Opinión Nacional

Alberto Moravia

“Una dictadura es un estado en el que todos
temen a uno y uno a todos.”

Alberto Moravia.

LA VOZ DE LA NARRATIVA NEORREALISTA

Según Alberto Moravia, la enfermedad que le retuvo largo tiempo en la cama, en su primera juventud, ofreciéndole la oportunidad de profundizar en la lectura a la vez que le daba un punto de mira con el que desarrollar su capacidad de análisis, y el fascismo, que le obligó a la clandestinidad y la rebelión, son los hitos sobre los que asentó su vida y su personalidad. En opinión de Moravia la personalidad no se consigue por la libre voluntad, sino combatiendo aquellas circunstancias que nos vienen impuestas.

Su prosa desnuda y realista, fiel instrumento de una capacidad analítica, le sitúa como a uno de los grandes maestros del realismo contemporáneo. Sus obras muestran la impronta del realismo francés junto con influencias kafkiana y freudianas, y hay en ellas un marcado interés por la investigación psicológica. Con fina ironía y lenguaje a veces crudo, hizo una crítica despiadada de la sociedad burguesa, dominada por el aburrimiento y el sexo y privada de conciencia moral.

Alberto Moravia, pseudónimo de Alberto Pincherle, nació en Roma el 28 de noviembre de 1907 y falleció en la capital italiana el 26 de septiembre de 1990. A los dieciséis años enfermó de tuberculosis y en su larga convalecencia leyó con voracidad todo tipo de literatura. Comenzó a escribir, siendo muy joven, en la revista Novecento. Opuesto al fascismo, marchó a EE. UU. al iniciarse la campaña de Etiopía. Aunque sobresalió en la novela cultivó también el ensayo, la crítica y el periodismo, colaborando entre otros medios de comunicación en Il Corriere della Sera. En 1941 se casó con la gran novelista Elsa Morante. Varias de sus novelas fueron llevadas al cine, y en 1952 todas fueron incluidas en el Índice de libros prohibidos. Alberto Moravia representó a Italia en el Parlamento Europeo desde 1984 hasta su muerte.

Con Los indiferentes (1929), Alberto Moravia alcanza una pronta fama. Sus personajes suelen actuar sin ataduras morales o religiosas, mostrando una realidad ante la que se empeñan en asombrarse aquellos críticos que no conciben esta libertad. Libertad, por otra parte tan extendida entre la juventud italiana. En Los indiferentes muestra la indiferencia político-social de la juventud de entreguerras. Entre su producción destacan también: La mascarada (1941), acerca de una supuesta dictadura mexicana por las autoridades fascistas, Agostino (1944), una de sus obras más logradas, que trata de la evolución vital de un adolescente dentro de la “buena sociedad” corrupta, La romana (1947), con la misma ambientación en la que una sencilla muchacha sucumbe ante las presiones e intereses inmorales, La esperanza o cristianismo y comunismo (1945), La desobediencia (1948), en que se analiza la hipocresía social, El conformista (1951), El desprecio (1954), Cuentos romanos (1954-1959). A partir de El tedio (1960), que fue un gran éxito, su obra adquiere una nueva orientación experimental y un mayor contenido sexual, como en La atención (1965), Yo y él (1971) y El hombre que mira (1985). Y como dijo el notable novelista del realismo: “Curiosamente, los votantes no se sienten responsables de los fracasos del gobierno que han votado”.

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