Opinión Nacional

Para entender a Bolívar

Escribió Augusto Mijares(1897-1979) en la primera página de su biografía de Simón Bolívar: “Exigir de un autor que sea objetivo al narrar una vida apasionante, es un contrasentido; así como la pretensión de humanizar a los héroes…En todo caso, esa humanización del hombre extraordinario no puede consistir en buscarle afanosamente pequeños defectos, como si con eso quedara reducido al rasero común. Mas de acuerdo con la realidad sería, por el contrario insistir en que sus extravíos y desfallecimientos pueden justificarse por las mismas razones que nos explican los de los otros hombres, y sin que por ellos el personaje mismo descienda de su categoría excepcional…No me atrae tampoco la representación clásica de la Justicia, como una estatua vendada y con una balanza en la mano. Prefiero la justicia combatiente de los santos y de los héroes, la que con los ojos alertas y acompañada del amor, la generosidad y el entusiasmo, está dispuesta a recorrer el mundo como una diosa viva; no la que espera en un trono a que lleguen los oprimidos a suplicarle, sino que sale a buscarlos…Y puesto que esa fue la justicia en que creyó Bolívar, de acuerdo con ella es como debe juzgársele; no en la balanza de la estatua impasible”(El Libertador,ed.1964,p.1).

Y el filósofo mexicano Leopoldo Zea(1912-2004) quien plantea que una verdadera interpretación del Libertador debe ser así:”ni el acartonamiento patriotero en que suelen caer nuestros héroes, ni la desacralización que, a fuerza de criticar, acaba de dejarnos sin historia y, con ello, presa fácil de cualquier paternalismo interno o externo”(Simón Bolívar, integración en la libertad,ed.1993,p.12-13).

Repetimos: hay que tener cuidado al estudiar a Bolívar: hay que comprenderlo tal cual fue. En tiempos recientes se ha puesto de moda en vez de comprenderlo buscarle defectos de todo tipo a cada una de sus acciones: ya sea para reducir al mínimo rasero sus ejecutorias, por no comprender sus más caros deseos y decisiones como lo fue la concesión de la libertad a los esclavos o por citar mal sus documentos, siempre fuera de contexto,
Y en esto han caído no sólo los chavistas, con su visión distorsionada de Bolívar, sino también los historiadores profesionales. En esto la actitud que tiene el gobierno actual sobre el Libertador es gravísima: apenas si se le estudia, el régimen llamado “bolivariano” no ha producido ni una sola obra de interpretación de Bolívar digna de análisis y estudio. Y peor: en todo momento contradice lo logrado a través de casi doscientos años de estudio. En verdad podríamos decir que ciento y ochenta y un años si partimos de la edición de la primera serie documental sobre él: la Colección Yánez-Mendoza(1826). Pero para ese momento era ya mucho lo que se había escrito sobre él en Europa y en los Estados Unidos. Basta asomarse a dos obras fundamentales como son la de Manuel Pérez Vila: Bolívar y su época y ahora a los tres inmensos tomos recopilados por Alberto Filippi(1941): Bolívar y Europa para demostrarlo. Y desgraciadamente bajo el chavismo cada vez que cita y se refiere a Bolívar no se parte de su recto estudio y en todo momento observamos como lo que se dice de él en discursos públicos se opone a dos siglos de pesquisa documental e investigación sobre el Libertador. En verdad si el estudio del personaje en sus papeles debe partir de 1826 la personalidad pública del Libertador parte plenamente de 1813, días de la “Campaña Admirable”, aunque de 1810 data su misión diplomática a Londres y sus memoriales, de 1811 su discurso en la “Sociedad Patriótica”(julio 3), su bautismo de fuego en Valencia, su trágico paso por Puerto Cabello en 1812, año también de su primer documento político significativo: el llamado Manifiesto de Cartagena, ese no fue su título original. Consideramos que el primer escrito público que se hizo sobre Bolívar es el que podemos leer en el número de la Gaceta de Caracas, el único periódico que entonces se publicada en Caracas, con ocasión de su entrada en la ciudad tras la “Campaña Admirable”(agosto 26, 1813,p.4).

En estos momentos está sucediendo en Venezuela, entre los historiadores chavistas y los estudiosos “escuálidos” de Bolívar un hecho que es gravísimo para el entendimiento de la personalidad y obra del Libertador: si a Bolívar se le baja de la estatua, con lo que estamos de acuerdo, como lo están haciendo los escritores opositores pero si a la vez se le desnuda, se le arranca la piel y se le deja en huesos no nos queda nada. Así es imposible interpretarlo porque no estaríamos comprendiendo al hombre, al intuitivo, al mágico caribeño, al ser del trópico, a aquel a quien la realidad le hablaba y él expresaba por escrito aquellas cogitaciones. En verdad que hay que consultar la documentación, mientras más se pueda mejor, pero no hay que olvidar al hombre de carne y hueso, al apasionado por su causa, al que vivió sus ideales. Sin ello no lo podemos entender. Hay que humanizarlo, como pidió Laureano Vallenilla Lanz(1870-1936), hay que bajarlo del pedestal como pidió nuestra generación de los setenta, presente ya en 1968 y sobre todo desde 1969, año de la “Renovación universitaria”, hay que buscar en él lo sustantivo y huir de los adjetivos sin sentido pero no hay que perder de vista al hombre. Los chavistas, encabezados por el Comandante, al sólo citar frases del Libertador fuera de contexto y al exhibir esa obsesión enferma por el pasado, de raíz fascista, que tiene a Mussolini como adalid, quien se creía descendiente de los Cesares de la Roma Imperial o a Hitler quien creía continuar a los dioses de la mitología germana, incluso ser poseedor de Santo Grial o Stalin quien hizo rescribir todo el pasado de aquella nación desde el poder, tanto que, por ejemplo, hizo desaparecer a Trosky del relato de la toma del poder por los Bolcheviques en 1917 o Fidel Castro con su falaz interpretación del pensamiento martiano. Los cuatro dictadores contribuyeron a falsificar la historia de sus pueblos como hoy lo hace entre nosotros el actual gobierno de Venezuela. Sobre el fascismo tan vivo en la Venezuela de hoy recomendamos consultar los estudios de Ernst Nolte: El fascismo en su época.(Madrid: Península, 1967. 611 p.) y el de Stanley Payne: El fascismo.(Madrid: Alianza Editorial, 1982. 249 p.). La mejor prueba de lo mal que lo están haciendo es que en nueve años de gobierno “bolivariano” así se le llama aunque ello da risa a cualquier lector de historia venezolana quien no tenga prejuicios(es decir que no haga juicios previos) no han producido una sola obra sustancial sobre Bolívar. Tan mal lo han hecho de que han convertido la palabra “bolivariano” en una consigna política alejándose de la acepción que le dio la Real Academia Española de la Lengua en su legendario Diccionario. Ahora quienes analizan a Bolívar sólo pueden llamarse “estudiosos del Libertador”, tal la confusión surgida. Lo único esencial que se imprime actualmente por parte del Estado es la modélica edición de los Escritos del Libertador y ello gracias al general Héctor Bencomo Barrios y a la Academia Nacional de la Historia. El general Bencomo es un oficial de verdad, quien obtuvo sus ascensos en constante búsqueda de excelencia militar. Y es uno de los tres intelectuales de las Fuerzas Armadas, cultos y buenos historiadores, que hemos tenido la suerte de conocer, tratar y verlos hacer sus obras. Los otros dos son el coronel Tomás Pérez Tenreiro, de honda y feliz memoria para nosotros y el oficial de la marina Bernardo Jurado Toro, conocido como el poeta entre sus compañeros de armas, autor por lo menos de un libro modélico Bolívar y el mar. Con él compartimos alguna vez la tribuna en un acto en que gracias a la Asociación Cultural Interamericana reunió a un escritor castrense con un escritor civil para evocar la figura siempre luminosa de Andrés Eloy Blanco. Recordamos aquel día el texto del poeta cumanés “Denuncia ante los soldados de América” escrito en el exilio al cual lo envío la tiranía venezolana de entonces. Fue publicado en la revista Bohemia de La Habana(febrero 13,1949), en la entonces Cuba democrática del presidente Prío (Obras completas, ed. 1973, t.II, Vol.I,p.487-496). Carlos Prío Socarrás(1903-1977) caería ante la militarada encabezada por el sargento Fulgencio Batista(1901-1973) tres años más tarde, esta dictadura abriría la puerta a la autocracia marxista de los hermanos Fidel(1927) y Raúl Castro(1932) en aquel país que aun se mantiene en el poder casi medio siglo después de haber tomado el gobierno(1959).

Pero también los historiadores “escuálidos”, algunos muy buenos(mejores siempre que los chavistas), en su afán de ofrecer su interpretación correcta de Bolívar y refutar a Chávez también están incurriendo en lo mismo que critican pero desde la cara de atrás: también dejan tan al aire los huesos de Bolívar que pese a la magnífica documentación que manejan y el hecho de ser sus libros buenos, magníficos algunos, no nos dejan ver el ser humano Simón Bolívar por tratar de mirarlo sin comprender las razones psicológicas que lo empujaron a su acción. Y esto hay que tenerlo muy en cuenta. Es esencial. Hay que acercarse al Bolívar humano de forma muy cercana como lo hizo Gabriel García Márquez en El general en su laberinto(1989). Nos dirán que ese libro es una novela les responderemos que es verdad que es una ficción histórica pero la mayoría de sus datos son ciertos, comprobables y la interpretación certera y bella si nos atenemos al lenguaje en que está escrita. Pero la comprensión del hombre Simón Bolívar es cuidadosamente cierta, certera.

Insistimos además en otro punto que hemos expuesto en algunas de nuestras incursiones en Simón Bolívar, uno de nuestros tres personajes favoritos del período de la emancipación. Los otros dos son Miranda y Bello. Claro que estimamos a Sucre pero los personajes que nos subyugan más son aquellos que junto a la acción pública nos ofrecen el resultado de sus tareas intelectuales. Para estudiar al Libertador, insistimos, no hay que perder de vista en ningún momento la unidad hombre-pensamiento-acción, hay que reunir la mayor documentación posible, tener cerca una biografía para entender el porque de sus pasos, detenerse ante los grandes momentos psicológicos que vivió y además tener al lado, muy cerca de nuestra manos, sobre nuestra mesa de trabajo, un ejemplar de una buena traducción, si es posible anotada, de El príncipe de Nicolás Maquiavelo.

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