Las madres infinitas
Hoy celebramos con todos nuestros amigos lectores el Día de las Madres. Una fecha en la cual con una rosa en el saludo y un jardín en el corazón, solicitamos la bendición del ser que nos brindó en su vientre nuestro primer hogar, aquél en el cual se sembró la semilla de nuestra existencia, germinando en sus entrañas para darnos lo mas preciado de su herencia en un aliento esencial con el cual alumbramos a la vida.
Con mucha distancia de cualquier selección que pudiéramos hacer para destacar en la Sociedad Venezolana a un grupo humano en especial, a las madres les corresponde sin lugar a dudas el sitio de honor. Podríamos decir con mucha justeza, que la nación permanece en el tiempo gracias a la acción, a la devoción, al amor en sus más sublimes manifestaciones que han colocado las madres venezolanas en el ejercicio de su apostolado. Un gran número de ellas, han tenido que asumir solas el ejercicio de su maternidad, sustituyendo a la figura paterna en el común de los casos con el infante en brazos en su primera edad, afrontando un mundo hostil y agreste, transitando sin viento a favor por las calles de la vida, sometidas a una difícil situación económica, a la cual se agrega una activa discriminación en el campo laboral que poco a poco ha ido venciendo a fuerza de coraje, preparación, estudio y diaria superación. De esa manera ha afrontado la violencia de género tan aguda en nuestro país y nuestra cultura. Ha enfrentado su noble corazón y espíritu la inmisericorde tormenta del machismo primitivo, atroz y sin sentido, que sigue cobrando vidas porque no realizamos un esfuerzo conjunto como Sociedad y como Estado, para reforzar y apoyar a nuestras madres, auténticos monumentos a la virtud y a la constancia, genuinos referentes de lo más preciado de nuestra identidad como Pueblo.
Justamente, para esta fecha tan especial en que las letras quieren tomar para sí las palabras de los más insignes poetas, queremos evocar el verbo del mas grande cultor de bellas frases en nuestro país, el insigne bardo cumanés Andrés Eloy Blanco , del cual se editó su libro Giraluna el año de su desaparición física en 1955 , siendo éste un auténtico monumento al amor familiar en todos sus órdenes, que se manifiesta en uno de sus poemas mas celebrados y mas sentidos, El Canto a los Hijos, en donde el poeta resume en las mas poderosa lección de la sensibilidad venezolana, el amor hacia la Madre Nación que se decanta caudalosa y rauda en el mayor de los afectos, el de la Madre con sus hijos.
Cierto es que hoy en día podemos encontrar en el crudo escenario social numerosos contraejemplos que pueden contradecir esa visión idílica que nuestro poeta mayor tenía del sentimiento de la Madre extendido como frondosa naturaleza que brinda los frutos mas preciados de la vida. Pero ello no desmerita la visión del poeta sino, antes bien. plantea un reto de efecto mayor a nuestra educación, a nuestro sentido de justicia, a los rectores de la economía. De lo que se trata es que revaloricemos a la Madre como el ciudadano que debe ser más apoyado, mejor atendido, expeditamente asistido. Debe crearse una Ley Especial de Seguridad Social a la Madre y programas sociales dirigidos a atenderla como un ciudadano que merece la mejor de las atenciones y el mayor de los cuidados.
Igualmente, es muy importante escuchar su voz, su denuncia, su reclamo, integrarla al goce pleno de sus derechos ciudadanos, de su derecho a vivir sin violencia, sin agresiones, ya que representa la depositaria de la evolución de nuestra especie, de nuestra cultura, del futuro de las naciones y de la humanidad entera. Si en alguna voz se expresa fielmente la Nación, ésta no corresponde a la de ningún funcionario público por muy alto que sea su rango. Corresponde a la voz de la Madre Venezolana; mientras ésta sea más humilde, mas necesitada, mas requiere que prestemos atención a sus carencias, porque su dolor es el dolor encarnado de la Nación que se expresa a través de su lamento. Su voz no es la fría del experto que puede referirnos una realidad sin dolor del padecimiento de la Sociedad. Su voz, es la que se pronuncia de cara a la necesidad de la atención, es la que resuena con abrumadora sinceridad en todos los espacios donde transitan sus vástagos, sin importar la edad que tengan, porque su amor de Madre es capaz de enseñar con infinito afecto la lección que luce inalcanzable para los doctos conocedores de los saberes formales.
No hay duda que la autoestima de una Nación, se encuentra representada en la atención que se brinda a las Madres, su mas fidedigna representación. Mientras no le concedamos el pedestal que merece, mientras que no la apoyemos y auxiliemos como Sociedad, como Estado y como Cultura, no podremos aprender de ella las lecciones que necesitamos aplicar.
¡Qué bueno sería que las televisoras tuviesen un programa que se denominase “Hay que oír a las Madres”! , donde las Madres de distintas edades, etnias, niveles educativos y socioeconómicos, creencias e ideologías, pudieran abordar en conversación orientadora los problemas sociales e invididuales desde su punto de vista, lo cual pudiera representar para el resto de la Sociedad, un ejemplo invalorable de encuentro en medio de las diferencias, un esfuerzo sincero por aproximarnos realmente a la solución de los problemas, porque no hay mejor artífice para la paz, la concordia y la fraternidad de un pais que el bienestar de sus madres.
No faltarán, por supuesto, los críticos de lo sencillo y amantes de lo complicado, que en manifestación de engreída autosuficiencia pudieran argumentar que un encuentro como el que propongo no tendría mayores efectos.Pero quiero traer a colación en este artículo que se publica en homenaje al ser de suprema belleza, que la mujer venezolana constituye el componente mayoritario de nuestra Sociedad y que activar esa conciencia colectiva de las Madres Venezolanas, bien pudiera arrojar como resultado la paz como un fruto provechoso de la solidaridad femenina con ese valor que le es tan intimo y tan preciado.
De allí que se pueda desprender, que el hallazgo con la paz social pasa por encontrarse con la Madre que convive con nosotros si aún mantiene su condición vital, o con la Madre que llevamos dentro de nosotros si ya no contamos con ella en forma física. Si se nos ha extraviado el amor por ella, si se nos ha escondido el afecto y devoción que le debemos, es buena hora para redescubrirlo. En el rostro y carácter de nuestros hijos, en el rostro y carácter de nuestros hermanos. En el rostro y carácter de otras Madres y de otros hijos que comparten el hogar común de nuestras ciudades, de nuestra nación, de nuestro planeta. Porque la Madre representa la vida, la alegría familiar, la fortaleza física, espiritual y moral de un país.
Si se nos olvidan algún día sus lecciones. Si acaso un buen día nuestros títulos, riquezas o propiedades, son capaces de aminorar su recuerdo. O si por el contrario, nuestras carencias, necesidades y urgencias son mas inmediatas que su dulce evocación, tengamos siempre presente que en el reencuentro con ella, bien sea físicamente o con el pensamiento, encontraremos el libro cuyas páginas están abiertas para enseñarnos de nuevo a leer la gran lección que nos brindó en sus manos y en su corazón.La gran lección del afecto.