Tiempos de crisis
SON TRES LAS CRISIS PERMANENTES
QUE AHORA NOS AGOBIAN
Se dice que la crisis es la situación de un asunto o proceso cuando esté en duda la continuidad, modificación o cese. Esto es, sin lugar a dudas, una definición tan genérica, que es aplicable a todo cuanto acontece o puede acontecer, de carácter físico, histórico o espiritual, a lo largo de toda nuestra vida. Pero, lo que también es cierto, es que toda crisis –unas más y otras menos- genera inseguridad al ciudadano.
Se dice, ya de manera casi permanente, que vivimos tiempos de crisis, que todo está en crisis, que estamos pasando una grave crisis, que nadie se libra de pasar por una serie de crisis, etc. Si ello es así, si esto es cierto, la realidad es que estamos pasando la crisis de las crisis. Por tanto, ahora hay múltiples conceptos y situaciones que ya hemos reconocido que están caducos, que han muerto. En definitiva, que ya no valen, que ya no los admitimos. No obstante, aún no están aceptados ni asumidos los repuestos. Y esto así que genera una gran inseguridad al ciudadano.
Por tanto, crisis e inseguridad están íntimamente unidas y sus consecuencias tienen un único receptor: el ciudadano. Si realizamos un rápido zapping, una pasada de puntillas por algunas de las principales crisis, se podría afirmar que son tres las crisis permanentes que ahora nos agobian, nos preocupan por sus consecuencias y, en definitiva, nos generan inseguridad. Tres crisis íntimamente ligadas, con implicaciones muy directas entre ellas. Tres que son: la crisis ideológica, la crisis política y la crisis económica.
Se ha dicho que hoy, todos somos fruto de una sociedad hiperinformada, y que cada cual está obligado a asumir la responsabilidad de su conocimiento. Consecuentemente, hoy ya no se debería mantener esa tradicional separación entre intelectuales y el resto de los ciudadanos. Pero también es cierto que los ciudadanos están cada vez más aislados. La sociedad española actual atraviesa por una profunda crisis de valores. Valores que unos dicen que se han perdido, otros que están en renovación, otros que se necesitan unos nuevos.
Pero la realidad es que esto no va bien. Los comportamientos generales están siendo –cuando menos- inquietantes: se ha desorbitado el culto por el dinero; se está estableciendo una doble moral que, por un lado condena y, por otro, acepta las reglas de este juego; se está autogestando permanentemente la insolidaridad por todo y para todos, como evidencia la reciente aprobación de la “directiva de la vergüenza” por los eurodiputados. Por tanto, no falta quien dice que la nuestra es, una sociedad que, por descreída, no cree en sí misma.
En cualquier caso, frente a los nuevos desafíos, siguen siendo plenamente válidos, los valores democráticos de: libertad, igualdad y solidaridad. Estas son las bases principales ideológicas que junto con un nuevo impulso ético –fundamento básico de la práctica personal y política-, debemos utilizar para evitar y luchar contra la inseguridad que se está trasladando al ciudadano.
No parece claro que fue primero, “si el huevo o la gallina”. Dicho de otra forma, aquí, qué ha sido primero, ¿la crisis ideológica o la crisis política? Tampoco es fácil aclararlo.
Se dice que una de las principales bases para la regeneración política es el llamado impulso democrático. En la actualidad, son claros los síntomas y los problemas que están creando las grandes dosis de deslegitimación y descrédito de la vida política. No debemos olvidar que es importante y urgente abrir un amplio y duro proceso de recuperación de la credibilidad política, de la propia democracia y de los valores sobre los que ésta se asienta.
No hay ninguna duda de que para los ciudadanos la primera variable importante dentro de la crisis económica, es el desempleo. Las consecuencias negativas que aporta están directamente relacionadas con la inseguridad generada al ciudadano. España con una tasa de paro de las más altas de la Unión Europea, tiene la peor parte.
La crisis económica de los últimos años de la primera década del siglo XXI ha mostrado los límites de las estrategias económicas que caracterizaron los años finales del siglo XX. Por eso, cada vez es más evidente la necesaria búsqueda de nuevos modelos de producción que permitan salir de la crisis combinando el crecimiento económico con la solidaridad social. Y como dijo el poeta: “Viva de manera / que nadie se alegre / cuando usted se muera”.
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