prolijo en ideas, y en lo que respecta a las prácticas pedagógicas, jamás dijo ni escribió nada que la posteridad pueda recuperar. Lo único que explica la presencia de un guerrero incansable como Zamora en el CNB, es la orientación claramente militarista y decimonónica que predomina en ese confuso proyecto.
Otra sensación que aflora con la lectura del CNB es que con ese diseño resulta imposible formar los niños y jóvenes que necesita el país para superar las desigualdades sociales, erradicar la pobreza y avanzar hacia niveles crecientes de bienestar y progreso social. Lo que gravita sobre ese plan es el atraso y la ideología como mecanismo encubridor y distorsionador de la realidad, y como fórmula para fanatizar y fomentar la sumisión incondicional de los educandos a la doctrina del régimen. El CNB no persigue formar los alumnos en la esfera del saber científico, episteme según los griegos, sino inocularles prejuicios para condicionar sus opiniones a favor del Gobierno. En realidad lo que se busca es crear grupos confesionales, similares a los que pululaban en la Edad Media, movidos por el dogmatismo y la fe ciega en las supuestas virtudes del proceso bolivariano y del líder que lo conduce. De allí que, por ejemplo, en los contenidos de ciencias sociales y ciudadanía, se coloque el énfasis en el desarrollo endógeno, las misiones, la propiedad colectiva, los fundos zamoranos, el conuco, la hacienda y la granja, y la propiedad colectiva como base de las relaciones de producción. Es decir, se subraya todo lo que caracteriza el socialismo del siglo XXI, convertido en socialismo bolivariano a partir del 2-D.
Quienes tuvieron la responsabilidad de redactar el CNB ignoran que una de los grandes logros que permite el desarrollo de la investigación y el conocimiento científico a partir del siglo XVI, es la progresiva separación entre religión y educción, por una parte, y entre educación y Estado, por la otra. Mientras el saber estuvo confinado a los conocimientos impartidos en los monasterios medievales, se caracterizó por llevar el signo de una marcada tendencia ideológica. Sin negar que en esos monasterios se preservaron muchos aportes de Grecia y Roma a la humanidad, las huellas de los prejuicios religiosos eran muy profundos. A medida que la educación se distancia de la religión, se hace laica, secular, mundana, y se despoja de dogmatismos. Junto a la investigación independiente, se convierte en un poderoso instrumento para superar los prejuicios, lograr el conocimiento objetivo de la realidad, llegar a las explicaciones que descubren el entramado de causas que producen los fenómenos naturales, históricos, culturales y sociales.
En este largo curso también resulta definitiva la separación entre la educación y el Estado. Por supuesto que este último se mantiene en la mayoría de las naciones como el rector general de la enseñanza. La instancia que fomenta la igualdad de oportunidades para que la mayoría de la población pueda acceder al saber. Sin embargo, los contenidos curriculares específicos surgen de un proceso en el que participan maestros, profesores y autoridades educativas, especialistas en pedagogía y en distintos campos del saber y la ciencia, padres y representantes, autoridades del Estado. En las sociedades democráticas la educación no se encuentra sometida a los intereses particulares del grupo dominante, ni de quienes ejercen transitoriamente el poder. La enseñanza secular se preocupa porque los estudiantes aprendan a investigar, asociar, pensar, teorizar y discernir con cabeza propia, nunca subordinados de antemano a un modelo que establece a priori qué es correcto y qué no es.
De ese amplio intercambio en el cual se elaboran los currículos educativos modernos, surge la universalidad, tolerancia y diversidad que caracteriza a los sistemas de enseñanza de Occidente en la actualidad. Los países donde se registra la mayor cantidad de patentes, inventos e innovaciones importantes, son aquellos en los cuales, además de respetarse el derecho de propiedad intelectual, se asume que el sistema educativo está obligado a proporcionarles a los estudiantes una imagen compleja y diversa del mundo, las ideas y la historia.
Esta característica secular de la educación, presente también en Venezuela incluso durante el período oscurantista de Juan Vicente Gómez, pretende erradicarla la revolución chavista. A pesar de que el 2-D quedó derrotado el proyecto socialista, el Gobierno quiere transformar el sistema de enseñanza en un inmenso dispositivo para adoctrinar a los niños y jóvenes dentro de los cánones de esa antigualla llamada socialismo del siglo XXI, y atar la educación a la religión bolivariana y al Estado chavista. El resultado es evidente: un currículo ridículo.