El Gallegos de Consalvi
“Gallegos no era político” es el tópico que busca cerrar toda discusión sobre el efímero gobierno del más grande de los escritores del siglo XX venezolano, Rómulo Gallegos (1884-1969). Con esa frase se avala la herencia maquiaveliana que bifurcó para siempre a la política y la moral. Para ser político, se concluye, hay que dejar la ética de lado.
Pero no es sólo desde este punto de vista que a Gallegos se le niega su estatus de político, sino también se olvidan sus ensayos, su militancia partidista, su oficio parlamentario, sus servicios como hombre de Estado y, en fin, todas sus acciones como hombre público. Pareciera flotar, en esa historia mal conocida del venezolano promedio, la idea de que a Gallegos le llegó la Presidencia de la República casi como de carambola, como un premio más de su brillante carrera literaria.
Simón Alberto Consalvi ha escrito la biografía de Gallegos para, entre otras cosas, demostrar la acendrada vocación política del novelista. Haciendo uso de bibliografía y de información de archivo nunca antes publicada, logra una semblanza de Gallegos y una crónica de sus días del todo pertinentes, escritas en una prosa cuidada y precisa.
Desde el primer capítulo de la obra, Consalvi acerca al lector a la circunstancia vital del escritor para más nunca dejarlo indiferente. Allí desgrana el episodio de la caída de Gallegos, su gran fracaso: después de haber sido electo como el primer Presidente de la República por el voto directo, universal y secreto de los venezolanos, sólo pudo mantenerse en el poder nueve meses. Consalvi dibuja la situación política del momento y la indeclinable dignidad del novelista, metido en su traje de jefe de Estado acorralado por las exigencias del alto mando militar que encabezaba su ministro de la defensa y amigo, Carlos Delgado Chalbaud, acompañado por quien sería el hombre fuerte en la década 1948-1958, Marcos Pérez Jiménez.
Así comienza el libro: el clímax está al principio. Un episodio de una posición en la vida –como diría Gallegos-, epítome de toda su trayectoria. En el rechazo a las condiciones exigidas por los militares está resumido su carácter.
La vocación política de Gallegos no fue tardía ni mucho menos marginal. Desde muy joven se acercó a los asuntos públicos con el interés de estudiarlos y hacer proposiciones como algo más que un simple ciudadano. No fue Gallegos un diletante ni un aficionado de la política. A ésta se acercó con pasión.
En diciembre de 1908, ante la ausencia por motivos de salud del caudillo Cipriano Castro, las fuerzas emergentes ponen a su compadre y vicepresidente Juan Vicente Gómez en el mando. Tal cambio, que hacía desaparecer de la escena al atrabiliario Cabito, creó un clima de entusiasmo al cual no escapó el grupo de amigos y jóvenes intelectuales que formaba Rómulo Gallegos y editan “La Alborada”. Los primeros ensayos que escribe Gallegos en esta revista son comentados por Consalvi. Entre los temas resalta uno, importante para el político en ciernes: la necesidad de crear verdaderos partidos políticos.
A Gallegos se le ha criticado querer hacer novelas de tesis, haber usado el arte para adoctrinar o por lo menos mostrar su concepción política. Pero lo importante es que sus novelas, a pesar de esa vocación pedagógica, han logrado trascender y emocionar a varias generaciones de lectores latinoamericanos y de otras lenguas. Y se pueden leer desde diferentes perspectivas, como avanza Consalvi al decir que le gusta leer Canaima como un entretenido compendio de geografía, al subrayar sus magistrales descripciones.
Gallegos llegó a ser nombrado diputado por aquel sistema indirecto que sobrevivió al gomecismo. Se muestra como un diputado responsable e informado. Su inequívoco apoyo a las iniciativas más progresistas lo catapultó a la candidatura simbólica a la Presidencia de la República. Simbólica porque no tenía ninguna posibilidad de triunfo al ser discernida la contienda por el Congreso Nacional, formado en su casi totalidad por leales seguidores del gobierno.
La vocación política tendrá otra manifestación en la militancia partidista. La fundación de Acción Democrática lo tiene como su presidente. El mismo partido que se aliará con una logia militar para desplazar del poder al general Medina Angarita el 18 de octubre de 1945. Gallegos nunca conoció de la conspiración.
El libro forma parte de la Colección Biográfica Venezolana que edita el diario El Nacional con el patrocinio del Banco del Caribe. Por lo tanto, la brevedad es una de sus características, lo que quizás impidió a Consalvi haberse expandido en el análisis de las políticas públicas puestas en marcha por Gallegos en su corto paso por la Presidencia.
Es un libro grato y emocionante que deja al lector con las ganas de volver a disfrutarlo cuando lo termina. Historia de un hombre ilustre y del todo ejemplar. La historia de un político. De un político de tipo diferente al postulado por Maquiavelo. Un político distinto que trató (y lo logró) de serlo teniendo presente la ética, la dignidad.