Opinión Nacional

La educación climática

Se puede hablar mucho de Educación, sin llegar realmente a entenderla. Sin precisar cual es su contenido y su continente, cuales temas debe abordar y como ha de desarrollarlos. En gran medida podríamos asegurar que la Educación es el gran laboratorio social. Y que ese laboratorio requiere crear los productos que la Sociedad necesita para afrontar con éxito los nuevos retos a los cuales se enfrenta. Mas allá de un mero entrenamiento para la adquisición de saberes, a la Educación no le puede bastar con el conocimiento pasivo, sin resonancia, incomunicado, estéril. El conocimiento que requiere desarrollar la Educación es el activo, el vigente, el actual y por ende, el global, el resonante, el comunicado y el comunicante, el transformador, el cinético, el que se mueve, el que puede leer con un alto nivel de comprensión .Una buena muestra de ello es el incansable esfuerzo de la Medicina por alcanzar la cura a grandes flagelos de la Humanidad como el Sida o el Cáncer.

Aún siendo en sus inicios una ciencia oculta a la que le abundaban los perseguidores inquisidores, la Medicina fue avanzando a fuerza de investigación, trabajo constante y dedicación a toda prueba por parte de sus artífices, doctos y practicantes. Ha tenido como norte siempre la búsqueda y la prueba, el ensayo y la experimentación, la validación con antecedentes, fuentes y resultados. Desde el egipcio Imhotep (auténtico precursor de la Medicina y Arquitectura históricas, creador del primer tratado médico y diseñador de la pirámide escalonada de Saqqara, quien vivió entre 2690 al 2610 antes de Cristo), pasando por Hipócrates, Galeno, Paracelso, Servet, Harvey, hasta llegar a Pasteur y la Microbiología, Fleming y la invención de la Penicilina, no hay duda que el poderoso motor que ha impulsado el camino exitoso de la Medicina en la Historia, ha sido su vital interés en mantener la vida en su estado saludable. De la misma manera, la Educación, debe fijar como motivación primordial su interés por los contenidos relacionados con el estado de salud del individuo en todos sus órdenes, extendiéndolo a su entorno, no como un conocimiento desfasado de su realidad cotidiana vinculante como lamentablemente hoy lo enseñamos bajo la rigidez de las disciplinas incomunicadas, vertiendo contenidos inconexos, a pesar de que aspiramos llegar al individuo cuya integralidad asumimos como concepto primario.

Así entonces, entendiendo que la salud y el desarrollo armónico de la vida es el primer norte de la Educación, hay que incorporar a éste los conceptos de Salud Social, Salud Ambiental, Salud Climática, los cuales están profusamente entrelazados con la Salud del Individuo que en ningún momento se encuentra divorciada de las anteriores.

A pesar de tener ante nuestros ojos la gran evidencia del Calentamiento Global del Planeta, la Humanidad aún no orquesta una estrategia educativa mancomunada que aborde el problema, el cual no se puede seguir viendo con los lentes de la visión reducida de la Educación Ambiental Tradicional, que no llega a sembrar los valores indispensables de la acción ambiental necesaria para corregir el impacto climático de las tecnologías energéticas no limpias. En muchas oportunidades, se ha hablado de ejes curriculares transversales y uno de ellos sin lugar a dudas es el ecológico. La evaluación ecológica trasciende la mera evaluación de contenidos. Constituye un ejercicio de conocimiento vital que rompe necesariamente el ejercicio meramente memorístico. No se trata de repetir conceptos, de copiar fórmulas, de citar frases hechas.

La experiencia docente nos indica que esta manera cómoda de ver la Educación a través de la estática de la contemplación, es la que produce a la larga resultados completamente diferentes a los que nos planteamos como objetivos. A pesar de redireccionar nuestras creencias y pareceres, la metodología que empleamos, la forma habitual de hacer las cosas, nos impide acceder realmente al ejercicio pleno de los nuevos conceptos educativos. Para colocarlo en términos muy sencillos, el énfasis debe estar en el Hacer y no en el Decir. No se trata que digamos ambiente o digamos clima. Se trata que hagamos ambiente, que hagamos clima. Para muchos de nosotros, quizás el término resulte muy ambicioso. Hacer clima. ¿Qué significa? Actuar en la realidad sembrando árboles, creando espacios verdes y no disminuyéndolos, oxigenando a la ciudad. Que las municipalidades siembren sus ejidos, que los ciudadanos con terrenos baldíos los siembren, que aquellos que construyen no dejen los espacios destinados para ello a merced de la basura y de los roedores. ¿Por qué no se siembran con árboles frutales y hortalizas en esos terrenos públicos abandonados y se crean fundaciones para recabar lo cultivado y asistir a tanto indigente, a tanto niño de la calle hambriento, sin trabajo, sin comida y sin vestido? Si pensamos que la educación ambiental es solo cuidar de la naturaleza estamos bien equivocados. Si pensamos que gerenciar los lugares públicos es hacer solo viviendas de las áreas verdes estamos bien equivocados. No es posible divorciar al ser humano del ambiente que le rodea, ni pensar en un ambiente sin humanos; tanto el uno como el otro requieren de una acción mancomunada que le garantice al Planeta una larga vida y por ende a la especie humana que habita en él. Nunca antes como ahora, fue tan necesaria la ejecución de una acción destinada a restituir los equilibrios energéticos que el ser humano cambió drásticamente al introducir un concepto de obtención de energía fósil reñido con el control térmico del globo.

Todos los Estados del mundo, incluido el nuestro, deberían desarrollar un programa para la obtención y producción de energía alternativa por parte de toda la población. Al igual que un expansivo programa de ahorro energético, a la par de un programa de reciclaje y clasificación de los desechos sólidos, que nos permita contribuir efectivamente con el refrescamiento del planeta. Si bien es cierto que la responsabilidad de las naciones al respecto marcha en correspondencia con la cantidad de energía que consumen, no es menos cierto que las naciones más pequeñas podríamos dar el ejemplo a las grandes industrializadas y activar las tecnologías postindustriales promoviendo su popularización en el seno de nuestras poblaciones, generando empleos ecológicos y ambientalistas que son los necesarios para esta hora de gran recogimiento de la raza humana. Eso estará al alcance de nuestra mano si propiciamos desde ya y a todo nivel la Educación Climática, aquella que nos permita reorientar y racionalizar nuestro uso de la energía, así como aminorar significativamente el uso de los hidrocarburos, utilizando esa poderosa fuente de energía gratuita que es el Sol , la cual se irradia tan generosamente en las geografías tropicales.Paradójicamente, los lugares mas pobres de la Tierra son ricamente bañados por una inmensa energía no contaminante que no es aprovechada por nuestras poblaciones para revertir el subdesarrollo en el cual estamos sumergidos aumentando peligrosamente nuestros niveles de dependencia de la energía petrolera.

Por ello, no tengo la menor duda en afirmar que el más grande reto que tiene la Educación es la Educación Climática. Si no aprendemos a revertir los efectos climáticos que ya comenzamos a padecer, no habrá manera de derrotar a la pobreza, no habrá forma de producir mayores alimentos y nuestros niveles de bienestar descenderán hasta los correspondientes a la subsistencia.Por ello, es la hora de cambiar a la Educación.Es la hora de la Educación Climática.

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